Santo Luzbel (1996)

Una hermosa película que no obstante es al mismo tiempo trágica. Es hermosa porque muestra la nobleza de los pueblos indígenas, con esos valores tan limpios que todavía prevalecen. Tampoco se trata de romantizar a los pueblos originarios, pero lo que la película muestra es la manera en que el cristianismo occidental sigue ejerciendo un dominio de lo más violento e impositivo sobre estos pueblos, en el que no se respeta al hombre en su dignidad ni en sus derechos. Esa es la parte trágica.

En lo personal he estado en diferentes comunidades indígenas: otomíes, mazahuas y nahuas en la sierra de Zongolica. También conozco Cuetzalan y Yohualichan, poblados estos últimos donde se desarrolla la película. En Cuetzalan, por ejemplo, al día de hoy la misa se imparte con sendos altavoces exteriores puestos en la torre de la iglesia, para que todo el pueblo (literalmente) se tenga que chutar la misa y el sermón del cura a fuerzas. Estas son formas igualmente coercitivas de imposición de un mensaje, entre muchas otras formas que ya no puedo detallar aquí pero que siguen siendo una extensión de las maneras tan violentas de evangelizar como las que muestra el personaje de López Tarso en la película.

Me acabo de acordar la vez que escuché a un muy respetable sacerdote marista decir con respecto a nahuas de la Sierra de Zongolica que ellos tenían la culpa de quedarse sin madera; que no entendían que si los cortan se acaban. Ahora que lo pienso, este cura ya fallecido me recuerda al personaje de López Tarso: dogmático, impositivo, intolerante, prejuicioso, irrespetuoso. De esos que siguen creyendo que le hacen un favor a esos a los que vienen a “educar”, someter y dominar (perdón a “evangelizar”). Qué tipos tan nefastos y despreciables, de esos que tanto aman los ricos y poderosos, quienes por cierto se muestran serviles y obedientes a estos tartufos de la conciencia. Un buen ejemplo de esta clase social es el presidente municipal de la película.

Un día me dijo un volador de Cuetzalan (me refiero a los llamados “Voladores de Papantla”) que agradecía que preguntara sobre el ritual, pues nadie lo hace; sólo quieren fotos y ya sin interesarse por el significado del mismo. La mayoría cree que sólo es un espectáculo por el que merecen unos cuantos pesos, cuando es mucho más que eso.

En mi experiencia personal he observado que ciertamente hay una especie de recelo o desconfianza frente a la doctrina oficial católica. Los pueblos indígenas de hoy (me disculpo si este término ya no es políticamente correcto pero no lo sé muy bien) son predominantemente católicos, pero guardan ciertas distancias con respecto a las prácticas y enseñanzas oficiales. Es lo que muestra la película, es decir, a una comunidad que a pesar de ser católica sigue un camino propio que se resiste a olvidar su historia; para ello es muy importante la lengua, pues si se pierde una lengua se pierde toda una cultura y una cosmovisión del mundo. Por eso creo que la película está hablada en náhuatl, pues es de entrada la manera en que el director ha querido respetar tales cultura y cosmovisión. Un acierto tremendo que pocos se atreverían a hoy a ofrecer.

No dejó de afligirme un poco la película por las tristes realidades que muestra, pero también me transmitió un respeto profundo (no condescendiente) por esos ancestros nuestros de los mexicanos. Sin falsa humildad, no creo tener el derecho de atribuirme una ascendencia de esos pueblos y por eso no hablo de orgullo, pero si los consideramos parte de México, de ese México del que sí soy parte, entonces sí creo que puedo sentirme orgulloso.

En fin, una película de 10, que extraña no ser más conocida y reconocida. Quizás con la muerte de López Tarso haya más visionados de la misma, pero ojo: yo creo que si bien López Tarso es un primer actor, no me parece que sea el protagonista; los protagonistas son los personajes indígenas, despreciados, ridiculizados, sometidos, humillados y empobrecidos por ese colonialismo que trajo el cristianismo y frente al que se sigue luchando y mostrando resistencia.

Hermosa y trágica a la vez, sin dejar de ser muy divertida, es una película que merece estar en un lugar mucho más privilegiado que el tiene ahora. Dirección, guion, actuaciones, ambientación… Todo está en su lugar. Gran película, tanto técnicamente como en su función de denuncia social. Un llamado a respetar y conservar a los pueblos originarios más allá de las tontas fotos y selfies que los turistas citadinos o extranjeros nos gusta tomarnos para el like sin interesarnos realmente por lo que viven, sufren piensan, sienten y hacen. Esos que se toman la foto por lo exótico de sus vestimentas o sus danzas son los mismos que quizás despreciarán, ignorarán o maltratarán en las ciudades a las mismas personas cuando les ofrezcan un producto o les pidan trabajo, regateándoles siempre su esfuerzo. Así de contradictorio es el clasismo en nuestro país.

Al menos hasta este momento que escribo y publico mi crítica, la película se encuentra en Youtube. Ojalá no la quiten nunca, porque merece ser vista por todos.

De lo mejor que he visto últimamente.