El mirón (1977)

Todas las parafilias resultan extraordinarias cuando las oyes de otros, y subrealistas cuando se tratan de ti. Enterarte que a la vecina le pone hacerlo vestida de porno-chacha es morboso, pero si te lo pide tu pareja, ya no es morboso, si no que resulta desconcertante. Lo primero que piensas es de dónde habrá sacado esa idea y con quién la habrá probado. Imagínate que te venga diciendo que quiere verte como fornicas con otra persona. A cuadros te deja.

A esta trama se le podía haber sacado mucho partido, pero se enreda en escenas carentes de interés, diálogos vacíos, y el puritanismo de la España de la transición. Aburre, y mucho. Para el españolito de la época, que se tocara un tema tabú debió ser la repera, pero 40 años después estamos curados de espanto. De hecho, alguien que hoy en día sólo haga el perrito y el misionero, da más pena que otra cosa.