En el corazón de la tierra (1976)

Nos encontramos delante de un auténtico film de la serie B en estado puro. Un científico (Peter Cushing que inexplicablemente lo encontramos metido hasta el cuello en un producto tan zafio) y su alumno que financia la expedición (Doug McClure en el final de su poca exitosa carrera), se embarcan en un disparatado artefacto con forma de barrena y se introducen por los alrededores del centro de la tierra.
La película es realmente incalificable, es imposible saber si está filmada en plan serio o se trata de una bufonada. La escasez de presupuesto típica de los filmes serie B, esta superada con creces en esta “cosa”. Aparecen unos monstruos tan cutres con forma de pajarraco que aparte de ridículos, provocan la carcajada del estoico espectador. Los decorados de cartón piedra, el guión infantil y unos actores que parecen aficionados son el complemento ideal de esta mamarrachada.
Pero también tiene su lado positivo, vemos una manera de hacer cine que nos transporta a un feliz y nostálgico pasado que nunca volverá, con toda su carga de ingenuidad y total ausencia de malicia, que más podemos pedir. Con todo cariño solo puedo darle un 3.
Resumiendo: En caso de insomnio, véanla y dormirán a pierna suelta.

Vamos a conocer a una sociedad despótica y esclavista que es preciso derrocar para obtener la libertad del ser humano, lo curioso es que dicha sociedad se halla a kilómetros de profundidad bajo nuestros pies.

"Sube al viaje más espectacular de tu vida", rezaban los carteles de la época que promocionaban esta película; un servidor entra en discusión con tal afirmación. El caso es que en 1.974 la Amicus se dispone a gastar una cantidad razonable en adaptar la novela "The Land that Time Forgot" del mítico Edgar Burroughs, obligatorio para todo aquel que diga ser fan de la fantasía y la aventura; el estudio obtiene un éxito tremendo y claro está, desean repetir la jugada a no mucho tardar. Así que lo próximo que eligen es "At the Earth's Core", la primera de las varias fábulas que el mismo autor escribiría para la saga "Pellucidar".
En ellas, al más puro estilo Verne pero inclinándose aún más hacia la fantasía de corte absurdo, ponía al aguerrido minero David y al científico loco Perry como protagonistas de una serie de hazañas a lo largo y ancho de un extraño reino situado en el mismísimo centro de nuestro Planeta. Visto lo efectivo de su dirección, toma los mandos del proyecto el bueno de Kevin Connor (un digno heredero de George Pal, Byron Haskin o Nathan Juran, pero por la vía del "exploitation"), y regresan el protagonista (Doug McClure) y hasta el montador y el operador de la obra anterior (John Ireland y Alan Hume); lo más curioso es que Peter Cushing tomará parte en el embrollo.

En el prólogo que se nos ofrece ya podemos gozar de toda la parafernalia y elementos que distinguen a la conocida ficción "steampunk", con ese impresionante vehículo en forma de taladro para fabricar un túnel hasta el corazón del Planeta que llevará a los protagonistas a una increíble aventura en plena era Victoriana del vapor, y que tanto tiene en común en lo referido a su diseño con los artilugios de Verne (el Nautilus en especial, si bien a un tamaño más modesto). También es un claro ejemplo del tono que se desea establecer; sólo precisamos de unas pocas escenas dentro del taladro y de las interacciones entre David y Perry.
Y en efecto todo apunta a una visión entrañable de la fantasía a su modo más infantil, o mejor dicho infantiloide, donde se recupera la ingenuidad que exhalaba el género en su etapa muda, en concreto de títulos como "La Mujer en La Luna", las muchas peripecias de Méliès o la más tardía "La Gran Sorpresa"; entramos muy rápidamente a ese submundo y los de Amicus se esmeran en despertar al niño impresionado de nuestro interior al plasmar de un modo tan peculiar el imaginario de Burroughs, donde lo que más destaca es la paleta de colores intensos que provee Hume para dar ese toque alucinante y alucinógeno a los decorados y escenarios de Maurice Carter y Bert Davey.

Un mundo de psicodelia prehistórica donde no falta la vegetación gigante, pasadizos secretos, monstruos sacados de "El Mundo Perdido" o de algún "kaiju-eiga" de la época y, para colmo, una civilización perdida (obsesión del autor) bajo el yugo de otra, en cuyas garras la pareja de aventureros caen prisioneros; la primera unos seres humanos del Paleolítico, la segunda unas criaturas malvadas con aspecto de pájaros que poseen poderes telepáticos (¡!) para comunicarse con sus esbirros, brutos de rasgos simiescos (¡¡!!). Personajes propios de la narrativa "pulp" y que en cierto modo recuerdan a las fantasías de seres imposibles tramadas por H.P. Lovecraft.
Pues un McClure terriblemente insípido y un Cushing en su faceta más tontorrona se alzan salvadores de esa comunidad apresada, mientras nace una arquetípica historia de amor entre el primero y una de las esclavas (Caroline Munro, cuya explosiva figura y escote en 3-D acapara toda la atención como ya hiciera en "El Viaje Fantástico de Simbad"), la cual se nos antoja heredada de "El Planeta de los Simios". El principal problema no radica en la estética y el estilo visual, colorido, inocente, deliciosamente "kitsch", sino en la torpeza de Milton Subotsky para ensamblar todo ese batiburrillo de conceptos e ideas y de Connor para trasladarlo en pantalla.

Pues el film empieza como lo que es, sin disimularlo: una pura parodia de las aventuras "steampunk" y los relatos "vernianos", tan dirigida a irritar nuestra lógica que no nos queda otro remedio salvo rendirnos ante su mágico delirio; pero por alguna razón en su camino va mutando el tono general, y el cineasta se empieza a acoger a resortes trágicos, un raro incremento de la violencia (incómoda esa secuencia del ataque de los pájaros-monstruo a las mujeres, indefensas) y hasta un discurso político acerca de la esclavitud, la manipulación social y el levantamiento anárquico contra el poder.
Y esta evolución hacia pasajes más adultos y oscuros se lleva a cabo sin abandonar del todo el humor absurdo del inicio, dando lugar a una incoherente amalgama de ideas cuyo resultado es el cortocircuito en nuestro cerebro; a esto se le suma la manía de Connor de alargar ciertas secuencias de acción y suspense, sin éxito para lograr una ni acercarse al otro, más bien provocando una desesperante sensación de tedio. Tampoco es que la pareja protagonista deslumbre en sus personajes; yo por mi parte apartaba la mirada cuando Cushing seguía con sus payasadas y sólo deseaba que McClure cayese en el abismo de magma.

Es tan solo Munro la única del reparto que deseas ver aparecer en pantalla, y no lo hace todo el tiempo que debiera; en su favor diré que debió convertirse en la protagonista de un "spin-off" sobre su misteriosa e imponente princesa Dia. Con todo el mediocre candor de una producción de Corman (¿tiene que ver que estuviera A.I.P. de por medio?), "En el Corazón de La Tierra" fue otro éxito para la productora...
Lo cual deja pálido de la impresión a quien escribe estas líneas, sobre todo teniendo en cuenta que esta obra fue estrenada tan solo un año antes que "Star Wars", la cual mejoraría mucho la ciencia-ficción y la fantasía.