Margolaria (El pintor) (2019)

En una obra donde la casualidad no existe, descubrimos que el sino tras cada elección vital no es otro que el retorno al punto de inicio: “Al final, tropiezas con el silencio”. Gracias a tener esta pauta en cuenta y saber transportarla a la pantalla impregnada de franqueza descriptiva -exenta de excesiva ornamentación-, Oier Aranzabal ha conseguido transcurrir por caminos estimulantes para cualquier espectador inquieto que acepte el billete hacia el viaje incesante de un cantautor en busca de las claves del silencio.

Mikel Urdangarin decidió dejar la enseñanza para volcar su vida en la música: con la guitarra entre las manos y el euskera en sus letras, muchos tildaron su atrevimiento de delirio. Ahora, sin embargo, la perspectiva es distinta, su trayectoria es irrefutable y su quimera ha dejado de serlo. Veinte años más tarde de aquel punto de inflexión somos testigos de una búsqueda interna de significados y convicciones, filmada en un impoluto formato monocromático que transporta al origen con la calidez de los primeros pasos, desarrollando un documental en forma de road-trip espiritual, hasta descubrir que la meta no debería ser nunca alcanzable: si ésta se satisface, el resto carecería de sentido.

No hay momento alguno del metraje en que necesitemos que los nombres de los acompañantes del protagonista sean rotulados, pues con todos ellos comparte un vínculo íntimo y artístico innegable que flanquea la pantalla mientras le permite acercarse más a la síntesis del proceso creativo en sus argumentaciones. Introducida inicialmente por el artista plástico Alain Urrutia, desarrollada en pequeños fragmentos de conversaciones y percutida en la globalidad del conjunto, la idea de la creación se enfoca desde un plano de opuestos generadores de un movimiento circular (bidireccional) continuo: igual que se referencia el sentido de la vida desde el mismo significado de la muerte, podemos hablar del entendimiento en la amistad desde la comprensión de la soledad, o la comprensión de la música desde la complejidad del silencio. El recorrido incesante entre los polos genera la mutación en la vuelta al retorno; en el camino quedan las pinceladas de ondas en el lienzo sonoro de la música.

CarlosDL - Colaboración en http://redrumcine.com/

Oier Aranzabal dirige su primer largometraje, en lo que es un trabajo muy personal y minucioso sobre dos vizcaínos que son unos genios en sus profesiones artísticas, pero que son desconocidos salvo por los círculos más cercanos al mundo de la música y la pintura ( al menos en mi caso reconozco que desconocía sus trabajos ). Tomando como punto de partida una exposición en donde coincidió con el cantante Mikel Urdangarín y el pintor Alain Urrutia, y partiendo del conocimiento del director del mundo de la música ya que, aunque es periodista y director de cine en sus ratos libres es músico en el grupo Lou Tupet, y decidió hacer un largometraje documental en donde se diera a conocer al pintor y sobre todo al músico, tanto a nivel personal como sobre todo profesional.

El proyecto fue grabado durante dos años, con muchas horas de grabación, de lo que posteriormente se tuvo que editar en la sala de montaje para dejarlo en menos de 2 horas de metraje, que resuma los momentos claves de ambos personajes, y que se inicia y termina con la misma frase dicha por Mikel después de un concierto en relación a la importancia de " el silencio "( Algunos sonidos solo pueden esconderse en silencio ), y que tuvo que grabarse en diferentes países y ciudades.

La película tuvo su presentación en la pasada edición del Festival de cine de San Sebastián en la sección Zinemira ( en donde se engloban proyectos producciones vascas ), y comienza con un prólogo presentándonos a Mikel en un concierto, para comenzar con una conversación vía Skype entre los dos protagonistas y amigos, el cantante desde Vitoria y el pintor en su domicilio londinense, y en ese momento surge la invitación del segundo para que el cantante vaya a visitarle y así le enseñe la ciudad, pasen unos días juntos y el primero componga un tema, en concreto " Margolaria " en referencia a su amigo.

Me gustaría destacar, además del complejo montaje, la fotografía en blanco y negro ( destaco las imágenes de Londres desde lo alto del London eye mientras abordan temas importantes ) y poder conocer la música del cantautor, que desconocía y me ha parecido magnífica, así como los trabajos del artista y pintor, y todo ello con pinceladas de la vida de dos solitarios, y con algo de crítica social sobre todo en la estancia del cantante en Okinawa, en donde sale a relucir los colonialismos y la situación del País vasco ( esos temas nunca salen del protagonista, sino que únicamente escucha la opinión de alguien que vive en Japón ), y en ese diálogo también me gustaría destacar como se insertan unas imágenes de animación muy bien diseñadas y relacionadas con lo que nos están contando.

La historia de dos talentos solitarios, que viven a gusto haciendo lo que les gusta, aunque en el caso del cantautor para ello tuvo que renunciar a un puesto fijo como maestro, y que puede servir como resumen de la vida de los artistas que no provocan un movimiento de masas a su alrededor y que tienen que esforzarse día a día por sacar adelante nuevos proyectos valiéndose de su ingenio y de muchas horas de dedicación a la pintura y el arte, o a componer canciones y dar todo en el escenario.
Recomendable a los que quieran conocer a los protagonistas, y a los que ya sabían de su existencia y les quieran ver en sus lugares de trabajo y conocer algo de su vida privada.

LO MEJOR: La sencillez del proyecto y la naturalidad de los personajes, la labor de montaje y la fotografía en blanco y negro.
LO PEOR: Se centra más en el cantautor que en el pintor.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net