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Maison Ikkoku (Mansión Ikkoku) (Serie de TV) (1986)

Maison Ikkoku (Mansión Ikkoku) (Serie de TV)
24 min.
7,1
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Sinopsis
Serie de TV (1986-1988). 96 episodios. La historia se centra principalmente en la relación entre Yusaku Godai, un pésimo estudiante universitario y Kioko Otonashi, una joven viuda que regental la casa de huéspedes en la que vive Yusaku, así como los huéspedes de la casa. (FILMAFFINITY)
Género
Serie de TV Animación Comedia Drama Romance Manga Comedia romántica
Dirección
Reparto
Animación
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Mezon Ikkoku (Maison Ikkoku)
Duración
24 min.
Guion
Música
Fotografía
Animación
Compañías
10
Qué bonito (jodido) es estar enamorado
Inconcebiblemente esta entrañable serie aún no tiene crítica alguna.
Así pues no me queda otra que hacerle justicia a una de las mejores series de Anime que he visto y leido, y vaya por delante que la dedico a todos los otakus de la vieja escuela que la pudieron y supieron disfrutar.
Rumiko Takahasi es famosa en el mundo entero y pasará a la historia por su emblemática serie Ranma 1/2, que tanto ha dado que hablar.
No obstante para mi lo hará por este trabajo.
Porque, que me enganche una comedia-romántica(-fantástica) sin que me suba el azúcar hasta el extremo de darme nauseas y mareos (como suele ocurrir cuando he visto algún otro producto de la misma temática) tiene mucho mérito.
Y cómo es posible, pues por lo bien llevada que está la trama y por el gran carisma de los personajes que forman parte de ella.
Como cabría esperar la excusa para desarrollar esta historia es la relación romántica de los dos personajes protagonistas.
Él (Godai) es un mediocre estudiante repetidor intentando acceder a una universidad privada para estudiar pedagogía.
Ella (Kyoko) es una joven viuda que regenta una pensión heredada de la familia de su difunto esposo, en la cual se hospeda el susodicho estudiante.
Godai se enamora perdidamente de Kyoko (su kanririn-san) en cuanto la ve por primera vez. Ella no. Entre otras cosas por la enorme cicatriz sentimental que le ha supuesto su reciente viudedad, ya que amaba profundamente a su difunto marido.
En cualquier caso Kyoko, en un principio, siente cierta simpatía por el joven, al cual intenta ayudar a que se concentre en sus estudios.
¿Y cómo le ayuda? Pues intentando mantener alejados de él a la alocada tropa de inquilinos de la pensión Ikkoku, la cual tiene como pasatiempo hacerle la vida imposible con sus bromas y chanzas constantes.
La serie esta repleta de alivios cómicos que dan pie a todo tipo de situaciones simpáticas, divertidas y a veces un tanto delirantes, gracias en buena parte a esos grandiosos secundarios que pueblan esta historia. Impagables Yostsuya, Akemi, Ichinose e hijo, Mitaka,los padres de Kyoko,la abuela de Godai, etc...
Y entre embrollo y embrollo se va fraguando lentamente esa historia de amor entre los protagonistas llena de altibajos.
Para mi fue imposible no empatizar con el tontorrón de Godai, y aún así sentir verdadera simpatía por su "a priori" perfecta nemésis y rival en el amor Mitaka, el cual encarna una serie de virtudes tales como ser rico, guapo, manitas en la cocina y todo un galan. Porque conforme avanza la historia (y en esto Rumiko es portentosa) va quedando claro que nadie es tan perfecto ni tan negado como pueda aparentar en primera instancia, y al final todos tenemos un
corazoncito que nos hace vulnerables.(Continuación en el spoiler)
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26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
El amor no existe
De verdad que me imagino a Takahashi riéndose a carcajada limpia de los espectadores que han querido ver en esta obra lo más romántico del mundo cuando es lo contrario.

«Maison Ikkoku» sigue la línea tragicómica que ya vimos en «Urusei Yatsura», solo que haciéndolo mucho peor, a través de un retrato des-romantizado de la sociedad japonesa de los ochenta (puede que también actual) donde al pedirte matrimonio te enseñan primero la cartilla de la cuenta corriente. El amor no existe en estas parejas, a lo sumo es un complemento, un añadido, mayormente unidireccional. «Maison Ikkoku» normaliza el desamor, el matrimonio de conveniencia, meditado y amistoso; la vida es frustrante y amarga, supéralo y sé feliz con lo que tienes. Cuánta crueldad, Rumiko.

Vamos a dejar de lado las historias de Mitaka, Akemi y Kozue (spoiler), donde también se ve esta visión práctica y alejada de cualquier romanticismo, y fijémonos en los protagonistas. Su historia no es una historia de amor, sino la historia de una pareja en la que, repito, el amor no es lo principal. Kyoko decide casarse porque quiere casarse, porque debe casarse, no porque se vuelva a enamorar. De hecho, no se habla nunca de amor, ni siquiera el propio Godai se plantea que lo ame, sino solo piensa que lo elija a él para casarse y no venga otro que la convenza no sabemos cómo. Es muy fuerte que el noventa por ciento de conversaciones que mantienen sea sobre asuntos económicos: a Kyoko lo único que le interesa es que Godai encuentre trabajo, y de ahí que ni se plantee una relación sin antes asegurarse de que tiene dinero para mantenerla.

Claro, que ¿quién se va a enamorar de un tipo como Godai, que no vale un duro? En la serie es un conquistador porque hay que reafirmar al personaje, pero no hay quien se lo crea. Su extrema cobardía e inseguridad hacen de él una persona poco fiable, irritante y tonta hasta el cansancio. No puedes ir por la vida con esa actitud inmadura y acobardada hasta con niñas de quince años que lo torean, amigos/enemigos que hacen con él lo que quieren, enamoradas que lo comprometen sin que pueda decir que no y una mujer que en teoría ama pero ante la que es incapaz casi de hablar o abrir la boca. La absoluta falta de naturalidad, de confianza, de feeling, entre esta pareja es tan abusiva, tan enorme, que solo puedes creer que su relación es un negocio, un acuerdo. Todo muy correcto, muy formal, pero sin amor, sin romanticismo.

Además, Kyoko es en teoría la mujer ideal, pero demuestra ser una basura de persona. Hipócrita, falsa y egoísta, participa de la nula personalidad de Godai, de la completa falta de energía para tomar decisiones y ser franca. Esta mujer no tiene ningún reparo en jugar con los sentimientos de las personas, aparentar hasta el último segundo y mentir abiertamente sobre lo que piensa o siente (si es que siente algo, porque vaya rango emocional...). Impagable el capítulo 26 donde hace cálculos sobre si le conviene más Mitaka o Godai, para concluir que no tiene que agobiarse aún porque, total, «ambos están dispuestos a esperar lo que haga falta»... Hay que ser miserable.

Aparte de lo dicho, encontramos un guion a lo largo de noventa y seis episodios con problemas de coherencia, personajes secundarios que si muriesen no me importaría, situaciones que no hacen gracia, como la adicción a la bebida que presentan todos (Kentaro y su madre, por favor...); conflictos que se basan en la estupidez máxima de los protagonistas y tramas deleznables como la de la petarda de Yagami.

Menuda decepción más grande.
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5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
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