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The Betrayal (Daisatsujin Orochi) (1966)

The Betrayal (Daisatsujin Orochi)
87 min.
6,9
45
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Escena (JAPONÉS)
Sinopsis
Un joven estudiante de un famoso dojo es presionado a declararse culpable de un desleal asesinato para salvar a la familia de su hermosa novia. El mundo real, que existe fuera de los acartonados e hipócritas confines de la sociedad samurai, golpea (pero no lastima) al otrora hombre idealista con inolvidable e increíble mala suerte. Soporta muchas dificultades, sólo para volver y descubrir qué tan deshonrosos son sus compañeros de élite en verdad. ¡Y esto es sólo el principio! No importa cuán sombrío el espectador puede llegar a especular que sea el resultado, no hay posibilidad de adivinar la resolución de esta increíble historia. (FILMAFFINITY)
Género
Acción Drama Japón feudal Samuráis
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Daisatsujin orochi (The Betrayal) / Great Slaughter & The Serpent
Duración
87 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
8
El deshonor del samurái (反乱侍)
Un hombre. Frente a él más de setenta enemigos. La superioridad numérica no tiene absolutamente nada que ver.
Ellos cuentan con su fe en el espíritu invencible del samurái para salir victoriosos, pero él es quien más posibilidades tiene de vencer...pues no cree en nada, sólo en la victoria misma.

Pocas secuencias en el "chambara" provocan tal sensación de asfixia y desolación como la de esos minutos antes de la carnicería; toda una sociedad, refugiada en unos principios inútiles, en una fe cínica, en un honor y linaje que es la excusa perfecta para dar rienda suelta a las más terribles muestras de poder y ambición, contra un individuo solo. Antes de que la katana furiosa de Takuma desgaje por lo sano este cúmulo de hipocresías y opresiones, el blanco y negro ferruginoso que provee Chikashi Makiura modela una atmósfera irrespirable que aplasta nuestros pulmones...
En realidad se viene a recrear, de una forma mucho más estilizada y violenta, el clímax de "Orochi", la cual haría que Buntaro Futagawa se alzase como astro de su generación gracias a esta mítica producción de los tiempos del mudo donde ya se ponía en entredicho la falsa moralidad del samurái a través de las desventuras de Heisaburo. A mitad de los '60, y en plena fiebre del "ken-geki" contestatario, Daiei planea una conveniente nueva versión con una de sus estrellas, Raizo Ichikawa, bajo la dirección del hábil Tokuzo Tanaka, quien por fin puede desligarse de los films de consumo rápido pertenecientes a sagas para atender un proyecto más personal.

Seiji Hoshikawa mantiene la premisa original y ciertos puntos conectores, pero confecciona una historia más elaborada a partir de la de Rokuhei Susukita que ya se inicia con un gesto de desprecio cuando el duelo de Denshiro Kashiyama es rechazado por los estudiantes del dojo Isaka; el segundo viene dado cuando éste último se encuentra en el camino a otros dos alumnos y se burla de ellos creyendo que puede hacerlo (debido a su casta de mayor poder y riqueza); el tercero y el peor es la venganza que toman por esta burla: un ataque mortal por la espalda.
Tres acciones con las que se dejan por los suelos los códigos del bushido y desencadenantes de una tragedia terrible que hará pedazos el clan Isaka. Ichikawa es ahora Takuma, el guerrero que, por obligación y respeto a su maestro, debe fingirse sospechoso del crimen hasta que sea descubierto el auténtico (Jurota, quien lo mantiene oculto); tajantes intenciones las del guión, que revela una era feudal tétrica y desencantada, donde aquellos que siguen el camino de la verdad y la bondad acaban como víctimas de los pérfidos, los irrespetuosos. Mejor es no creer en nada. Takuma es víctima a todos los niveles de su bondad y así se demuestra cuando la mala suerte se abalance sobre él sin compasión.

En su exilio voluntario por salvar el honor de su clan, que mientras tanto ha evolucionado y conspirado contra él, es testigo de situaciones cual Zatoichi que poco a poco irán destruyendo cada vez más su fe en los códigos y la moral, hasta el instante, realmente triste, en que descubre la negra verdad, la de que las promesas no tienen valor, que no existe la piedad; como sus coetáneos en ese momento, Tanaka no escatima en hacer surgir la cara más indigna de los humanos y escupe rabioso a toda bendición de la tradición, precipitando la historia, de veloz ritmo, al desasosiego y vapuleando al espectador del mismo modo que a Takuma.
Mientras un bandido repugnante que le roba y le usa, la malparada dueña de una posada que le cuida de sus heridas (genial Shiho Fujimura), una pareja infeliz a punto de suicidarse por culpa de una mala situación económica o un empresario mentiroso figuran cómo la corrupción social exprime las vidas de los inocentes, Takuma, sin rechazar los principios de su ética, asiste impotente a una traición universal, suficientemente poderosa para transformarle en un hombre insensible y endurecido (similar a la evolución de Kyoshiro Nemuri, también encarnado por Ichikawa).

No es de extrañar que todo este resentimiento guardado y que corroe el alma del héroe salga en viscerales ráfagas de violencia en ese último tramo que permanece como una de las secuencias más memorables del género y del cine nipón en general; recogiendo el testigo del clásico de Futagawa, Tanaka roza la perfección como director de acción por medio de unas coreografías minuciosas y elaboradas mientras Ichikawa pone al límite sus capacidades físicas en este tour-de-force que es como la versión individual del clímax de "Trece Asesinos", generando tal fuerza y desenfreno durante su escaso cuarto de hora que acabamos sin aire al igual que el pobre protagonista.
La incomprensión y la crueldad samurái se han cortado a base de giros de katana y han sido necesarios docenas de cadáveres para alcanzar cierto grado de justicia; el honor que se respira es el hedor de la carne desmembrada y la sangre mezclada con la arena y el sudor, un espectáculo descorazonador, y mientras el Heisaburo original sucumbía por su honor, este Takuma, al rechazarlo, es capaz de sobrevivir junto a su querida Namie (manteniendo el nombre del personaje, ahora la estrella Kaoru Yachigusa le da vida, como paradigma de la injusticia aplicada también a las mujeres de las familias samuráis, forzadas al dolor, al sacrificio, al mutismo y la resignación).

Siguiendo estos ideales, el cineasta vuelve a hacer gala de un enorme talento para el drama, la denuncia social, la intriga y sobre todo la acción y la violencia (física y psicológica), de una impactante belleza formal.
Con la estimulante banda sonora del maestro Akira Ifukube, puede que "Daisatsujin: Orochi" resulte algo genérica entre tantas producciones en ese momento y que las comparaciones con su versión de 1.925 sean odiosas, pero posee suficiente fuerza para ser considerada entre las mejores y más influyentes de su estilo.
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