Matrioskas, las niñas de la guerra (2021)

La directora navarra Helena Bengoetxea realiza un documental muy necesario que todavía estaba por hacer. Ha recogido las voces, mirada y memoria de unas señoras nonagenarias que siendo niñas huyeron de la guerra y el destino las situó en la Unión Soviética. Una historia oral que con anterioridad a este documental, se ha recogido en distintos formatos pero que precisamente no se había acercado con profundidad a estas señoras seguramente por el sesgo de género. Además, la directora ha conseguido establecer con ellas, una cercanía a nivel emocional que propicia que en el documental afloren aspectos de sus vidas no solo políticos.


Invita a profundizar en lo que supuso una infancia alejadas de sus madres y padres en un país ajeno a su contexto vital contado por las propias protagonistas. También a conocer los desastres de la Segunda Guerra Mundial en el frente soviético, especialmente en Leningrado y Kiev. Del mismo modo, a conocer el proceso que vivieron desde la infancia hasta su formación como ciudadanas soviéticas y cómo se forjó esa identidad que ha dejado huella indeleble en muchos casos durante toda su vida. Un pasado ubicado en los años 30 y 40 que adolecía del testimonio documental de estas mujeres. El exilio contado por ellas, con unas condiciones diferentes a las de sus coetáneas. Suerte que Helena Bengoetxea haya tenido el empuje y la fuerza para acudir a los distintos espacios donde habitaban. Desde la actual Rusia, a Cuba, pasando por Cataluña o Asturias.

Han emergido unos testimonios de vida que aportan un perfil humano y profesional de mujeres poderosas en el sentido de contar con una formación que les permitía decidir por ellas mismas su futuro. Desde una doctora que consiguió erradicar la tuberculosis en Cuba a una ingeniera de caminos o a varias traductoras. Un desarrollo profesional de mujeres fuertes que tal vez está en las antípodas de las oportunidades que tuvieron sus coetáneas en la España franquista. Muy interesante también cómo Helena Bengoetxea pone voz a quien retornó en los años 50 y lo que supuso en oportunidades vitales respecto a sus compañeras.

Formalmente resulta una mirada muy respetuosa, deja espacio para el relato propio. Es ambiciosa en el sentido de proponer un abanico amplio de voces incluso ha conseguido acercarlas en la distancia.

Hay que agradecer a Bengoetxea que haya puesto la cámara «in extremis» y podamos ver, escuchar y valorar las impresiones, desde el punto de vista de unas mujeres, de un periplo que abarca desde los años 30 del siglo XX hasta la década de los 20 del siglo XXI. Enriquece tremendamente la memoria y visibiliza la labor y compromiso de estas personalidades que se forjaron en los momentos más duros del siglo XX.

Teresa, Alicia, Araceli y Julia quedan en la memoria gracias al compromiso de Bengoetxea. La calidad técnica y artística del documental hará que se exhiba en muchos espacios y mantenga vigencia durante mucho tiempo. Se trata de un documento valioso para trabajar con alumnado de secundaria o en cualquier foro educativo. La propia directora explica su documental con mayor profundidad tras participar en la 36 edición de La muestra de cine y mujer de IPES.

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