Una mujer destruida (1947)

Susan Hayward interpreta a una mujer que triunfa en el mundo de la canción y que se enamora de un hombre con bigotito. Se casan y empieza a ayudar a su marido para que salga adelante y lo consigue. Él empieza a cantar canciones de vaqueros en la radio hasta que el día que nace su hija se atreve con una canción de su repertorio. Entonces surge la oportunidad de ascender y logra el éxito total.
Pero el éxito del uno es el fracaso del otro. La mujer empieza a verse desplazada, ve a la secretaria como una rival y cada día nota más que su presencia es innecesaria. El marido aguanta carros y carretas pero al final se separa y se lleva a la niña.
Desgraciadamente la película se hace larga. La interpretación de Susan Hayward es realmente buena pero la emoción no cuaja y, como digo, la acción no invita a más, en todo caso a tomar una copa, si le apetece a alguien, claro.
Lo peor que hay en la vida, según cuentan los chinos, que fueron muy dados a los proverbios, dice ella en un momento de lucidez, son tres cosas: estar en la cama y no poder dormir, esperar a alguien que no llega nunca y tratar de complacer a alguien y no conseguirlo.
Para mí que la peli trata… pero no lo consigue.

Por mucho que en su época gustase y por mucha nominación al Oscar a la mejor actriz para Susan Hayward, "Una mujer destruida" es un tostón. Stuart Heisler nos ofrece un melodrama de tercera bastante previsible y alargado de manera innecesaria. Le sobra media hora al invento. El guión, con demasiadas lagunas, es muy flojito, y los diálogos demasiado cursis y almibarados. En cuanto a las interpretaciones, la Hayward no termina de convencerme (afortunadamente el Oscar se lo llevó Loretta Young) y con Lee Bowman se produce un hecho insólito y sorprendente digno más bien de "Cuarto Milenio". Termina la película y te da la sensación de que la Hayward actuaba sola, sin acompañante masculino. Ni rastro de Lee. El tipo ha chupado cámara pero no se acuerda de él ni el Tato.