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Montecarlo (1930)

Montecarlo
90 min.
6,6
378
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Sinopsis
La condesa Vera está a punto de contraer matrimonio con el estirado príncipe Otto, pero decide dejarle y se va a Montecarlo. Acude al casino, donde el conde Rudolph, hombre muy adinerado, se fija en ella. Le dice que, si le deja tocar su cabello, tendrá buena suerte en el juego. Ella se lo permite y empieza a ganar como por arte de magia. Tan impresionada queda por su cambio de suerte que, sin saber quién es, contrata a Rudolph en calidad de peluquero. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Romance Musical Comedia sofisticada
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Montecarlo (Monte Carlo)
Duración
90 min.
Guion
Música
Fotografía
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8
Recordando lo que es el cine
Esta película se filmó en 1930. Estamos viendo trabajar a actores que tenían cerca de 30 años hace ochenta años, y que ya están muertos. Lubitsch también está muerto. Y, sin embargo...

... Si alguien me preguntase qué es el cine, yo le llevaría a una película así. Escenas como la de la doncella soñando el cuento de la lechera y haciendo números a solas, la canción cantada por teléfono, el escondite nocturno y búsqueda matutina de la llave del dormitorio, los muñecos que salen del reloj haciendo música... Nada de lo que se haya hecho en los últimos treinta años se le puede comparar en ingenio, en imaginación, en agudeza, en arte, en definitiva. Sin duda alguna, la carrera de Lubitsch es de las más redondas de toda la historia del cine.

Algún día, quizá dentro de otros ochenta años, volveremos al ingenio en el séptimo arte, porque tanta imagen, tanto sonido, tantos efectos especiales tienen que acabar saturándonos. En cuanto al ingenio, no es que hubiese saturado anteriormente; es, simplemente, que se perdió. Pero será necesario recuperarlo para no morir de aburrimiento. Tiene que volver a existir otro Lubitsch, tarde o temprano.
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9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La condesa arruinada y el peluquero de señoras
Hay películas que, desde que empiezan hasta que acaban son un completo desperdicio, porque la imaginación y el sentido artístico sencillamente no existen en la cabecita del director. Hay otras a las que hay que darles tiempo para que puedan atraparte, porque arrancan con escenas tan cotidianas que, la primera impresión, consigue desanimarnos un poco. También hay películas que arrancan de maravilla, pero de pronto se vienen al piso porque al director se le acaba el magnífico impulso que traía cuando empezó a hacerla o la historia no ofrece la suficiente continuidad narrativa. Y hay otras -las más escasas- que, desde que empiezan hasta que terminan, son brillantes y absorbentes… y uno queda ¡con la deliciosa sensación de haber visto una obra de arte!

¿A cual de estas categorías pertenece “MONTECARLO”?

El arranque es estupendo: En un día luminoso se va a celebrar la boda entre el duque Otto von Lebenheim y la condesa Helen Mara… y cuando el novio espera y el coro de palacio interpreta con gran euforia la canción “Day of days” (Que brille el sol / día glorioso que hace salir el sol…) al tiempo que algunos carteles, pegados en diversos sitios, auguran un día esplendoroso… al instante se suelta un aguacero, y la novia huye dejando el vestido colgado y subiéndose a un tren.

Lo que sigue tampoco es desdeñable, pues la novia fugitiva va a conocer al conde Rudolph Farriere, un hombre que, con el ánimo de acercarse a ella, se las ingeniará para reemplazar a su peluquero, así que la condesa no se entera de que es un aristócrata… y entonces, tendrá lugar otra de las simpáticas comedias de clase alta que tanto le gustaron al director Ernst Lubitsch y con las que varios éxitos cosechó en la industria hollywoodense,

La condesa Mara, encantadora y muy segura de sí misma, se está viendo en la penosa situación de sentir el acoso de sus acreedores, pero para su suerte, el peluquero no cobra y la doncella Bertha (la recordada ZaSu Pitts) comprende su situación. Lo que se aviene, contiene unos cuantos enredos, algunos diálogos chispeantes… y una refrescante empatía entre la actriz y soprano Jeanette McDonald, y el cantante y bailarín inglés Jack Buchanan, que hace que la historia resulte grata y consiga verse sin mayores objeciones. También Claud Allister -actor muy solicitado durante algunos años para hacer papeles de tontuelo-, hace muy bien lo suyo, creando la figura de un duque tolerante que verá con muy buenos que, Helen, sea la única mujer que ha sido capaz de decirle a su pretendiente (él) que acepta casarse motivada tan solo por su dinero. ¡Ah! Y muy buena la escena en la que se contrasta lo que sucede en la representación teatral de “Monsieur Beaucarie” con lo que ocurre entre el par de enamorados.

Una vez más, las canciones son a ratos lo menos interesante, pero se le abona a Lubitsch que haya sido el iniciador del acertado recurso de hacer que las letras sean, en todos los casos, una clara prolongación de los diálogos.

Sin ser una maravilla, "MONTECARLO" resulta en general bastante entretenida. ¿Será que abre entonces una nueva categoría?
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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