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The Invocation of Enver Simaku (2018)

The Invocation of Enver Simaku
106 min.
4,6
110
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Disponible en:
Suscripción
free
Tráiler HD (INGLÉS y ALBANÉS con subtítulos en español)
Sinopsis
18 años después, Julien vuelve a Albania con el objetivo de entender la muerte de su esposa Ángela. Con la ayuda de sus antiguos colegas, se adentrará en un mar de grabaciones, informes policiales y visiones del Más Allá. (FILMAFFINITY)
Género
Terror Intriga
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
The Invocation of Enver Simaku
Duración
106 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
2018: Festival de Sitges: Nominada a Mejor película (Sección Noves Visions) .
5
NOS DIÓ LA HORA EN ALBANIA: TIC-TOC, TIC-TOC... ¡KUKUDH!, ¡KUKUUUUUUDH!
El equipo de Marc Lledó Escartín elabora una propuesta ambiciosa, cuyo resultado a primera vista puede llegar a parecer de todo menos conseguido y eficiente, pero que bajo la desaborida sensación que deja al final, por lo menos da pie a formular más de una hipótesis, reflexión o lectura, si, una vez vista, al cabo del tiempo, su contenido ha logrado madurar lo suficiente.

En su único largometraje hasta la fecha, el realizador catalán nos lleva a un viaje a lo desconocido, en varios sentidos, partiendo de un tópico tan usado como simple, a la vez que generador de expectativas aventurescas, ubicándonos diegéticamente en la primera persona del protagonista: ese personaje calvo, luciendo perilla, que en el póster promocional aparece con los ojos cerrados, escudriñando la presencia de sonidos a los que parece querer invocar (valga la redundancia) para que le den respuestas. Un personaje en el que, a primera vista, se me antojó ver a John Malkovich. Pero no, es Julien Blaschke; y me van a decir: «¡vamos, se parecen lo que un huevo a una castaña!» (vale decir que Malkovich habría sido grande en este papel).

En su búsqueda por Albania, con la ayuda de antiguos contactos (Mariana, interpretada por una relativamente eficaz, delante de la cámara, Marina Talpalaru), dieciocho años después de su tragedia, de respuestas que le permitan completar el proceso de aceptación y asimilación del asesinato de su esposa y compañera de reportajes, Julien (coincide el nombre del actor con el del papel que interpreta) nos coje de la mano para llevar a cabo su investigación.

Lo más interesante de su periplo, y que es el factor fundamental en la génesis y sustento de la tensión dramática, es la progresiva transformación de la naturaleza de la dilucidación que Julien va a procurar dar a los hechos, desde la acérrima y más escéptica racionalidad, pasando por abrir la puerta a lo sobrenatural, hasta incluso como deseando su plausibilidad y, al final, intentar comprenderlo. Hasta conjurar aquello que, a pesar de ir intuyendo, y a la par hacer intuir al espectador durante el desarrollo del guion, de manera muy subterfugia, parece muy ajeno a su sistema de concebir el mundo.

El rollo de Marc Lledó, en sus ochenta y ocho minutos de duración, consigue zafarse de cualquier etiqueta de género, e incluso en primera instancia que nos olvidemos de la categoría del terror, para trazar algo que recuerda a películas como «Las Flores de Harrison» (2000), o incluso «Missing» (1982); ubicando el prolegómeno de la muerte de la mujer de Jean en el convulso episodio sociopolítico que vivió la república balcánica a finales de los 90: alborotos y revueltas que se saldaron con más de 2000 muertos, nos da la sensación de movernos más en una crónica de guerra de Pérez Reverté, que en una historia de espíritus y de demonios.

Hasta las referencias al oscuro folklore de los nativos del lugar donde tienen lugar las pesquisas de Julien, son incorporadas como un efecto más de la estampa o postal que se nos pinta de un país del que el común de los mortales bien poca cosa conoce, a parte de su bandera roja con el aguilucho negro bicéfalo, y su posición geográfica entre el Jónico y el Adriático.

El trabajo de María Santolaria, lo mejor de la factura técnica, nos va regalando hermosas vistas del ignoto país (de hecho, las más comunes y emblemáticas que podríamos encontrar en una guía turística), y retratos de sus gentes y su modo de vida, queriendo imprimar ese toque de realismo del que se hace gala en los primeros títulos, con letras rojas: «this is a true history», al son de balidos de ovejas y lejanos ladridos de perros, abriéndose el telón sobre tres hermosas postales, en lo que representa un amanecer en la campiña albana. La frescura de estos parajes exteriores contrasta con una rica diversidad de interiores (el rústico interior de la casa de los Simaku, la acomodada morada del sacerdote ortodoxo, la habitación del hotel donde se hospeda Julien…), todos ellos con un tratamiento de textura y luz diferentes, pero teniendo en común el plus de la atmósfera del misterio y lo siniestro.

La banda sonora de Manu Ortega es tan decente (dentro de lo convencional que exige el tipo de narrativa de la película) como insulsa. Pues tampoco se le pide más, ya que su función no es otra que acompañar y alimentar la parsimonia del compás al que va avanzando la acción.

Los respectivos códigos de la dirección de fotografía, la banda sonora, ya marcan desde el principio la deriva que tomará, lentamente, hacia el mundo de lo sobrenatural. Usando siempre como puerta de entrada, estos elementos propios del tipismo tradicional i popular de los locales, cuyo sustrato se remonta a las antiguas tribus ilíricas que poblaban la zona, y con similitudes y paralelismos varios con la imaginería greco-romana.

Concretamente, esta cinta se centra en la figura mitológica del «kukudh», ser que, según la zona geográfica de influencia albanesa es concebido como un cadáver revivido de entre los muertos para embrujar a los vivos, equiparable al zombie, la momia o el vampiro («lugat», como se llamaría en lengua nativa); o un demonio hembra ciego, portador de la enfermedad.

Tomándose sus licencias, Marc Lledó toma a este fulano paticorto y con cola de cabra, y en esta diabólica figura centra el argumento de las averiguaciones emprendidas por un reportero que en su afán de encontrar al «asesino» de su esposa, sufrirá él mismo un proceso de transformación espiritual.

Estéticamente, el filme tomará la forma de una especie de pseudo-reportaje en primera persona, que echa mano (no podía ser de otra manera) de los recursos propios de la profesión periodística: la entrevista, la búsqueda y análisis documental…, de modo que Julien Blaschke aparecerá como una rara amalgama de Richard Kapuscinski e Iker Jimenez («Cuarto Milenio») en su papel.

El «script» describirá la metamorfosis del personaje de una manera muy sutil, y como en una espada de doble filo,
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Miedos ancestrales en un terrorífico cuento.
Tras reponernos del susto inicial de volver a visionar otra cinta found footage, nos acercamos con curiosidad a un producto que mezcla esto último, por suerte en pequeñas dosis, con un documental dramatizado. El cambio no nos ha acabado de convencer ya que no profundiza excesivamente en un género, el documentary, que ha dado grandes títulos y en el cual han participado grandes cineastas como por ejemplo Martin Scorsese con obras del calibre de My Voyage to Italy (1999) y No Direction Home (2005), y Jonathan Demme en sus ya celebres films acerca de un genio como Neil Young.

Suponemos que Marco Lledó Escartín no pretendía tanto ya que se queda a medio camino entre lo comentado anteriormente y una burda dramatización que tiene como telón de fondo posesiones satánicas provenientes de la siempre "electrizante" Albania.

Julien regresa a Albania con la determinación de esclarecer la razón por la que murió su esposa Ángela. Para ello cuenta con la colaboración de todo tipo de personajes de la población albanesa de la actualidad que a través de oscuros registros audiovisuales, archivos policiales y visiones del más allá intentan ayudar a su comprensión, hasta que el miedo libere el terror nuevamente.

Extraño film con una difícil digestión. A eso no ayuda para nada un ritmo algo lento y unas escenas cargadas de nostalgia rural, por cierto muy bien conseguidas. Pero no solo de escenografía vive el cineasta. Eso, con ser muy importante, no tapa lo verdaderamente importante como puede ser una buena historia. Y aquí nos encontramos con algo que hemos visto infinidad de veces, aunque utilice otros nombres sacados de la iconografía local, que dicho sea de paso, tampoco difieren mucho de lo que estamos habituados a ver en este tipo de films.

Llama la atención la acertada mirada acerca de un país perfectamente desconocido hasta 1991, año de creación de la actual República de Albania. ¿Antes?, pues un oscuro periodo que parte en 1944 con la creación de una democracia popular socialista, bajo el liderazgo del dictador Enver Hoxha. No creo que sea del interés de todo el mundo, pero es de agradecer el empeño en mostrarnos un país que si os ponemos un mapa ciego no sabríais ni donde está.

En el apartado técnico nombrar la fotografía a cargo de María Santolaria. Tiene la suerte de rodar en exteriores casi vírgenes, de los cuales más de un especulador soñaría con hacer un resort.

En las interpretaciones personajes oscuros, pero con algún que otro bagaje detrás, como por ejemplo Antonio de la Cruz, sin ser el protagonista. Este papel recae en Julien Blaschke que también presta su voz en off en todo el metraje. Del resto destacar a Paula Baixauli y las veteranas Tinka Kurti y Margarita Xhepa.

Ideal para todo aquel que ame los films novedosos con un trasfondo histórico. Quedará encantado. El resto de los mortales puede que tengan miles de alternativas.

http://www.terrorweekend.com/2018/10/the-invocation-of-enver-simaku-review.html
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3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
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