Las noches de la luna llena (1984)

El realizador refuerza las diferencias entre Louise y Rémi, mostrando a éste como defensor de la pareja conservadora con una doble vida oculta, frente a los sentimientos sinceros, aunque confusos, de Louise. Físicamente él es robusto y atlético, mientras ella es sencilla, frágil y etérea.

El film aborda el tema de la amistad entre personas de diferente sexo. Octave (Luchini), profesor y escritor, casado y padre de una niña, es el amigo que acompaña a Louise en sus marchas, escucha sus confidencias y atiende sus dudas e incertidumbres. Les une una relación de amistad sin sexo, que evoluciona con el paso del tiempo y que sirve al realizador para plantear uno de sus temas favoritos. Se trata, también, el tema de la seducción y el papel de la misma en la vida humana. “Somos viejos cuando perdemos las ganas de seducir”, dice Rohmer por boca de Octave. El deseo y la seducción son dos constantes en la vida humana que se sitúan más allá de la voluntad de las personas y de sus ambiciones. La seducción puede constituir un juego interesante por sí mismo, al margen de los resultados. La seducción es una figura que no se identifica con un solo sexo: es propia de los dos. Otro tema es el de las diferencias que en la persona humana separan los deseos de la acción, el pensamiento del comportamiento, los propósitos de la conducta. Louise se erige en un ejemplo emblemático de ello. Otros temas son las relaciones entre amor y azar, la fragilidad del amor, amor e individualidad, etc.

El proverbio que acompaña al film, originario y propio de la región de Champagne, dice: “Quien tiene dos mujeres pierde el alma, quien tiene dos casas pierde la razón”. El proverbio tiene alguna relación con la acción, pero no da las claves del film. Éstas vienen servidas por el enfrentamiento de los sentimientos de Rémi con los de Louise, que son su inexperiencia, inmadurez, ingenuidad, vitalismo, sinceridad, deseos de libertad y atractivo personal, se gana la complicidad del espectador.

El relato, sobrio, verosímil y realista, introduce una apelación sorprendente a la fantasía con la fábula de las noches de luna llena y su influencia sobre las personas. Sirve para que el autor, por boca de Louise, nos diga que la propuesta es una superchería. La afición de Rohmer por la pintura se pone de manifiesto a través de las reproducciones de varias telas de Mondrian (1872-1944), que explican el cromatismo del film.

La banda sonora, del dúo Elli Medeiros y Jacme, aporta canciones que recrean los ambientes juveniles de los 80. Añade “L’étoile d’amour”, cantada por Lucienne Boyer. La fotografía, de Renato Berta, en color, ofrece largos planos secuencia y crea imágenes de gran belleza plástica. Ofrece un juego visual poco frecuente en Rohmer (encuadre que baja hasta los pies de Louise y Bastien, mientras bailan tras conocerse, y encuadre ascendente desde las piernas de ambos, cuando bailan días después).

Cf. Carlos F. Heredero y A. Santamaría, “Éric Rohmer”, Cátedra, Madrid 1991.