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Ver 2 más- Sinopsis
- Macario, un aldeano sumamente pobre que tiene esposa y varios hijos, se dedica a vender leña en el pueblo. Harto de una vida de privaciones y apuros, manifiesta que su mayor anhelo es poder comerse él solo un pavo, sin tener que compartirlo con nadie. Su esposa, confidente de tan profundo deseo, un día roba uno de la granja de una familia rica. Cuando Macario se dispone a comérselo, Dios, el Diablo y la Muerte se le aparecen para pedirle que lo comparta. (FILMAFFINITY)
- Género
- Drama Fantástico Pobreza Drama social
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 1960 / México
- Título original:
- Macario
- Duración
- 91 min.
- Guion
- Música
-
- Fotografía
(B&W)- Compañías
- Links
Premios
El séptimo pollo
16 de mayo de 2009
"Macario" es el cuento del leñador y los tres deseos en versión mexicana y metafísica. El deseo de Macario, leñador, mexicano y muy pobre para más señas, es un deseo que surge el día de Todos los Santos: devorarse un huajalote (pollo o pavo para más señas) él solo, sin compartirlo con su hambrienta prole. La mujer del leñador, un personaje paradigmático en las fábulas morales, será quién le proporcione el deseado bicho.
Una vez en el bosque, a solas con el manjar, se aparecen:
1) El Diablo.
2) Dios.
3) La Muerte.
Todos ellos desearán una parte del Séptimo Pollo. El Diablo, muy en su línea, ofrece riquezas a cambio de un pedacito; Dios, que posee el cielo y la tierra y todo lo que se mueve entremedias, sólo desea un sacrificio; la Muerte no ofrece ni pide nada: tiene hambre.
Macario elige a la Muerte y la Muerte le entrega, a cambio, el Agua de la Vida. La lección se prolonga y permuta en forma de caracol paradójico: dar la vida puede significar encontrar la muerte.
Escenografía magnífica, destacando la belleza de los fastos dedicados a la Santa Muerte, los altares de ofrendas, los desfiles de esqueletos, las calaveras de azúcar. Música minimalista que deriva entre lo acertado (la deliciosa rancherita, los misteriosos pasajes de flauta) y lo fallido (los pasajes en los que incide la percusión). La fotografía...habla.
El final está magníficamente abierto a interpretaciones.
La mía: no rindais tributo a los dioses fugitivos. El mundo cambia y las fes permutan, pero desde el principio de los tiempos sólo ha existido una única deidad verdadera. Y en el umbral, sólo veremos sus ojos a la cabecera de nuestro último pasaje.
Moraleja: no jugar con la Muerte. Ni siquiera al ajedrez.
Una vez en el bosque, a solas con el manjar, se aparecen:
1) El Diablo.
2) Dios.
3) La Muerte.
Todos ellos desearán una parte del Séptimo Pollo. El Diablo, muy en su línea, ofrece riquezas a cambio de un pedacito; Dios, que posee el cielo y la tierra y todo lo que se mueve entremedias, sólo desea un sacrificio; la Muerte no ofrece ni pide nada: tiene hambre.
Macario elige a la Muerte y la Muerte le entrega, a cambio, el Agua de la Vida. La lección se prolonga y permuta en forma de caracol paradójico: dar la vida puede significar encontrar la muerte.
Escenografía magnífica, destacando la belleza de los fastos dedicados a la Santa Muerte, los altares de ofrendas, los desfiles de esqueletos, las calaveras de azúcar. Música minimalista que deriva entre lo acertado (la deliciosa rancherita, los misteriosos pasajes de flauta) y lo fallido (los pasajes en los que incide la percusión). La fotografía...habla.
El final está magníficamente abierto a interpretaciones.
La mía: no rindais tributo a los dioses fugitivos. El mundo cambia y las fes permutan, pero desde el principio de los tiempos sólo ha existido una única deidad verdadera. Y en el umbral, sólo veremos sus ojos a la cabecera de nuestro último pasaje.
Moraleja: no jugar con la Muerte. Ni siquiera al ajedrez.
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73 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
La muerte hambrienta (y cansada)
5 de julio de 2009
Macario es un padre de familia pobre que vive con su mujer y sus 5 hijos en las montañas. Campesino honrado y dadivoso, aspira a saciar su hambre algún día sin tener que compartir su comida. Y para ello se autoimpone la penitencia de no probar bocado. Su mujer, acudirá en su ayuda robando un pavo, cediéndoselo en agradecimiento a sus sacrificios. Pero, ¡ay pobre y mísero infeliz! Ese bocado suculento será codiciado por otras tres bocas hambrientas: El diablo, Dios y La Muerte. Macario, confiando en su instinto, rehusará las ofertas de los dos primeros y auxiliará a La muerte hambrienta sin él saberlo. Este gesto de humanidad será el que lo saque de la pobreza, pero el precio a pagar será demasiado elevado.
El relato está inmerso en una espesa y constante neblina, gracias a una fotografía bellísima que resalta el sentido metafísico de la historia. No en vano, Figueroa había trabajado 10 años atrás para Buñuel en "Los olvidados", película de la que esta es deudora en muchos aspectos.
La música, tenue y misteriosa, contribuye a acentuar los pasajes tenebrosos del relato, especialmente en los tramos donde aparecen la Inquisición y el personaje de La Muerte.
Los actores, con desbordante naturalidad, representan de manera veraz el estrato social de una aldea cualquiera: El cuchicheo y charlatanería del pueblo, el desprecio y las maneras altaneras de la burguesía, la intransigencia y crueldad de la Inquisición...
Y finalmente la historia, que renuncia a cualquier tipo de beatitud, plantea una reflexión sobre las consecuencias de nuestros actos, y cómo un cruce desafortunado en nuestro camino puede condenarnos, a pesar de que no seamos conscientes de ello.
Una de las mejores películas latinoamericanas de todos los tiempos, inspirada claramente en otras películas como "Las tres luces" y "El séptimo sello", que no desmerece en absoluto y que está, como mínimo, a su altura. Brillante.
El relato está inmerso en una espesa y constante neblina, gracias a una fotografía bellísima que resalta el sentido metafísico de la historia. No en vano, Figueroa había trabajado 10 años atrás para Buñuel en "Los olvidados", película de la que esta es deudora en muchos aspectos.
La música, tenue y misteriosa, contribuye a acentuar los pasajes tenebrosos del relato, especialmente en los tramos donde aparecen la Inquisición y el personaje de La Muerte.
Los actores, con desbordante naturalidad, representan de manera veraz el estrato social de una aldea cualquiera: El cuchicheo y charlatanería del pueblo, el desprecio y las maneras altaneras de la burguesía, la intransigencia y crueldad de la Inquisición...
Y finalmente la historia, que renuncia a cualquier tipo de beatitud, plantea una reflexión sobre las consecuencias de nuestros actos, y cómo un cruce desafortunado en nuestro camino puede condenarnos, a pesar de que no seamos conscientes de ello.
Una de las mejores películas latinoamericanas de todos los tiempos, inspirada claramente en otras películas como "Las tres luces" y "El séptimo sello", que no desmerece en absoluto y que está, como mínimo, a su altura. Brillante.
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23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
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