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Conejo a la berlinesa (2009)

Conejo a la berlinesa
51 min.
6,8
88
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Disponible en:
Suscripción
Escena (ALEMÁN con subtítulos en ESPAÑOL)
Sinopsis
Cuenta las desventuras de unos conejos salvajes que vivían en la franja de la muerte del Muro de Berlín y que, tras la caída del muro y al ver que de repente se quedan sin techo, se ven obligados a adaptarse a la nueva situación y a buscar un nuevo lugar donde vivir. El filme es así una especie de alegoría que describe la situación de Europa del Este en este momento tan decisivo de la historia. Según el director y el cámara Piotr Rosolowski, la película intenta contar de nuevo una historia desde el punto de vista de los animales como ya se hizo en su momento con "Goat Walker". (FILMAFFINITY)
Género
Documental Histórico Animales Mediometraje
Dirección
Reparto
Documental
Año / País:
/ Polonia Polonia
Título original:
Królik po berlinsku - Mauerhase
Duración
51 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Polonia-Alemania;
Links
Premios
2009: Oscars: Nominado a Mejor cortometraje documental
6
“Once upon a time there were four little rabbits…”
"Królik po berlinsku" (2009), tercera película de "Off the Wall", viene guiada por Bartosz Konopka. Es un “documental” —discurra el espectador y el lector por sí mismo mi cuestionamiento del género— de producción polaco-alemana, y sin duda, es mejor conservar o el título que se le dio en polaco, o el que se le colgó en alemán, "Mauerhase" —no sé si es una traducción del título polaco, aunque a simple vista, parece que no, probablemente sea una adaptación para el público germano—; que la traducción (parece que del título polaco), ridícula por las connotaciones culinarias y del descacharrante destape, de "Rabbit a la Berlin", en inglés; y "Conejo a la berlinesa", en español. Sí, además con un galicismo muy de “nouvelle cuisine”.

Por lo tanto, y dados mis conocimientos, y la burda economía de la escritura, opto por "Mauerhase", el título, en mi opinión, más fiel al contexto histórico-social inmediato, en tiempo y espacio, de la película. El alemán, vox populi, tiene una preferencia rallante en lo enfermizo por los sustantivos compuestos, es decir, la creación de un nombre nuevo, a partir de dos existentes. En este caso, la ecuación es sencilla: “Mauer” (muro) + “Hase” (liebre), por lo tanto, ¿qué será en Alemania una “liebre de muro”? El “muro” es, obviamente, el Muro de Berlín, pero ¿conocía el resto de occidente que en ese entorno vivieron unos animalillos como las liebres? Como último apunte lingüístico, me parece muy inteligente haber designado ese mamífero como una nueva especie. Las liebres del muro de Berlín merecen, por propios méritos, ser catalogadas.

Pero vayamos al documental. Tenemos un espacio y un tiempo, Berlín y la vida del Muro, su construcción, su infundada eternización, y su entusiástico derribo. Una voz en off y un punto de vista muy determinado. Y el cuento de Bartosz Konopka en un blanco y negro cercano al hundido, pero lúcido y acertadamente infantil Wim Wenders de "Der Himmel über Berlin" (1987); pero que también abraza sabiamente la ternura, próxima a la viralidad cibernética, de las criaturas de Beatrix Potter. Hubiera sido interesante que Konopka aprendiera de la totalidad narrativa de "Le quattro volte" (Michelangelo Frammartino, 2010); ya que, por otra parte, ha leído tan bien a George Orwell, y ya ganó experiencia animalesca en su otro documental, "Ballada o kozie" (2004). Es espeluznante comprobar cuán egocéntricos y limitados somos los seres humanos, nos creemos la única especie sobre la faz de la tierra, creamos y derribamos la historia a nuestro antojo, sin tan siquiera contemplar que siempre hubo otros seres que miraban. Magnífico propósito el de Konopka en interesarse por la alteridad, ese otro tan a menudo despreciado y simplificado.

Unos conejos vivían en Alemania, y en la postguerra de la Segunda Guerra Mundial comían cada día en los huertos de la devastada Postdamer Platz. Lógicamente, los humanos, agónicos y mortecinos, no estaban dispuestos a que esas comadrejas fueran competencia, así que empezó la pugna por la vida. En principio, en Alemania, el conejo es tan solo un animal de compañía, pero supongo que todos comprendemos los desastres.

Un buen día, unos humanos comenzaron a construir un vallado, primero era una alambrada, luego los ladrillos sustituyeron a los espinos en que las personas se desesperaban en manos de la inhumanidad. Y ese muro, respecto a la pared interior, nos dejó un refugio. De kilómetros y kilómetros de longitud. Y no había hombres, solo nosotros, y la hierba creció, hasta formarse un pasto desvergonzado, fresco, apetitoso y ameno. Y los soldados no cazaban, o eso mencionan los informes oficiales, porque cada tiro debía ser registrado y justificado.

Los berlineses, no se especifica de qué frontera, venían a ver. La felicidad invadía a los conejos, vivíamos en un microcosmos absolutamente pacífico y nunca disfrutado por ninguno de nuestros antepasados, “panem et circenses”, reproducción sin límites, ninguna amenaza nos turbaba, y si oíamos cualquier ruido, simplemente cavábamos, y nos escondíamos hasta que pasara la tormenta. Así de fácil se solucionaría. Pero claro, todo paraíso acaba por colmar, y si es una sensación agradable, es conocer a la vez el fin.

Unos conejos consiguieron construir madrigueras tan extensas que llegaron a atravesar subterráneamente el Muro, ya que este no tenía fundamentos. ¡Cuánto se sorprendieron todos! ¿Pueden ser unos amorosos conejos símbolo de la libertad, de la rebeldía, incluso, inspiración de grafiteros desobedientes…?

Pero los humanos se asustaron. Y los ladrillos se cambiaron por bloques de hormigón armado, convirtieron las casas sospechosas en “culs-de-sac” y se abrió la veda. Envenenamientos, disparos incesantes… Hombres que no miran a cámara confiesan que capturaban conejos y los usaban para carreras y demás; pobrecillos, estaban tan estresados, que ellos mismos se atontaban tanto por el miedo… que era tan fácil cogerlos… Aunque estaba prohibido por el mando superior.

Teníamos que volver a estar alerta, desperezarnos, salir de esa felicidad apagante; qué paradójica es la inacción edénica. Pero el terror terminó. La alegría de acorralar al cruento ejército explotó en barrenar con formones la pared. Y pudimos salir. Y otra vez hubo superpoblación, pero sobrevivimos cuando se cansaron de nosotros. Y ¿quién sabe si ahora, aguerridos de nosotros, vivimos en un estado más saludable y favorable, aunque más tramposo, que la bella campana de cristal en que encerraron y se creyeron libres nuestros antepasados en su permanente sueño…?

En Relato Enmarcado seguimos el REC 2014!
Reseña completa en: http://www.relatoenmarcado.com/2014/11/24/upon-time-four-little-rabbits/
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