Vera, un cuento cruel (1973)

La historia de un hombre que no consigue superar la muerte de su esposa. Es el comienzo de la ópera prima de Josefina Molina. Una mujer valiente, atrevida y osada. La película pretende ser un cruel retrato sobre la vida y la muerte de como nos aferramos a la esperanza. Lo que empieza de forma entretenida en la estructura pero por desgracia no en su desarrollo de una forma irregular a medida que avanza el metraje se vuelve todo muy aburrido y no interesa a nadie. La buena fotografia de Alcaine y una gran Julieta Serrano hace el resto

Josefina Molina logró romper muchísimas barreras en nuestro país. Fue la primera cineasta formada en la Península Ibérica en una época realmente difícil y donde los criterios sexistas llevaron a los productores a imponer un ayudante de producción por si aquella dama no era capaz al final de hacer el proyecto. Irónicamente, se fraguó una hermosa historia entre la directora y su ayudante.

"Vera, un cuento cruel", adaptación del magistral cuentista que fue el conde Villiers, tiene un principio que atrapa. Igual que hizo Narciso Ibáñez Serrador con "El tonel" de Poe, Molina capta la esencia de un relato corto y lo envuelve con los lazos que más familiaridad le presentan. Se nota su mano en convertir al personaje de Víctor Valverde en un caballero español exiliado.

Esos añadidos no estorban en lo absoluto, además de desarrollar más el personaje del mayordomo, interpretado por un actor con mayúsculas: Fernando Fernán Gómez. Señor y asistente ven alterada por completo su existencia a negarse a aceptar la muerte en la flor de la vida de la hermosa condesa. El juego nostálgico y negacionista comienza inofensivo pero termina siendo una locura de la que será difícil salir.

Desafortunadamente, esos puntos de partida tan interesantes van perdiendo fuelle en un marco donde se nota demasiado la tendencia a lo televisivo. Estamos más bien ante un capítulo alargado de una serie que en una verdadera obra fílmica. Aquí se nota que Molina hizo previamente una adaptación a la pequeña pantalla de este mismo texto.

Es una pena que este momento histórico no encuentre un tercer acto a la altura, convirtiéndose la narración en algo confuso.