En nombre de todos los míos (1983)

Es la segunda vez que la veo y el paso del tiempo no la ha empeorado. Notable es la fotografía, al igual que el ambiente del gheto judío de Varsovia, eje central del film. La narración, en primera persona, con voz en off, del protagonista, mientras recuerda su pasado es la columna vertebral de la historia. Basada en hechos reales, el destino de una familía judía, durante la II Guerra mundial, da una idea del sufrimiento padecido por esta raza bajo las bestialidades nazis de Alemania. Siempre, como he dicho en alguna crítica, procuro ver cine sobre el holocausto para no olvidar la crueldad a que puede llegar el ser humano. Cualquier brote de fascismo o nazismo en el orbe debe ser rechazado por la sociedad. Los alemanes deben huir de tratar de justificar lo que sus "compatriotas" hicieron. Robert Enrico, prestigioso director francés, demuestra maestría para sostener el relato de una manera enérgica y convincente. Los actores interpretan con medida pasión sus personajes, destacando Jacques Penot, coprotasgonista del film, en el papel del joven héroe y Michael York en su doble papel de éste mismo cuando es mayor y de su padre. La belleza la pone en una breve pero correctísima intervención Brigitte Fossey, inolvidable intérprete de "Les valseuses" con Gerard Depardieu.

Si bien la sinopsis de F.A. no lo dice, los títulos aparecidos al final del film dan a entender que se trata de una historia verídica. De ser así, estamos ante una vida de sucesivas tragedias frente a la cual uno se pregunta hasta dónde puede un ser humano tolerar la pena y la desgracia. A lo largo de esta crudísima película, que cuenta con una magnífica reconstrucción de época, escenografía, vestuario, etc. -particularmente apreciable en alta definición- y una dirección con altibajos soslayables por la temática, nos enfrentamos a un derrotero individual de supervivencia cuasi milagrosa, en medio de una masacre colectiva sufrida por todas las víctimas del nazismo durante la segunda guerra mundial. Gran parte de ella transcurre en el Gueto de Varsovia, donde fueron miserablemente recluidos los judíos durante años. Y posteriormente, en el campo de concentración y exterminio de Treblinka, ambos en Polonia. En ambos las imágenes son duras, pero en este último a tal punto, que recomendaría evitarla a quienes tengan bajos niveles de tolerancia a lo extremadamente escabroso. Sin embargo, tratándose de un producto de ficción, es dable resaltar la valentía de exponer imágenes de "holocausto explícito", que tanta falta haría ver a los filonazis contemporáneos y al mundo en general, sobremanera a los nostálgicos reaccionarios que los siguen apoyando o votando, tanto en Europa como en América. O a los talibanes y fundamentalistas del mundo árabe que niegan la masacre... y la reavivan.
A pesar de ser de producción francesa, no me satisfizo que estuviese hablada en ese idioma y no en las diversas lenguas originales de los personajes -polaco, idisch, etc.-, con excepción del alemán subtitulado. Y tampoco me satisfizo -aunque en menor medida- la que hoy (2018) es una anticuada música original del destacado compositor Maurice Jarré. La edición es lineal, con algunos flashbacks y pasajes de relato en off. Es una película larga, pero no aburre e informa, sin contar con un nivel de lenguaje complejo.
Finalmente, aunque hayan pasado 35 años de su estreno, su contenido sigue vigente, aunque resulte poco original y novedoso, exceptuando la historia del protagonista principal en sí. En síntesis, la sitúo entre las buenas cintas del género.