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Cicatrices del recuerdo (1950)

Sinopsis
Un joven graduado en la escuela de derecho es contratado por una firma de abogados, ocultándoles un secreto: la más mínima gota de alcohol la hace pasar a un estado avanzado de embriaguez. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Big Hangover
Duración
82 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
5
“Sería muy fácil para una chica hacerle feliz”
La segunda de las tres películas que rodó el guionista Norman Krasna mejoró un poco la pobre impresión de su debut cinematográfico “Princess O’Rourke” (1943). Escrita, producida y dirigida por el propio Krasna, es una película de anécdota argumental mínima en el que un joven, interpretado por Van Johnson –que tan bien sabía representar la inocencia del norteamericano medio- con alergia al alcohol, gana una beca para un prestigioso bufete de abogados. Allí conoce a la hija de uno de los socios –Elisabeth Taylor- de la que se enamorará.

Comedia previsible de escasa progresión dramática y bastante repeitiva –los divertidos efectos del alcohol en el protagonista-, resulta más interesante por las pinceladas antirracistas del guion, la confrontación entre dos universos sociales -él de origen humilde y ella de alta cuna- y el suave tono de denuncia del clasismo laboral y de las dificultades de los representantes públicos frente a los grandes y preparadísimos bufetes de abogados –en ese sentido, la intervención del fiscal en la cena de los abogados es casi lo mejor de toda la película-.

El trabajo de los protagonistas es de muy buen nivel, en especial el de Elisabeth Taylor que ilumina la pantalla en cuanto aparece, acompañada por un divertido y entonado Van Johnson con el que crea una gran química.
Simpática, a ratos interesante, a ratos repetitiva, es simplemente una agradable comedieta.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Miscelánea
No sé qué han pretendido hacer aquí. Pero, a mí, no me gusta el resultado. No la he entendido en absoluto.
Parece que Krasna hubiera decidido coger algunos pedazos de los ingredientes principales de otros géneros, comedia elegante, comedia absurda, drama romántico, drama comprometido, ética laboral y lucha de poderes, para mezclarlo sin orden ni concierto y, lo que es peor, sin aparente objetivo coherente final.
Ni encuentro humor ni encuentro drama. Las conversaciones de Johnson con el perro no me interesan y sus cogorzas tampoco. Su tratamiento con la guapa Taylor, menos. La mala jugada que le guardan en la mesa más que risa me produce pena y su toma de conciencia me parece un pegote, incluso el discurso de Ames me parece fuera de lugar y artificial. ¿ A qué maestro han querido imitar?
Quien mucho abarca poco aprieta y esta amalgama de géneros sólo está reservado para unos pocos privilegiados, los grandes genios.
Liz Taylor está en el apogeo de su belleza. Contemplar ese rostro sí es un grandísimo placer.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
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