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Siempre hay un mañana (1955)

Siempre hay un mañana
84 min.
7,5
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
Clifford Groves (Fred MacMurray), es un fabricante de juguetes, cansado de la rutina y con la impresión de no ser debidamente apreciado por su mujer (Joan Bennett) y sus hijos. Se reencuentra con una antigua amiga, Norma Miller Vale (Barbara Stanwyck), a la que no ve desde hace veinte años, y a raíz de ello comienza a replantearse su vida. Su hijo (William Reynolds) comienza a sospechar que puede haber algo más entre ellos. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Melodrama Remake
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
There's Always Tomorrow
Duración
84 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
8
El abrigo blanco
Notable melodrama de Douglas Sirk (1900-87), remake de un film de Edward Sloman de 1934. El guión, de Bernard C. Scheoenfeld, adapta la novela “There’s Always Tomorrow” (1934), de Úrsula Parrot. Se rueda en escenarios naturales de Apple Valley (CA) y en los platós de Universal Studios (Universal City, CA). Producido por Ross Hunter para Universal, se proyecta en sesión de preestreno el 20-I-1956 (NYC).

La acción dramática principal tiene lugar en L.A. a lo largo de unos pocos días del otoño de 1955. Clifford “Clive” Groves (MacMurray), honrado y feliz padre de familia, de unos 48 años, ha levantado con su esfuerzo una empresa de fabricación de juguetes. Lleva casado con Marion (Bennett) casi 20 años. Son padres de 3 hijos (Vincent “Vinnie”, Ann y Ellen. Él tiene talento para los negocios y vive entre el despacho y el hogar. Marion se dedica sólo al cuidado de la casa y los hijos. Norma Miller Vale (Stanwyck), divorciada, antigua empleada de Clive, vive en NYC, donde tiene un negocio acreditado de diseños de moda.

El film suma melodrama, romance y crítica social. Forma parte de los trabajos de Sirk producidos por Ross Hunter, que constituyen un cuerpo diferenciado de los producidos por Albert Zugsmith. Aunque los segundos se consideran en general mejores que los primeros, el film que no ocupa constituye una pequeña joya en la que brillan la madurez del realizador, su talento, su agudo sentido crítico y su etapa de plenitud. Es una obra en la que son más importantes las cosas que se insinúan, sugieren o apuntan, que las que se dicen explícitamente. Los datos e informaciones más relevantes por su acidez y sentido crítico, se presentan disimulados u ocultos de forma implícita.

El espectador ha de advertir que está llamado a aguzar su capacidad de percepción y su intuición para poder captar la riqueza de matices que contiene el subtexto y sus entresijos subliminales. Mucha información se expone mediante el juego de luces, la puesta en escena, las características de los encuadres, la posición relativa de los actores entre sí, respecto del decorado y de sus posiciones previas. Hace uso de valores simbólicos, o segundos sentidos, de objetos comunes (el fuego de la chimenea, la chimenea apagada, la cafetera que quema...) y de paralelismos (el robot de juguete Rex). Tiene gran importancia el gesto y la mirada, en especial la suma de las dos cosas. La composición de las imágenes no es nunca casual o decorativa: esconde significados tan importantes como las sensaciones que suscita la visión de los soportes del pasamanos de la escalera interior, los barrotes del panel que separa el recibidor de la sala de estar, la estructura de la librería de estantes, etc.
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47 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
La vida pasa
La vida pasa y uno se pregunta si ha hecho lo que de verdad quería, si es más o menos felíz , si se arrepiente de alguna de sus decisiones. De todo ello y mucho mas nos viene a hablar SIEMPRE HAY UN MAÑANA, la película que yo prefiero del excelente Douglas Sirk. Cuando un hombre maduro, casado y con hijos, descubre que su vida es rutinaria dentro de un orden, que no existe la pasión, el riesgo y que todo se condiciona al bienestar de sus hijos, encuentra en un antiguo amor de juventud, la sensación de estar vivo, de sentirse deseado, de que la vida le brinda una segunda oportunidad. Sirk vuelve a hablarnos del egoismo de los hijos, como ya hiciera en una célebre secuencia de SOLO EL CIELO LO SABE y de esa dolorosa y a veces impalpable sensación de que la vida se nos escapa sin darnos cuenta y sin ser lo suficientemente valientes para afrontarla como quisieramos. El plano final daría para otra película.
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31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
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