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El silencio no tiene alas (1966)

El silencio no tiene alas
100 min.
6,9
85
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Sinopsis
Un chico del norte de la isla de Hokkaido caza una mariposa de Nagasaki que solo aparece en el sur del archipiélago. Sus profesores creen que ha comprado el insecto en una tienda y le acusan de haber engañado. Mientras, una larva de la misma mariposa comienza un a veces cómico y siempre improbable viaje desde el Sur hasta el Norte. En su viaje, la larva aparece yuxtapuesta en una serie de historias de amor fallidas, traumáticas memorias de la guerra, operaciones de contrabando y corruptas tramas políticas. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Cine experimental
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Tobenai chinmoku (Silence Has No Wings)
Duración
100 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
8
Un paso por delante
¡Qué experiencia ver una película como esta! Lírica a la par que mundana, fragmentaria a la vez que lineal, abstracta a la vez que realista. Si tuviera que destacar algo, sería desde luego la fotografía, excepcional, al igual que el montaje, muy adelantado a su tiempo. Mientras la veía, no podía dejar de pensar en Wong Kar Wai, quizá porque encuentro en él elementos formales muy similares, salvando algunas distancias. Y atención a la escena del enorme retrato en la pared, con la mujer del paraguas delante, ¡Almodóvar debió de haber visto esta película antes de rodar Todo sobre mi madre!
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5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
A través de los ojos de una mariposa
La larva emerge de la crisálida, y poco a poco va creciendo hasta convertirse en una oruga, pero el camino para llegar a ser una mariposa y volar con plena libertad es arduo y doloroso.
Es la misma metamorfosis que sigue un ser humano, y por consiguiente, la sociedad, el Mundo en el que vive...

El visionario Kazuo Kuroki no pudo irrumpir en el renovador cine japonés de los '60 de manera más adecuada; tras una infancia deambulante por culpa del trabajo de su padre (que lo llevó hasta Manchuria), empezó con documentales poco después de graduarse en la universidad de Doshisha. A mitad de década las grandes productoras apuestan por jóvenes talentos y la visión artística, así que Toho le entrega un guión para un cortometraje de carácter documental, pero él, muy influenciado por el espíritu de las corrientes cinematográficas modernas, transforma ese pequeño proyecto en algo muy distinto.
Dicha decisión llevó a Toho a cancelar su obra por "demencial" y a ser apadrinada por la más indicada Art Theater Guild. Apreciamos de este modo cómo aquél elige explorar caminos que evitan de raíz todo lo relacionado con algo mínimamente convencional desde ese inicio en Hokkaido cuyo protagonismo recae sobre un extravagante niño obsesionado por las mariposas; una especie tropical de Nagasaki que él afirma haber capturado le lleva a enfrentarse a los adultos intelectuales de su alrededor.

La búsqueda de la verdad y el rechazo son los temas en esta historia de corte minimalista y un gran poder visual basado en la sutilización de las atmósferas gracias a la saturación blanca y la oscuridad de la fotografía de Tatsuo Suzuki, la hipnótica música de Teizo Matsumura y la audacia del director tras la cámara y su habilidad para elaborar una puesta en escena que engulla al espectador a su propio mundo, estilizado y sombrío, impregnando su inconsciente, donde se atisban las influencias de los modernos Godard o Resnais y otros compatriotas como Shindo, Teshigahara, Shinoda y Yoshida.
El encuentro del niño con una muchacha que vive en el interior del bosque rompe la trama precipitando su acción a un viaje existencial a través del tiempo y el espacio, hacia un pasado donde el papiliónido es aún una oruga recién salida de su crisálida; dicho viaje comienza en la lejana Nagasaki, y ello da la oportunidad al director de capturar las vibraciones del bullicio urbano con la misma lucidez y belleza que la inmensidad natural en la cual nos habíamos sumergido. Brotan las semejanzas a partir de todo su críptico simbolismo entre la oruga y lo que representa frente a los múltiples escenarios de la sociedad por la cual se va arrastrando.

Pues Kuroki, sirviéndose de la inmediatez documental, adopta de repente una mirada mucho más amplia y crítica, y desgaja cual Oshima las crueles injusticias, los profundos temores y deseos y los cambios más convulsos que está experimentando la sociedad japonesa de posguerra, una metamorfosis desde los oscuros tiempos de la temprana era Showa con la mirada puesta en los estragos que dejaron las bombas americanas. Como la larva, esta sociedad también crece y evoluciona, pero a lo largo del peregrinaje en el que se embarcan el insecto y la chica del bosque (encarnada por la sensual y ya famosa en el momento Mariko Kaga), unidos por significativas similitudes, conocemos además a otros personajes.
Cada uno de ellos parece ser producto de su entorno, un entorno sumido en la oscuridad y presto a su desintegración de donde sólo brota odio, cinismo, miedo y una terrible insatisfacción que conduce a la total corrupción del cuerpo y el espíritu; un joven amante se deja guiar por la lujuria y el vicio, un trabajador de oficina es testigo de una peligrosa despersonalización social y unos gángsters llevan la violencia a extremos delirantes al batallar por una causa inútil (llegado a este punto el film se escora hacia sendas cada vez más impenetrables hasta bloquear todo acceso a la lógica narrativa, y llevándolo a cabo con plena conciencia de ello).

Mientras el insecto (causa de la vorágine demencial del último acto, más cercano a Suzuki) y la mujer (único ser que evoluciona, adopta diferentes roles y llega a ser parte vital de la transformación de la sociedad) actúan como hilos conductores entre los personajes y los "episodios" que ocupan, Kuroki distribuye la estructura de su fábula de un modo estrictamente lineal y no obstante todo se expone fragmentado, atravesado por intensidades que arrastran a dichos personajes, y a nosotros con ellos, hacia dimensiones elegíacas y metafísicas cuyos zurcidos se rigen por las modulaciones de la poesía y el arte y no por absurdas reglas narrativas.
La audacia del director no conoce límites y filma en lugares reales entre transeúntes, ignorantes de los sucesos ficticios de los que están siendo parte (se debe señalar esta muestra de valentía recordando la tal vez más memorable secuencia de la película, tributo a Godard, donde ocurre un tiroteo en plena calle y a la luz del día...), situando a un inopinado elenco de brillantes actores a su cargo. Pues si bien ésta es una obra independiente podemos ver algunas de las caras más conocidas del cine nipón de la época, tales como Kunie Tanaka, el fetiche de Imamura Hiroyuki Nagato, Fumio Watanabe, Shoichi Ozawa o Eijiro Tono.

Kaga, presencia femenina misteriosa, irritante, etérea y mórbida, media entre todos ellos y ofrece una actuación magistral en las muchas facetas imaginadas por Kuroki. Al final, y con una sensación de muerte inaludible, el círculo se cierra como empezó, pero en este monumental viaje la sensación ya no es la misma en un extremo y en otro.
Hemos cruzado las entrañas de la Historia de una nación, de una época concreta, entregándonos a la abstracción para renacer con nuevos sentimientos e ideales sobre ella. El nipón trasciende así los límites de este cine "avant-garde" al que indisociablemente va ligada su obra, cautivadora, abstracta y durísima joya de libre interpretación...hoy olvidada por muchos.
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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