Fantasmas en la casa (1961)

Poco esfuerzo para esta modesta producción que explota con el mínimo de recursos la obra teatral "Los habitantes de la casa deshabitada", de Enrique Jardiel Poncela. A destacar la presencia de Fernando Rey (en una actuación de nulo relieve), Tony Leblanc (el único que aporta nervio y carácter a su personaje) y un desdibujado Manolo Gómez Bur que interviene sin pena ni gloria.

La falta de competencia posibilitaba que, tirando de actores de prestigio y contando con las ganas del público de divertirse un rato, se pudieran estrenar producciones de tan baja calidad como esta. La puesta en escena es menos que mediocre, la fotografía es de espanto (situaciones nocturnas con luz diurna, interiores sin atmósfera), humor sin sutileza y los actores abandonados a su suerte, ajenos a una historia que no les importa ni a ellos ni a nosotros.

Siempre que se esté dispuesto a no poner pegas, se puede hacer un esfuerzo para intentar disfrutar con el absurdo de las situaciones y también podría ser que el que suscribe estas líneas visionara la película en un mal momento y no sea para tanto. Puede intentarlo pero quizá sería conveniente que renuncie antes a cualquier expectativa.

Nunca se sabe que efecto puede producir este tipo de humor en el ánimo de los espectadores así que es difícil opinar sobre esta película.
Se trata de una adaptación de una obra teatral de Jardiel Poncela, " Los habitantes de la casa deshabitada" que ya ha conocido otras versiones en pantalla pero a mí no me parece que se hayan esmerado mucho con ésta.
No conozco la obra original pero apuesto que tiene mucho más que ofrecer que esta cinta que parece estar hecha con muy poco entusiasmo.
La peli es una parodia que mezcla una especie de intriga melodramática, muy exagerada y con interpretaciones histriónicas, con la comedia absurda que busca el humor en lo ridículo e inverosímil buscando la risa del espectador en la incredulidad que le provoca el despropósito de la situación.
A una rica heredera, sus tutores quieren volverle loca para poder hacerse con su fortuna con lo que la recluyen en un viejo caserón repleto de fantasmas.
Que tiene sus puntos no cabe duda y en algunos momentos al espectador le va a pillar de sorpresa y se va a echar buenas risas, pero no basta.
Las interpretaciones no son nada buenas a pesar de el estupendo reparto. Sólo se salva Tony Leblanc que parece que es el único que realmente tenía ganas de trabajar y se los come a todos con patatas. Los demás ni fu ni fa y tampoco sus diálogos toman relieve a pesar de que se adivina que podrían dar mucho juego.
Tampoco el director saca ningún partido de la sórdida ambientación y la realización deja mucho que desear.
No sé, a mí no me dice nada excepto en algunos momentos. y no es porque no aprecie este tipo de humor sino porque creo que es la peli la que falla.