arrow

Creciendo (1955)

Película completa (JAPONÉS con subtítulos en INGLÉS)
Sinopsis
Adaptación de la novela corta de Ichiyô Higuchi ambientada en la Era Meiji. Cuenta la historia de la joven Midori, condenada desde su nacimiento a una vida de prostitución y la de un joven monje (del que está enamorado Midori) que se niega a que su padre entregue a su hermana como concubina. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Drama social Prostitución Siglo XIX
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Takekurabe
Duración
95 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
7
El adiós a la inocencia
...Y la chica, frente a la casa que se convertirá en su hogar, se prepara para afrontar su futuro; no será sencillo ni agradable, pero es lo único que la vida puede ofrecerle. Arroja entonces un ramo de flores de cerezo sobre un charco de barro.
Nunca el fin de la inocencia pudo expresarse con un gesto tan simple y a la vez desolador...

Un gesto que resume no sólo la esencia de esta obra, sino una situación tan universal como es el despedirse de una época y concienciarse para empezar otra: de la juventud a la madurez. Obra que pertenece a un momento significativo dentro de la Historia del cine japonés, que fue la llegada de los años '50, su época dorada, a su mitad; en este periodo de transición entre el clasicismo y el temprano modernismo el cinéfilo puede recordar "Pechos Eternos", "Shiinomi Gakuen", "Crónica de un Ser Vivo", "Yokihi" o "Nubes Flotantes". Es algo difícil reparar, después de Mizoguchi, Kurosawa o Naruse, en el humilde Heinosuke Gosho.
En aquel entonces, por medio de su productora independiente, ya ha realizado su aplaudida "La Posada de Osaka", donde se oscurece aún más su visión de la sociedad y el ser humano sin renunciar a su gran sentido del humanismo. Decide adaptar "Takekurabe", famosa novela del maestro literario de la era Meiji Natsu Higuchi, que además ya tuvo su adaptación tres décadas antes; como ya se pueden contar relatos de carácter histórico, el director, al igual que sus coetáneos, mira hacia ese periodo y denuncia los errores de su país para defender el concepto de libertad y justicia que demanda la sociedad moderna.

La acción se centra en el barrio rojo de Yoshiwara, el mismo donde Mizoguchi desarrollará "La Calle de la Vergüenza" un año después, pero Gosho se desplaza hasta los primeros años de una época marcada por el fin del shogunato y la restauración del poder imperial por medio de un golpe de Estado. La mítica Shizue Natsukawa actúa de narradora ocasional y con su voz entre melancólica y firme describe los detalles de la sociedad de ese lugar y ese momento, un mundo encerrado en sí mismo por donde el director pasará su cámara y radiografiará las vicisitudes colectivas.
Aunque no haya ningún protagonista propiamente dicho, la trama, a veces interrumpida por grandes elipsis, se centra en cuatro adolescentes que viven puerta con puerta pero que sin ser conscientes empezará a separarlos un abismo por culpa de sus decisiones con respecto al futuro: Midori, Shinnyo, Shotaro y Sangoro, cada uno con sus problemas familiares y emocionales, diferentes tipos de carácter y perspectivas, pero con algo en común: todos pertenecen a la clase baja y casi se hayan en la pobreza. Así, uno de los mayores conflictos será el desprecio entre clases, terco y violento (llegan para representarlo unos detestables muchachos pertenecientes a la zona privilegiada de la ciudad).

Midori es hija de una prostituta y como su hermana Omaki aprendiz de oiran (cortesanas de alto rango previas al ascenso de las geishas), y sin saberlo se precipita a un destino negro y repugnante; ella está enamorada del arisco Shinnyo, cuyo tirano padre (y monje del pueblo) obliga a su hermana Orin a convertirse en cortesana (viendo en ello un fiel reflejo de la situación de Midori); Shotaro, enamorado a su vez de Midori, y Sangoro, sobreviven al frente de familias pobres sin más opción que la resignación. Y éste será el sentimiento clave de la historia.
La miseria invade las existencias de todos los personajes, pero no habrá ningún verdadero acto de rebeldía; todo lo resume la frase "la vida es así", proferida por Orin. Gosho, sobrio en estilo pero rabioso en la forma, no da tregua a las emociones y su visión es lúgubre, negra y desoladora: no se le reprocha al padre pues es la imagen (despótica y aterradora) del nuevo jefe de la patria, no se le hace frente al privilegiado por vergüenza, las muchachas son cínicas que chismorrean e insultan por la espalda, los chicos son violentos y descerebrados, las que un día fueron famosas cortesanas ahora viven en sus recuerdos mientras se pudren en chavolas desvencijadas...

Y sobre todo la mujer es la gran víctima de la sociedad, discurso expuesto con la misma dureza que Mizoguchi o Naruse; los "episodios" centrados en este tema son los más poderosos y desgarradores del film, y están protagonizados por el cuarteto femenino Orin/Omaki/Midori/Okichi (ésta encarnada por Isuzu Yamada, que nos ofrece la imagen destruida de las torturadas geishas a quienes dio vida años atrás para Mizoguchi). Pero el cineasta identifica a los jóvenes personajes con aquellos que dieron el golpe de Estado: poseen una media de edad excepcionalmente baja que sin duda no es ajena a su singular aptitud para adaptarse al cambio, y con la estoica resignación que demanda el espíritu japonés.
Junto a esa gran Yamada tenemos un elenco de jóvenes actores donde sobresalen Matsumoto Koshiro y Kurayoshi Nakamura, encabezado por la entonces joven estrella de la música Hibari Misora (lo que no sentó demasiado bien a buena parte de la crítica); Keiko Kishi y Mitsuko Yoshikawa logran reflejar por medio de una sentida actuación la triste situación vivida por las mujeres. Al estar prohibido el siquiera considerar un acto de rebelión, Gosho consigue con creces poner al espectador en la piel de estas féminas, tan atrapadas como el pájaro que vemos en la jaula en esos últimos planos.

Cotidianidad veraz y cruda al estilo de Shimizu, con ciertos toques melodramáticos que recordarán a Mizoguchi, y el habitual costumbrismo de este tipo de cine, tan heredado del maestro Yasujiro Shimazu. Pero Gosho también ha desarrollado y cultivado un estilo propio, seguramente no tan emocionante como el de otros colegas de profesión...
Su meta es transmitir lo auténtico, por la vía de lo desolador, lo angustiante y lo sensible. Puede que "Takekurabe" parezca un logro menor en el cine clásico nipón en general, pero sigue siendo un logro a rescatar de la extensa obra del veterano cineasta.
[Leer más +]
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más información sobre Creciendo
Fichas más visitadas