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Los fantasmas de Sodoma (1988)

Los fantasmas de Sodoma
84 min.
2,5
163
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Sinopsis
Los espectros de unos nazis muertos durante un bombardeo mientras disfrutaban de una descomunal bacanal, regresan de la muerte para vengarse. (FILMAFFINITY)
Género
Terror Fantasmas Nazismo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Italia Italia
Título original:
Il fantasma di Sodoma (Sodoma's Ghost)
Duración
84 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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2
Bazofia en Sodoma
Tonta, previsible, aburrida, cutre y con unos diálogos y situaciones que producen vergüenza ajena. La crítica podría terminar aquí, francamente, porque no hay nada que merezca salvarse de este cúmulo de despropósitos.

Fulci estaba cascadísimo, en lo más bajo de su declive, eso ya lo sabía, pero no esperaba que fuera capaz de firmar un producto de un nivel artístico tan paupérrimo. Y eso que la historia prometía (al menos en su papel de delirante exploitation): fantasmas nazis tentando con sexo fácil a despistados adolescentes. Pero esto se materializa de puta pena. Es increíble la forma en que se desaprovechan escenas, situaciones que prometían bastante (de sangre y de sexo). Sólo tiene algo de interés y suspense el momento de la ruleta rusa, el resto es aburridísimo y subnormalísimo, coronado por uno de esos finales que uno desearía no haber visto jamás.

Pura caspa que ni siquiera inspira un mínimo de simpatía. Espantosa.

Lo mejor: el juego de la ruleta, por decir algo.
Lo peor: TODO lo demás.
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14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
Casa Lucio: menú degustación
Qué mejor, ahora que se acerca la Navidad, que ir ejercitando nuestras papilas gustativas, tan desentrenadas ellas tras casi un año de tranquila y descansada rutina entre tristes verduras al vapor e insípidos filetitos a la plancha. Nada como una semana de festines nocturnos de casquería bien fresca y jugosita para ir entonando el cuerpo ante la que se le avecina. De hecho, Lucio Fulci es, si bien se mira, lo más parecido que debe haber en el mundo del cine a esas suegras que el día de Navidad le atornillan a uno a la mesa, no dejan de servirle paladas de asado y salsa en cataratas y no le permiten levantarse hasta que ha apurado hasta el último guisantito de la cazuela. A comer y a callar, hijo, que aquí no se tira nada.

Debo confesar que la cocina de Fulci me ha resultado, en conjunto, más bien pesada e indigesta. A pesar de su simpático aroma a producto casero y artesanal, los potajes del amigo Lucio son, en general, mejunjes torpes, repetitivos y toscos, y le dejan a uno el cuerpo como si se hubiera zampado una olla entera de garbanzos, caracoles y pies de cerdo. Es posible que esperara demasiado de ellas, pero las dos historias elegidas como entrantes, “Miedo en la ciudad de los muertos vivientes” y “Nueva York bajo el terror de los zombies”(3 y 4 agusanadas estrellitas, respectivamente), me parecieron demasiado estúpìdas para ser tomadas en serio y demasiado solemnes y efectistas para ser tomadas en broma. Me temo que el problema de Fulci es el mismo que el de las suegras: no sabe parar a tiempo.

Del sorbete que pedí como desengrasante, “La juez y su erótica hermana”, mejor ni hablamos. Una farsa imbécil y sin puta gracia cuyo único aliciente es el glorioso cuerpo de Edwige Fenech (su única estrella va por ti, amor, luz de mi infancia, tesoro de mi memoria). “Una historia perversa”, por su parte, es una sosa y deslavazada intriga de corte hitchcockiano protagonizada por un guapetón y pasmarote doctor y en que lo más destacable es la presencia de la escultural Marisa Mell. Cinco estrellitas gaseadas a la salud de sus ojazos bicolor.

La cosa mejora algo con el primero de los platos fuertes del menú, “El más allá”, donde Fulci modula algo sus excesos y juguetea con bastante gracia con el sonido, el terror extraído de lo cotidiano y la decadente escenografía del Sur estadounidense, aunque sea incapaz de sustraerse a su amor por las trepanaciones gratuitas y a la consabida y cargante procesión de difuntos parsimoniosos que arrinconan, pasito a pasito, a la pareja de protagonistas. Seis sulfurosas estrellas para ella.

Lo mejor de Fulci, sin duda, se encuentra en “Angustia de silencio”, un áspero, brutal e inmisericorde “giallo” rural, que, con todas sus taras y limitaciones, inserta con eficacia la ultraviolencia hiperrealista del Fulci más desmelenado en una intriga criminal con ribetes atávicos y una carga nada desdeñable de crítica social. Allá se despeñan siete desolladas y chisporroteantes estrellas.

(sigo en spoiler)
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12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
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