Loca (1987)

Loca está basada en una obra teatral (basada a su vez en un caso real) del desconocido por estos lares Tom Topor. Y eso se nota. Pero no lo digo como algo peyorativo. Como amante del teatro pienso que es fascinante como con un escenario reducido, un pequeño grupo de actores y una capacidad de producción no más grande que el escenario; se puede condensar la vida en apenas dos horas, gracias a lo que normalmente son unos textos maravillosos, como es el caso de Loca.

El guión de esta película, que oscila entre la intriga, el drama, la crítica social y el melodrama judicial, es un portento de estructura y planteamientos, pues la galería de personajes que presenta es excepcional, los secretos que resuelven disparan a todo corazón sensible, y es capaz, a lo largo de las vistas del juzgado, de imprimir un ritmo sin pausa pese a esos escenarios reducidos.

Y como en el teatro, si el texto se lleva la mitad de la ovación, la otra mitad se la llevan los actores. El trabajo de todos los secundarios en Loca es sencillamente perfecto, pues cada uno construye su discurso y el personaje clave en la historia (otra cualidad de Loca: no le sobra ni falta nada), y el de la pareja protagonista, impresionante. Dreyfuss, que como siempre hizo en su ya mítica carrera, llena de matices su apelativo personaje y lo humaniza; y Barbra Streisand se esconde tras la máscara física, vocal y emocional de una mujer impulsiva y exultante, que pese al drama que vive, posee un sentido del humor brillante. Su interpretación se sale del esquema habitual en el que se le tiende a encasillar, ofreciendo un difícil retrato de Claudia Draper.

Una mujer acusada de loca, llena de dolor y resentimientos, cuyos claroscuros interiores no le impiden mirar la vida a la cara y salir adelante con honestidad sobre quien es y que es lo que quiere conseguir. Un personaje fascinante y dual que sólo pidió que fuese tratado como una persona, que se le juzgara en base a lo que había hecho, no a las suposiciones acerca de quién era. Pues sólo era una mujer, con un pasado en suspenso, pero que quería vivir un futuro: aunque sólo fuese un paseo por la quinta avenida.

Un gran director de actores como Martin Ritt hizo posible esta prueba de fuerza mayor: lograr que te interese hasta el último momento un personaje "loco", que se esfuerza por escupirte su mal genio, su desgracia oculta, su rabia infinita sin ningún interés por conmoverte. A toda costa quiere navegar por un mar de odio... Incluso machaca a su pobre abogado, y entre ambos, estupendos Streisand (nunca más volvería a un papel dramático) y Dreyfus, logras mantenerte en pie y llegar al final en el que comprenderás la causa del terrible mal que corroe a la protagonista. Es una película incómoda en gran parte de su metraje.
También destacan unos secundarios de lujo: Malden, Stapleton. Wallach...
Martin Ritt es uno de los pocos realizadores norteamericanos vivamente interesado por temas sociales. Aquí lo combina con crimen y sexo, pero el mensaje sigue siendo el mismo: el abuso de poder de la burguesía no conoce límites. Se los tienes que imponer.