Wittgenstein (1993)

Perdonen que no me levante.
Comenzar una crítica aludiendo a la condición sexual, no sólo del director, sino de los personajes me parece tan infantil como intranscendente. ¿Habría cambiado la calidad del filme si todos fuesen heterosexuales? Me parece que no. Sobre todo cuando el tema central de la película no es de corte queer, sino que, con bajo presupuesto y en tan sólo cinco días de rodaje, Jarman, Eagleton y Butler pretendieron narrar la vida del filósofo, y desde mi punto de vista han conseguido realizar una gran obra de arte. Que no aburre, sino que entretiene y a la vez educa. No es necesario leerse a Wittgenstein para ver la película, pues yo no lo había leído y la entendí. La película te incita te provoca para saber más, e ir más allá.
Que tiene una escenografía más teatral que cinematográfica, es cierto, y también pretendido por el director, y también supongo que debido al bajo presupuesto con el que contaban.
No olvidemos que se trata de un telefilm, es decir se creó para ser emitido en televisión. Ojalá se realizasen en España este tipo de telefilmes. Son baratos y espléndidos. Pero no interesan. No atraen a audiencias masivas, como los thrillers baratos de secuestros en navidad, o de musculosos gangsters que se convierten en el héroe de la historia.

Por favor... descúbranse ante este prodigio del cine que es Jarman. En vista de las críticas que ha recibido esta película aquí no puedo por menos que escandalizarme.

Es otro cine, un cine culto pero a la vez muy estético.

Admiren su plasticidad, el colorido ante la cámara oscura, sigan los pensamientos si les gusta pensar (esto es algo que cada vez nos cuesta más, ya se nota). Admírenlo o pregúntense, si no les ha gustado, si algo no funciona bien en su cabeza. Exagero tal vez, a lo mejor no les gusta... peor para vosotros. Hay una parte del cine, del mejor cine, que les está siendo vedado.

Y no: no hay que haber leído a Wittgenstein para ver la película. Si se ha leído, mejor.
Y sí: hay mucho de teatro en la puesta en escena (como tantos grandes títulos: Sleuth, Dial M for Murder...). Esto no es bueno ni malo. Es bueno si se sabe hacer, simplemente.
Y los comentarios sobre la sexualidad están de más. O bien, digamos en todas las películas que tal director es heterosexual; tal otro, bisexual; y éste... ¡hermafrodita! ¡Y qué tendrán que ver churras con merinas!