La Dolores (1940)

El diccionario de la RAE define el cainismo (que viene de Caín, el personaje bíblico), como la actitud vengativa contra los propios familiares, compatriotas o amigos. Y es que “La Dolores”, es la historia de una calumnia, de una venganza por despecho de un miserable canalla, un cobarde que propicia un bulo, una mentira que ofende el honor de una mujer humilde, convirtiéndola en un asunto popular de mofa y escarnio. Esta leyenda o mito que probablemente fue real, alimenta y retrata a una sociedad cainita poblada por seres mezquinos. Una muchacha bonita (una novel Concha Piquer que realiza un buen trabajo cantando divinamente) que atrae a los hombres, pero que cada uno de sus admiradores se muestra de forma diferente: Melchor (Manuel Luna) es el barbero insidioso, luego está el maduro y rico hacendado que intenta seducirla con lo material y finalmente el joven Lázaro, estudiante idealista y enamorado que se rebela ante la infamia.

Florián Rey filma con elegancia un cine popular y de género, recrea estupendamente una comarca baturra de finales del siglo XIX, con un nacionalismo de raza, donde no falta la fiesta nacional de los toros, la verbena popular, en el que está dibujada la España profunda y machista, de rústicos mesones y tabernas pobladas de hombres a los que sirven mujeres, ambientándola con su folclore singular, su acento simpático y la música y el baile propia de la tierra maña que es la jota. Amores, desamores, traiciones, celos y el sentido del honor se entrelazan en esta comedia dramática con bellas canciones y música del maestro Tomás Bretón que con anterioridad había escrito una maravillosa ópera sobre el tema. La película se mantiene dignamente a pesar de los años transcurridos, por abordar un trama sencilla pero de calado profundamente humano y universal.

“La Dolores” de 1940, recién terminada la Guerra Civil se caracteriza por ser con mucho la versión más reivindicativa de la libertad de la mujer filmada hasta entonces, y mucho más avanzada en este aspecto que “Nobleza baturra”, lo que se traduce, también, en una cámara más libre… Por lo demás, se trata de una película que a todos los efectos continua la estética del cine republicano de Florián Rey y no hay ruptura entre esta y sus otras películas de Cifesa producidas antes de la guerra. Para los aficionados a la lírica, la mejor versión, en mi opinión, de la ópera “La Dolores” de Tomás Bretón, estrenada el 16 de Marzo de 1895 y que recomiendo, pertenece a una grabación de 1999 para el sello DECCA. Tiene como tenor a Plácido Domingo, como soprano a Elisabete Matos, con la orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña, más el coro del gran Teatro del Liceo, todos ellos bajo la dirección del maestro Antoni Ros Marbá, grabación digital de referencia.

Desde luego es una película por la que ha pasado el tiempo, no obstante se nota que es una película de calidad.

No es la típica comedia ingenua de la época (de hecho, es casi una tragedia).
A pesar de que está protagonizada por Conchita Piquer, la gran estrella de la copla del momento,, no es la típica película hecha para el lucimiento de la estrella de la canción.
A pesar de estar basada en una ópera, no se abusa de las canciones.

No sé donde leí que Conchita Piquer estuvo un mes viviendo en una casa aragonesa para coger el acento maño. Y que es la película de la que se sentía más orgullosa como actriz.

En fin, una película de la época, pero no de las infumables.