Paraíso (2009)

Héctor Galvez, el director y guionista de esta película, desde la primera escena nos muestra una realización seca, sin música, un audio deformado por el lenguaje, una fotografía borrosa, precaria, acorde con la vida y el paisaje del asentamiento humano "Jardines del Paraíso", un lugar a donde han llegado inmigrantes de la sierra sur del Perú, especialmente de Ayacucho, escapando de la violencia. La historia es la de cinco jóvenes, tres de los cuales recién están terminando la secundaria en el colegio del asentamiento.
A diferencia de otras propuestas parecidas en el cine peruano, la acción se restringe en un solo lugar, es decir, en el asentamiento humano, dando la impresión de que el mismo estuviera aislado de la gran ciudad y que los muchachos estuvieran atrapados en el sitio que el “gran inca petrificado en las alturas” resguarda porque se trata de una zona arqueológica donde pudieran haber tesoros enterrados.
En concreto lo que vemos aquí es que los muchachos están en busca de su propio vellocino de oro para alcanzar la felicidad, esa felicidad que sus padres les han vendido como una promesa futura, con un optimismo que aparece siempre en todos los asentamientos humanos y que se verbaliza por doquier: este lugar será muy bonito, tan bonito como el mejor lugar de Lima y donde no nos faltará nada. Y si quieres independencia, la tendrás con solo hacerte de un terreno más arriba del cerro.
Pero en este filme no se verbaliza esa realidad, no de manera explícita. La desazón de los chicos que es la respuesta a la promesa que no vislumbran, se expresa en escenas y gestos que no se recargan mucho de emociones pero que se recubren de un lenguaje pandillero, marginal, críptico a la manera de “ya veré lo que hago”.Esto se traduce cuando en las noches afluye la doble moral de los protagonistas, la necesidad biológica de participar en guerra de pandillas o de asaltar a transeúntes solitarios.
Sin embargo, los sentimientos son otros, la escena donde los cinco jóvenes suben al punto más alto de la zona arqueológica que domina todo el pueblo joven y gritan una maldición de madre que cubre todo, podría ser el cartel del filme.
Las debilidades de la película van por la disparidad de las actuaciones. Sobresale, en primer lugar, Yliana Chong, la idealista Antuanette que ya había mostrado clase en “Madeinusa” de Claudia Llosa y luego Joaquín Ventura.
Vemos también la escena de la madre de Sara llorando y retorciéndose en la cama como demasiado recargada y explícita. Había mejores formas de contar su verdad, la cual, por cierto, ya ha sido muy contada en el cine peruano.
A pesar de estos reparos, “Paraíso” es una propuesta de indudables logros en un medio difícil, tan difícil como vivir en un asentamiento humano donde la gente debe salir adelante.

“Paraíso” es una historia sobre las ilusiones y deseos en medio de la marginalidad. Y es que si en un territorio de pobreza extrema, sus habitantes logran sin ponderar sus ambiciones trascender sin esperanza: Ahí está claramente diseñada la metáfora en el circo que observamos en la película, y, que recuerda precisamente que a pesar de todo, la función debe continuar.

Gonzalo Restrepo Sánchez (Crítico de cine. Barranquilla, Colombia)