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Tocando el viento (1996)

Tocando el viento
107 min.
6,9
2.770
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Disponible en:
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
Durante el gobierno de Margaret Thatcher, la mina de carbón de un pueblo del norte de Inglaterra está a punto de ser cerrada. La banda de música de los mineros, toda una institución con más de un siglo de historia, también corre el peligro de desaparecer. A pesar de ello, Danny, el líder de la banda, exhorta a sus compañeros para animarlos a seguir compitiendo en el concurso nacional. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Drama social Música
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
Brassed Off
Duración
107 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1997: Premios Cesar: Mejor película extranjera
1997: Nominada al Goya: Mejor película europea
1996: Premios BAFTA: Nominada a mejor film británico, guión original y música
Interesante aunque sobrevalorada por la crítica (consiguió el premio César de la academia francesa a la mejor película extranjera del año), este drama sobre la problemática minera de una ciudad inglesa sigue la senda del cine de Ken Loach. Su tono cómico no endulza lo amargo de la historia, y su denuncia social, aunque realista, se muestra de forma demasiado evidente. Pese a ello, tiene escenas conmovedoras y mensaje necesario. Lo mejor, sus magníficas interpretaciones.
[FilmAffinity]
"Una de las más bonitas, humildes y necesarias películas del verano del 97"
[Diario El Mundo]
10
6
Positiva
4
Neutra
0
Negativa
9
LOS VIENTOS QUE NOS TOCAN
Tocando el viento (Brassed off) es una película que pertenece al género de crítica social “postatcheriana”, últimamente muy consolidado en el cine británico. A este nuevo género -que incluye tanto comedias como dramas- pertenecen Rif-raf (1991), Lloviendo piedras (1993), ambas de Ken Loach, o la proverbial Full monty (1997) de Peter Cattaneo. No obstante, Mark Herman, director de Tocando el viento duda a la hora de ubicar su película: “Una de las cosas más difíciles es encuadrarla dentro de un género. No es una comedia, aunque tiene elementos cómicos. No es un drama aunque haya situaciones tristes y, espero, conmovedoras. Y, a pesar de la importancia que en ella tiene la música, no es de ningún modo un musical.”
Un pueblo sufre la amenaza de cierre de la mina de carbón de cuya explotación subsiste. Alrededor de las consecuencias de este hecho se entretejen las diferentes historias de algunos de sus habitantes, que comparten la pertenencia, crucial en el relato, a la emblemática banda musical de la mina.
En esta narración coral destacan la riqueza de matices de los comportamientos y personalidades de los protagonistas, así como el planteamiento de situaciones donde no les es nada fácil decidir “si blanco o si negro”.El espectador será comprensivo con el punto de vista de cada personaje, porque Mark Herman consigue que nos sintamos dentro de la piel de estos individuos. Según el crítico García Oliveri “es una obra que no sólo emociona, divierte, entretiene, deleita con su música y hace pensar. Además hace bellamente diana en un problema de fondo: esa autoestima que todo ser humano necesita y que tantos gobiernos se empeñan en negarle.”
Mark Herman, director y guionista de este filme, consigue de los actores y actrices un trabajo redondo, perfecto. Aunque nadie desafina en este hermoso concierto de interpretaciones, es sobresaliente el trabajo de Peter Postlewaite (el director de la banda), sobrio y contundente, imprimiendo una credibilidad absoluta a su personaje, que transita un camino por el que nadie quiere andar pero que, al final, conduce a donde todos quieren.
Otro elemento que aporta calidez y belleza a esta historia es la fotografía, a cargo de Andy Collins. El pueblo, las instalaciones mineras que podrían sugerir un entorno sucio y agresivo, están tratados con luces suaves y planos agradecidos; el resplandor dorado de los instrumentos de viento parece atenuar las tragedias de sus propietarios.
Tampoco puede olvidarse la importancia de la música que, de manera notable, se convierte en vehículo narrativo; mientras la escuchamos se suceden acontecimientos que no necesitan palabras. Pero la palabra también es importante en esta obra; oiremos frases que nos acompañarán después de acabar la proyección: “si la ayuda sirve de algo eres un héroe, pero si no sirve eres un entrometido”, o diálogos que expresan lo que parecen no decir....
Gloria- ¿Quieres subir a tomar café?
Andy- No tomo café
Gloria- Y yo no tengo café.
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22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Siempre nos quedará la música
Tocando el viento es una pequeña gran película dirigida por Mark Herman es un drama, mezcla de realismo social, costumbrismo rural, denuncia social...
La acción transcurre en un pueblecito del norte de Inglaterra, Grimley. La incertidumbre sobre el futuro laboral del pueblo se cierne sobre los habitantes. Una ola de cierres de pozos mineros recorre el medio rural inglés, y Grimley no escapa al drama. Los habitantes están desesperados: no pueden pagar sus deudas, no llegan a fin de mes, la convivencia familiar se resquebraja por momentos… Pero hay algo más por lo que vivir: la banda de música, pilar de identidad local. Para Danny (enorme Pete Posthlewaite), el director, la música representa el espíritu de la comunidad.
Sin embargo, a medida que el clima de desempleo aumenta, la moral de los músicos baja, y a Danny le cuesta mantener la ilusión entre sus músicos. Varios de ellos están dispuestos a anunciar que dejan la banda por no poder contribuir económicamente. Pero todo cambia cuando Gloria, antigua habitante del pueblo, se une a la banda. Entonces el entusiasmo vuelve a brotar… Y a pesar de las dificultades, de los malos tiempos, la música siempre permanece.
Deliciosa, tierna, sencilla, tragicómica, sensacional… Pequeña película de grandes virtudes y defectos (el riesgo que tiene emocionar a base de golpes bajos, recurso que no me suele gustar nada), con momentos realmente emocionantes: Los instantes cómicos del principio, los episodios musicales (como la interpretación del concierto de “El Gran Juez”, de Rodrigo), los discursos que salen del corazón… Estupendas interpretaciones, coronadas con el discurso final de Pete Postlethwaite, una hermosa lección, que remueve conciencias y lagrimales, más unos Ewan McGregor, Tara Fitzgerald y el resto de secundarios más que correctos. Qué le voy a hacer. Me encanta este tipo de películas. Un pedacito de vida.
Esta muestra de realismo social inglés, en pleno auge del género (1996), a mitad de camino entre Ken Loach, Stephen Frears, Mike Leigh o Peter Cattaneo, tiene aquí su variante “banda de música” como expresión artística en contraste con lo duro que resulta sobrevivir en ciertos tiempos.
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20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
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