Altamira, el origen del arte (2018)

Hace cuarenta mil años eramos iguales, el progreso es un cuento, un mito, otra mentira más, para variar, no hemos mejorada nada intelectual, artística, moral o humanamente, solo tecnológica destructivamente.
La tundra siberiana, el diecinueve por Santillana del Mar padre ilustrado e hija pizpireta mediante y la actualidad rampante. Tres espacios, tiempos o partes de este documental majo, vago, etéreo, bonito, aburrido.
Académico, simpático, instructivo.
Cuevas como las de Alien. Allí estaban metidos nuestros hermanos antepasados matando el rato, la mona y el bisonte pintando. Y han durado. Ese milagro. Esas imágenes animales. Pal gato no tanto.
La amalgama de lugares e historias no acaba de cuajar del todo, mucho, con la voz santa de los expertos y con la exposición de las pinturas rupestres. Es un encabalgamiento algo forzado. Y el tono es casi religioso, extático, místico por momentos extasiados, tibiamente trascendente.
Pero bueno, pasamos la prueba, cumplimos el expediente, por el aro. Demostramos nuestra insensibilidad pictórica.