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Westward Desperado (1960)

Sinopsis
En este patriótico drama japonés situado durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército demuestra su coraje y la disposición a hacer cualquier cosa para ganar, ya que trata de colarse en la China comunista para traer de vuelta la bandera de un regimiento enemigo derrotado. (FILMAFFINITY)
Género
Acción Bélico Guerra Chino-Japonesa (II) II Guerra Mundial Secuela
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Dokuritsu gurentai nishi-e
Duración
107 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
7
Las tribulaciones de unos soldados japoneses en China: La captura de la bandera imperial
Volvemos a la Guerra Sino-Japonesa más absurda que se haya visto nunca con esos pobres soldados que dejamos allí en la frontera.
Ahora la misión es mucho más ambiciosa y arriesgada: ¡hay que jugarse la vida para rescatar la bandera imperial!

La capacidad de desconexión que imprime Kihachi Okamoto en sus películas entre su toque tan particular y el contexto y lugar donde sitúa la acción es una especie de don místico irrepetible. Cuando empieza la presente nos hallamos en mitad de una Manchuria que se ha transformado en un infierno; el enemigo chino nos pilla por sorpresa y cae el portador de la bandera imperial japonesa. Su sustituto la agarra y corre esquivando disparos y bombardeos como alma que lleva el Diablo, corre por la bandera, el orgullo de la nación; la épica y dicharachera marcha inventada "Yi-Liang-San-Su" resuena de fondo. Es uno de los prólogos más impresionantes que se han rodado en la Historia del cine bélico (también el más mordaz).
El hombre que se deja los pies a lo largo del desértico escenario es, por cierto, el mismísimo Okamoto, celebrando el absurdo de la guerra, que por desgracia tuvo que ver de cerca. Su 5.ª obra, "Dokuritsu Gurentai", presentaba esta visión y fue la causante de una revolución en Toho además de arrasar en taquilla; nadie esperaba que un joven casi recién ascendido a director pudiese adaptar con tal destreza el estilo occidental de aventuras y "western" a un escenario puramente japonés desmitificando de paso el género bélico por medio de la sátira y el humor. Fue la confirmación de un talento único y ello le llevó a obtener una mayor libertad creativa.

Como el productor Tomoyuki Tanaka quería otro éxito al año siguiente se prepara una especie de "secuela" con casi todo el mismo reparto en diferentes papeles (no estarán Koji Tsuruta ni Toshiro Mifune, por desgracia), y si antes el espíritu de rebeldía la encarnaba un solo hombre ahora se da a nivel colectivo en el grupo del teniente Samonji, quienes se aprovechan de su "muerte registrada" en batalla para sembrar la confusión entre sus oficiales. Con su estilo vanguardista e inventiva visual, Okamoto da vida al guión de su colega Shinichi Sekizawa, genio de los diálogos afilados.
Su combinación realza, mucho más que en la anterior película, la sátira y el absurdo a elementos vitales, mientras la trama deja las influencias del "thriller" y el "western" y en su lugar despliega una aventura que se va a adelantar en años a "Doce del Patíbulo": esos soldados renegados, para esquivar un más que posible consejo de guerra, deberán recuperar la bandera aún extraviada en territorio enemigo, muy codiciada por el capitán (Akihiko Hirata) de una base militar (idéntico lugar a la Shogunbyo que conocimos pero con otro nombre). Es la oportunidad perfecta para que el director plantee su tan chocante visión antibelicista.

De tono menos sombrío, "Dokuritsu Gurentai Nishi-e" apuesta por una farsa casi al estilo Blake Edwards, todo rezuma descaro, humor de corte "slapstick" e incluso números musicales típicos de la época, sin olvidar el drama y la fatalidad que subyacen a este escenario bélico, aunque poco se apega a ningún marco histórico y prefiere la extravagante ficción y la acción puramente visual, a lo cual ayudan unos carismáticos actores muy entregados a la parodia; Makoto Sato pasa a un rol secundario no distinto del desertor Okubo (y sin rebajar su capacidad para adueñarse de la escena cada vez que aparece en pantalla) dejando al joven Yuzo Kayama, en su primer papel protagonista, liderar el elenco.
El grupo de renegados persiguiendo a las mujeres encargadas de los suministros mientras a su vez les persiguen los militares chinos o su accidentado paso por el lago son el mejor ejemplo de lo imbécil que es la guerra para Okamoto en todos los sentidos. Más que la investigación llena de misterio de Okubo es esta premisa, la de capturar una bandera que todos quieren poseer; mientras para sus oficiales importa más ese inútil símbolo nacional, para Samonji lo primero es la vida de los soldados, un idealismo humanista claro y directo que lleva a la lucha de los japoneses contra ellos mismos (¿es o no una gilipollez la guerra?).

El director rebaja la violencia por exigencia de los productores, ya que la entrega previa fue muy criticada por su crudeza y acumulación de muertes tanto de un bando y otro, y logra que la gran hazaña a la que se lanza el grupo sea un compendio de géneros y situaciones que rayan en el surrealismo (a menudo ralentizando el ritmo). Soldados camuflados de granjeros, un japonés espía del enemigo (Tadao Nakamaru vuelve de villano), violentos bandidos, desertores, esta Manchuria está muy poblada y da pie a encuentros increíbles, resuelto por Toho con el empleo de cientos de extras y un alto presupuesto para espectaculares secuencias de acción.
El contrapunto romántico/dramático lo aporta la bellísima Kumi Mizuno, mientras que Ichiro Nakatani, ahora en la piel del proxeneta Hayakawa, tiene una función extraña (pareciera más bien el clásico "oni" del folklore que sigue a un grupo de guerreros en su aventura, siempre omnipresente en cualquier escenario, siempre dispuesto a ayudar a los héroes, sin embargo se deja claro que aquí no hay héroes de ningún tipo). Soldados u oficiales, japoneses o chinos, caen presa del retrato idiotizado o despiadado, pero nunca desde un malévolo sentido patriótico por parte de Okamoto.

Lo único que hace es distorsionar el pésimo recuerdo que le dejó la guerra hacia lo humorístico dinamitando, cual Fuller, los tropos tradicionales del bélico, y siempre, influenciado por Hawks, apelando a la camaradería y amistad por encima del caduco patriotismo.
De hecho una de las mejores secuencias del film es esa en que Samonji y el capitán Liang (un gracioso Masatoshi Sakai), tras haberse perseguido sin motivo, estrechan vínculos en el campo de batalla e incluso comparten anécdotas personales. Nadie nunca vio la guerra como el nativo de Tottori.
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