Tráiler (ESPAÑOL)
Ver 2 más- Sinopsis
- Eduardo es un obsesivo y eficiente trabajador de una empresa petrolera que parece desprovisto de cualquier tipo de emoción. Quizá haya archivado su historia en su casa de Río Grande, pero su solitaria rutina se ve alterada cuando le piden que vaya unos días a Ushuaia. El viaje y el reencuentro con un viejo amigo y su familia lo sacan de su marasmo vital y despiertan en él algo que lo empuja a reconstruir su pasado y a replantearse su presente y su futuro. (FILMAFFINITY)
- Género
- Drama
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 2013 / Argentina
- Título original:
- La reconstrucción
- Duración
- 93 min.
- Guion
- Música
Premios
Cuando el dolor llama a tu puerta
2 de abril de 2013
En su cuarto largometraje, el realizador argentino Juan Taratuto se arriesga con un fuerte cambio de género, tono y registro. Si bien mantiene a Diego Peretti como protagonista, se sumerge en terrenos más ásperos y oscuros. Ese cambio también se refleja en el paisaje: abandona la gran ciudad para viajar hasta el sur patagónico donde aborda conflictos y sentimientos inéditos hasta ahora en su filmografía (“No sos vos, soy yo”/ “Quién dice que es fácil” y “Un novio para mi mujer”).
Eduardo (Peretti) es un obsesivo y eficiente trabajador en la dura industria del petróleo. Desconectado de cualquier tipo de emoción, parece una isla abandonado en sí mismo: se desentiende de sus dolores físicos y de su apariencia, está siempre desalineado, no se saca los guantes de trabajo ni para comer y duerme como un faquir sobre una cama que parece una catrera de campaña. De su pasado nada se sabe pero sus días presentes lo muestran en una soledad que solamente mitiga trabajando. No es casual que sean las vacaciones impuestas por reglamento, lo que dispara el proceso de humanización del personaje. A pesar de su desinterés por todo lo que lo rodea, aparece la decisión de ocupar su tiempo libre con un amigo lejano que necesita de su ayuda. Él no sabe bien los detalles pero parte hacia Ushuaia para averiguarlo.
Hasta aquí, las palabras se administran con cuentagotas y las acciones, con planos y gestos elocuentes. Todo converge para transmitir el grado de aislamiento, desconexión y amargura que acumula Eduardo bajo una máscara impasible. Fuera del marco de una estética televisiva, desde la puesta en escena y el montaje, la vida aparece mirada por los cristales del protagonista, con un guión trabajado desde el punto de vista de la puesta en escena y la parquedad verborrágica de los personajes.
El dolor, sus efectos y reparaciones son el gran tema de la película pero no tanto el dolor físico sino más bien el sufrimiento interno. La pérdida irreparable en la historia que se cuenta es un punto de giro en la vida de cada uno de los personajes y la posibilidad de reformular; de seguir viviendo y aceptando que es así. La reparación o reconstrucción es intrínseca, comprendiendo que la muerte es parte del contrato, que está en el tablero de juego, aunque no se quiera ver. La película subraya la posibilidad de que las pérdidas deberían potenciar los lazos que subsisten. Al hablar del dolor, el excelso poeta César Vallejo decía que “... de resultas del dolor,/ hay algunos que nacen, otros crecen, otros mueren’’ . Son éstas las opciones para el personaje, que comienza acorazado emocionalmente, pero que logra ponerse en movimiento. Sin buscarlo, el azar golpea a su puerta para darle la posibilidad de volver a construirse.
A pesar del componente dramático, el director asegura que este filme tiene la esencia de sus tres comedias anteriores que coinciden en el interés de ahondar en las relaciones humanas. El enfoque puede ser algo más duro que en las otras, pero esa esencia se mantiene. Eduardo comienza a transitar un camino que viene desde su pasado y que lo pone en el presente con la necesidad de bucear más profundo, tal vez de forma muda, pero siempre con movimiento. La película tiene una mirada optimista de la vida, porque sigue atravesando historias de personajes, de relaciones humanas que pueden mejorar, de ahí la continuidad. “La Reconstrucción” abre un mundo que sigue decantando después de verla, emociona desde lo profundo. Párrafo aparte merece la sensible iluminación, sorprendente en algunas escenas intimistas, como una de las más dramáticas entre los también buenos actores Claudia Fontán y Alfredo Caseros -que se muestra a contraluz- donde el espectador se siente un espía de momentos inefables. Allí, además, con naturalidad asombrosa el guión se permite un guiño cómico para cerrar un momento de máxima emoción.
Eduardo (Peretti) es un obsesivo y eficiente trabajador en la dura industria del petróleo. Desconectado de cualquier tipo de emoción, parece una isla abandonado en sí mismo: se desentiende de sus dolores físicos y de su apariencia, está siempre desalineado, no se saca los guantes de trabajo ni para comer y duerme como un faquir sobre una cama que parece una catrera de campaña. De su pasado nada se sabe pero sus días presentes lo muestran en una soledad que solamente mitiga trabajando. No es casual que sean las vacaciones impuestas por reglamento, lo que dispara el proceso de humanización del personaje. A pesar de su desinterés por todo lo que lo rodea, aparece la decisión de ocupar su tiempo libre con un amigo lejano que necesita de su ayuda. Él no sabe bien los detalles pero parte hacia Ushuaia para averiguarlo.
Hasta aquí, las palabras se administran con cuentagotas y las acciones, con planos y gestos elocuentes. Todo converge para transmitir el grado de aislamiento, desconexión y amargura que acumula Eduardo bajo una máscara impasible. Fuera del marco de una estética televisiva, desde la puesta en escena y el montaje, la vida aparece mirada por los cristales del protagonista, con un guión trabajado desde el punto de vista de la puesta en escena y la parquedad verborrágica de los personajes.
El dolor, sus efectos y reparaciones son el gran tema de la película pero no tanto el dolor físico sino más bien el sufrimiento interno. La pérdida irreparable en la historia que se cuenta es un punto de giro en la vida de cada uno de los personajes y la posibilidad de reformular; de seguir viviendo y aceptando que es así. La reparación o reconstrucción es intrínseca, comprendiendo que la muerte es parte del contrato, que está en el tablero de juego, aunque no se quiera ver. La película subraya la posibilidad de que las pérdidas deberían potenciar los lazos que subsisten. Al hablar del dolor, el excelso poeta César Vallejo decía que “... de resultas del dolor,/ hay algunos que nacen, otros crecen, otros mueren’’ . Son éstas las opciones para el personaje, que comienza acorazado emocionalmente, pero que logra ponerse en movimiento. Sin buscarlo, el azar golpea a su puerta para darle la posibilidad de volver a construirse.
A pesar del componente dramático, el director asegura que este filme tiene la esencia de sus tres comedias anteriores que coinciden en el interés de ahondar en las relaciones humanas. El enfoque puede ser algo más duro que en las otras, pero esa esencia se mantiene. Eduardo comienza a transitar un camino que viene desde su pasado y que lo pone en el presente con la necesidad de bucear más profundo, tal vez de forma muda, pero siempre con movimiento. La película tiene una mirada optimista de la vida, porque sigue atravesando historias de personajes, de relaciones humanas que pueden mejorar, de ahí la continuidad. “La Reconstrucción” abre un mundo que sigue decantando después de verla, emociona desde lo profundo. Párrafo aparte merece la sensible iluminación, sorprendente en algunas escenas intimistas, como una de las más dramáticas entre los también buenos actores Claudia Fontán y Alfredo Caseros -que se muestra a contraluz- donde el espectador se siente un espía de momentos inefables. Allí, además, con naturalidad asombrosa el guión se permite un guiño cómico para cerrar un momento de máxima emoción.
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15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mirando los créditos
22 de abril de 2013
Fin de la película. Comienzan los créditos y la melancólica música de cierre acompaña el silencio de la sala y los pocos primeros movimientos de salida de los espectadores. La mayoría no se mueven.. permanecen en silencio, concentrados aún en la pantalla y con tenues sonrisas en sus caras. Eso da la pauta de que la historia, en general, gustó. Ya ha dicho la crítica en Argentina que este trabajo es un quiebre en la filmografía de Taratuto, arriesgando en un cambio de género: drama puro y duro en vez de comedias hechas y derechas, como lo fueron "No sos vos, soy yo", "Quien dice que es fácil" y "Un novio para mi mujer". La narración hasta la mitad es árida, dura y difícil como la geografía de la estepa patagónica en donde se desarrolla, aunque no peca de aburrida. Luego gana en diálogos y situaciones más digeribles. La actuación de Peretti es convincente, las de Casero, Fontán y sus hijas adolescentes son también muy destacables. El director se cuidó de evitar golpes bajos y edulcoramiento, lo que se agradece especialmente. El final no es sorprendente, lo que para alguno pueda resultar sinónimo de previsible. A mi modo de ver hay un par de escenas que se me hacen difíciles de creer y hacen trastabillar en parte la historia, pero no llegan a desmerecer el conjunto. Redondeando: yo soy uno de esos tantos que se quedaron mirando los créditos y disfrutando la música, concentrado y satisfecho. (Sigue un poquito en spoiler)
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10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
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