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Silencio (2016)

Silencio
159 min.
6,4
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Sinopsis
Segunda mitad del siglo XVII. Dos jóvenes jesuitas portugueses viajan a Japón en busca de su mentor, el conocido misionero Padre Ferreira. Los últimos rumores indican que, tras ser perseguido y torturado, Ferreira ha renunciado a su fe, algo difícil de creer para los sacerdotes que parten en su búsqueda. En Japón ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia con que las autoridades japonesas persiguen a los cristianos, a los que torturan hasta apostatar o morir. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Siglo XVII Religión Japón feudal
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Silence
Duración
159 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Estados Unidos-Italia-México-Japón;
Grupos
Adaptaciones de Shusaku Endo
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Premios
2016: Premios Oscar: Nominada a mejor fotografía
2016: National Board of Review (NBR): Top 10 del año y Mejor guión adaptado
2016: American Film Institute (AFI): Top 10 - Mejores películas del año
2016: Asociación de Críticos de Los Angeles: Nominada a mejor actor secundario (Ogata)
2016: Círculo de Críticos de San Francisco: Nominada a mejor fotografía
9
Una película arriesgada
En los cines que la he visto, estaba en una sala pequeña de apenas cincuenta butacas. Era el día del estreno. Me he preguntado qué tipo de personas irían a ver una película como esta. No es para el gran público. Scorsese ha querido hacer algo radicalmente personal y que vaya el que quiera. Ya no tiene nada que demostrar. Y ciertamente, hacer una película de tres horas en que se desarrolla un intenso debate teológico, filosófico e histórico entre el padre Rodrigues y el Inquisidor que expresa el choque entre el budismo japonés y el jesuitismo del santo Francisco Javier del que son representantes los dos padres que llegan a Japón (Rodrigues y Garupe) es francamente arriesgado, si no suicida. A mí me ha interesado siempre Japón y veo en este debate algo sustancial en la película. El jesuitismo intentó penetrar en Japón el los siglos XVI y XVII. Se contrastaban dos visiones muy distintas acerca de la idea de Dios y la relaciòn con el ser, así como sobre la piedad, la compasión... Los cristianos llegaban llenos de soberbia con la religion "verdadera" a pesar de que los países cristianos estaban en guerra permanente entre ellos por motivos religiosos fundamentalmente. ¿Debía Japón abrir el país a una religión siniestra, que pugna por el sacrificio y el sufrimiento? La persecución debió ser fortísima a lo que se ve, de modo que los padres pueden volver al origen del cristianismo cuando era perseguido y los cristianos eran puros prefiriendo la muerte antes que que renunciar a su fe. En los padres, especialmente en el padre Rodrigues, cuando es delatado, se abre este debate interior. De él depende que los campesinos cristianos sean martirizados o liberados. El inquisidor aspira a derrotar la fe del padre Rodrígues haciéndole ver que lo que le mueve es solo soberbia y que Cristo pisaría la imagen reilgiosa porque amaría a los hombres y no permitiría que sufrieran. Pero el padre Rodrígues siente el silencio de Dios y la angustia de Cristo en el huerto de Getsemaní. El debate con la imagen de Cristo es de lo mejor de la película.

Dicho esto y sin querer entrar en detalles, entiendo que es una película no comercial que responde a íntimos debates de Scorsese sobre la redención, que ha hecho una película dialógica, compleja y larga. Para mí, muy interesante porque veía los distintos niveles de la agonía del padre y su diálogo con el irónico inquisidor. El tema del cristiano delator, que vende al padre Rodrigues y que una y otra vez pide perdón y confesión, pone a prueba la fe de dicho padre porque el cristianismo es una religión de perdón. Hay un fuerte componente humorístico en este personaje.

Me he metido a fondo en el conflicto de la película y he disfrutado. Cine religioso y metafísico. ¿En una sociedad ajena a estas dimensiones esta película es oportuna? ¿Qué busca Scorsese a estas alturas? Había un niño de unos trece años entre el público y me he dicho por él ¡chapeau! Cine de libertad absoluta por parte de un gran creador que ya no busca el aplauso del público sino hacer lo que le da la real gana y el que quiera entender que entienda. En mi sala éramos cincuenta personas aproximadamente. La sesión ha empezado con el sonido de las palomitas pero poco a poco el ambiente se ha hecho denso. Para la pandilla de progres que abunda por doquier este cine debe ser incomprensible e infumable. El insulso de Boyero la desdeña, pero una secuencia de la película vale más que todas sus críticas bazofia.

Por otra parte me alegro de que le cortaran el acceso del cristianismo a Japón.

Lo peor de la peli. Imperdonable. La última imagen. Destruye todo el valor de la película resolviendo una duda que debía quedar en la mente del espectador y no ser resuelta por el director. Scorsese mete la gamba pero bien con la útlima imagen.
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238 de 321 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Es cuestión de fe
Tras un primer visionado, que sin ninguna duda no será el último por mucho tiempo, sostengo que “Silencio” va camino de convertirse en mi película preferida de Scorsese, lo cual no es poco para un artista del que tanto admiro su filmografía. Pero lo más hermoso que se desprende de esta apreciación (totalmente particular y sin ningún ánimo de objetividad, por supuesto) es cómo refuerza mi fe inquebrantable en el cine y en sus maestros. Pues buena parte de la cinefilia debe admitir que acostumbra a ser presa de la crisis de la fe: cuántos espectadores o críticos llevan años, lustros o hasta décadas, proclamando que la mejor película de Scorsese, o de Spielberg, o de Allen, o de Eastwood…, ya está hecha, que la hicieron hace ya demasiado tiempo y que desde entonces solo ofrecen una patética decadencia…

Creo que, como “Julieta” en el caso de Almodóvar, “Silencio”, que recordemos era un proyecto muy personal que a Scorsese la ha costado varias décadas poder llevar a cabo, ha llegado en el momento adecuado para él, el momento de una plenitud vital que permite una mirada despojada y esencial, aquella que a la que acceden los más grandes cuando ya no tienen nada que demostrar. Pues “Silencio” no precisa de la extraordinaria pirotecnia audiovisual con la que usualmente identificamos las formas de Scorsese (y que alcanza su zénit en la para mí todavía infravalorada “Casino”, en mi opinión un hito del montaje cinematográfico como forjador absoluto del relato, a la altura de lo que representó Eisenstein en su tiempo).

Bien al contrario, nos encontramos ante el film más depurado de su autor, donde cada imagen, de una plasticidad asombrosa en su concepción (la barca en un mar de niebla de “Cuentos de la luna pálida” revive ante nuestros ojos) es justamente la imagen justa. Cuesta, además, recordar en el cine moderno una película donde el trabajo minimalista con el sonido, tanto su presencia espectral como su ausencia, resulte tan importante.

He hablado, refiriéndome a la pericia técnica, de un cineasta que ya no necesita demostrar nada, pero esto puede extenderse al que quizás sea el gran valor del film, la mirada rosselliniana que no pretende demostrar, sino mostrar. Como en el lema de Renoir, Scorsese pone todo su empeño en exponer que cada cual tiene sus razones. Sobre la fe, sobre si Dios se manifiesta o calla, sobre el sentido de la misión evangelizadora en el otro extremo del mundo, sobre la reacción que eso produce en aquel pueblo, sobre todo eso, el espectador podrá, tras el visionado de la película, disertar libremente y profundamente.

Ahora bien, la duda surge cuando me pregunto a quién debo recomendar esta película. Francamente, no diría que me atreva a recomendarla a todos los admiradores de Scorsese. A muchos sin duda les gustará, pero habrá otros, quizá más que los primeros, a los que es posible que no les guste o les guste bastante menos que otras de sus películas, precisamente porque al estar del todo alejada de su característico tempo crispado e hipervitamínico, les parezca tediosa o aburrida.

El tema, casi tres horas donde como quien dice no hay una sola escena donde no se hable de Dios, del cristianismo y de la fe, es el otro gran problema para su recomendación. Que nadie se lleve a engaño, estamos ante una propuesta eminentemente espiritual. Obviamente, no se precisa ser creyente o agnóstico para entrar en ella, pero parece de sentido común pensar que llenará más y proporcionará mayor placer –o dolor— e interrogantes significativos al espectador con ciertas inquietudes sobre lo trascendente, o con un cierto interés antropológico sobre el papel de las religiones a lo largo de la historia, que al espectador totalmente indiferente u hostil ante estas materias.

En definitiva, y cerrando el círculo con el que he iniciado estas líneas, me limitaré a recomendarla, y no sin precauciones, a todos aquellos que conserven intacta, y cultiven con esmero y cariño, su fe en el Cine.
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