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Smoking (Serie de TV) (2018)

Smoking (Serie de TV)
25 min.
6,3
37
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Smoking (2018), donde el humo difunima las intenciones de una buena serie.
Smoking está basada en el manga homónimo de Hiroshi Iwaki, un mangaka preocupado por los temas criminales y las cloacas de las sociedades que la población más acomodada prefiere ignorar, abordando la parte más decadente e inmoral del ser humano a través de grupos mafiosos y personajes que, aunque con un pasado oscuro y perturbador, no dejan de cometer actos deleznables e inhumanos.

En la serie de televisión, Smoking muestra las dantescas aventuras de un grupo de 4 asesinos y macabros personajes que, o toman encargos para acabar con Yakuzas traidores, o se toman la justicia por su mano y asesinan a los criminales más peligrosos. Como muestra de que han cometido los asesinatos, el líder del grupo, el ex doctor Abe (interpretado por Ryo Ishibashi), apodado Smoking, despelleja a sus víctimas para extraer sus tatuajes de Yakuza, para después mostrarlos como si se trataran de pinturas al óleo. Con esta representación poética de la crueldad arranca la serie, en una escena en la que Smoking muestra el tatuaje de su víctima, exhibiéndolo como un valioso trofeo que pudiera valer millones de yenes en el mercado negro. Esta escena muestra la crueldad, crudeza y sordidez del mundo subterráneo de las sociedades mafiosas, en donde los delincuentes repugnantes han perdido todo rastro de humanidad en su alma, capaces de reírse y mirar las mutilaciones de sus semejantes sin sentir nada. Sin embargo, esta fuerza con la que arranca la serie, se va eclipsando progresivamente en un desarrollo lento y ligeramente infantil, donde la falta de motivaciones, intenciones reales y fin narrativo son un lastre para una historia en la que el desarrollo de los personajes parece llegar demasiado tarde y por el camino resulta incoherente y ligeramente frustrante.

En este caso parto desde el punto en el que no he leído la obra original, por lo que juzgo la serie Somoking bajo su propia premisa y sus propias formas, sin riesgo de comparar y centrarme en la adaptación, valorando su contenido y la forma en la que lo presenta. Este tipo de obras ficticias sobre la Yakuza, las mafias y sus actos extremadamente violentos y aterradores suelen afrontarse de diversas maneras. Pero dos formas con las que más suelo disfrutar son aquellas en las que se focalizan en la psicología y empatía con los personajes –no como medio para justificar sus actos, sino para entender cómo la propia sociedad los ha llevado hasta ahí– y aquellas que prefieren mostrar la acción, buscando más la abstracción y el entretenimiento. Y si puedo encontrar obras en las que se ofrecen y combinen las dos perspectivas, estamos ante buenas obras en las que se reflexiona sobre lo peor de las sociedades contemporáneas.

En el caso que nos ocupa, Smoking, no encuentro lo segundo y me falta mucho de lo primero. Aunque hay algunas escenas de acción, estas resultan un tanto superficiales y pobres. Y a pesar de que hay un desarrollo de los personajes principales y una exploración de sus pasados perturbados, no siento una empatía real hacia los mismos; no porque sus historias no sean suficientemente trágicas (que lo son), sino porque están insustancialmente dirigidas, distanciándose mucho de las emociones más profundas y porque llegan demasiado tarde, cuando se ha perdido bastante de la atracción inicial mediante capítulos repetitivos e historias secundarias que pretenden definir a los personajes sin nunca conseguirlo del todo. Además, aunque la serie pretende explicar las motivaciones e intenciones de Abe para cometer esos actos macabros, nunca termina de hacerlo sentir impactante en la moralidad del espectador, su desarrollo llega demasiado tarde para preparar un clímax bastante anodino que no tiene la misma fuerza visual que la primera escena de la serie. Es más, los actos abominables parecen no causar un efecto moral en el cuarteto protagonista, siendo incapaces de ver o experimentar las consecuencias de sus acciones, a pesar de que se las estén infligiendo a criminales inhumanos. Y como uno de los últimos puntos negativos de la obra, está la poca exploración del “villano” que, siguiendo sus ideales morales contrata a los grupos de asesinos para cumplir sus objetivos. Y el personaje que sirve como antítesis de Abe solo resulta ser un loco maniático con ningún trasfondo emocional o psicológico.

No obstante, la serie tiene algunos puntos y elementos positivos, como por ejemplo sus personajes. Aunque la dirección de los mismos esté llevada de forma insulsa, sus historias y desarrollos resultan lo suficientemente curiosos para querer saber más sobre ellos. Esto hace que la serie tenga algunos episodios destacables, como algunos centrados en el personaje de Haccho (interpretado por Nobuaki Kaneko) y los centrados en el personaje de Goro (interpretado por Tomomi Maruyama). La duración de los episodios en formato sitcom o serie anime, 25 minutos, es uno de los puntos más favorables, ya que demuestra que, con este tiempo, bien llevado y elaborado, se pueden hacer buenas series sin necesidad de tener episodios de 50 minutos o más en los que solo ocurren cosas en los minutos finales. Y, por último, la banda sonora de la serie es lo suficientemente llamativa para resaltar las escenas y momentos en los que se escucha, destacando especialmente la canción del ending de los episodios, Dirty Work, de Aklo, que representa el trabajo y vida oscura de los personajes.

En conclusión, una serie regular que no resulta mala ni aburrida, pero que si podría haber sido mucho más. Le doy 2’5 estrellas sobre 5 o un 6 sobre 10.
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