Hysteria (1965)

Con este atrapante thriller psicológico se cerraba esa especie de trilogía temática que la Hammer encargó a dos de sus más insignes colaboradores, como eran el director Freddie Francis y el guionista Jimmy Sangster. Tras el éxito y las buenas críticas obtenidas por los dos títulos anteriores ("Paranoiac" y "Nightmare"), la idea de continuar con este tipo de historias parecía una apuesta segura. Sin embargo, en "Hysteria" se introdujeron una serie de variantes que a priori podían entrañar más riesgo. La primera fue poner a un actor norteamericano (Robert Webber) como protagonista absoluto, algo que si bien suele ayudar a vender el productor a nivel internacional, también puede ser un arma de doble filo si el elegido no es el más adecuado. Las otras variaciones se centraron más en aspectos técnicos como la dirección artística, especialmente en cuanto a escenarios o ambientación, y en la elaboración del guión. Así, en cuanto a lo primero, desaparecía la clásica y siniestra mansión para dar paso a un moderno edificio, una torre de apartamentos que, al estar todavía deshabitada, podía resultar tan inquietante y misteriosa como las habituales casonas góticas. Mientras que, a nivel de historia, también el motivo recurrente de la locura parecía eliminarse para dejar paso a otro trastorno muy querido del género: la amnesia.
Con estos elementos y un guión de Sangster bastante eficaz, lleno de giros y sorpresas aunque también algo tramposo y lleno de referencias a "Las diabólicas" y "Psicosis", Freddie Francis volvió a demostrar sus cualidades y virtudes para este tipo de cine. Su estilo contenido, el adecuado uso del suspense o el enorme oficio del director, patente en la atención a todos los pequeños detalles, salen a relucir constantemente y nos garantizan que la historia nunca va a perder interés o atractivo. La producción contó también con un buen reparto encabezado por el ya mencionado Robert Webber ("No te vayas a dormir"), su compatriota Lelia Goldoni ("El teatro de la muerte") y varios secundarios ingleses habituales de la época, como: Jennifer Jayne ("Dr. Terror"), Anthony Newland ("La carrera de la muerte") o Maurice Denham ("A merced del odio").
Cabe también destacar la expresiva fotografía de John Wilcox y la partitura jazzistica de Don Banks, muy al estilo de la época.
El resultado final es otro apreciable film de intriga y suspense con ese regusto clásico que los hace tan disfrutables.