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Orgullo (1955)

Orgullo
106 min.
7,2
803
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Sinopsis
Historia de dos familias, los Mendoza y los Alzaga, enfrentadas durante generaciones por el agua de un río que separa sus fincas. Tras varios años de estancia en París, Laura Mendoza regresa a casa y se enamora de Enrique de Alzaga. Cuando están a punto de casarse, resurge el problema de la sequía, lo que reaviva viejos rencores y hace estallar de nuevo la guerra entre las dos familias. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Vida rural Drama romántico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Orgullo
Duración
106 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
8
Piel de toro
Se me hace incomprensible que este peliculón haya pasado desapercibido en la historia del cine español. Y eso más allá de los gustos de cada cual. Porque no es precisamente ésta una producción modesta. Es bastante ambiciosa la película, y encima cumple. El género es extraño, hay que verla. Es una especie de western hispano con aires goyescos pero en pleno siglo XX.

Historia de pasados y pasiones. De caciques orgullosos. De amos y siervos. De tierra y agua. De ganado y bestias. De garrotes y estacas. De la España negra y reseca. Tremenda.

Encima la protagonista es una mujer, Laura Mendoza, una niña rica que vuelve de París para hacerse cargo de la finca de su madre. Bueno finca, eso parece una posesión medieval, un ducado por lo menos. Y se reencuentra con el pasado de la familia y su rivalidad con los terratenientes de enfrente, los Alzaga. A la manera de los Montescos y los Capuletos se desatan unas pasiones que contaminan a los siervos, que sumisos se alinean con las respectivas familias. Es de destacar el lenguaje de campo, bello y recio, que se utiliza en los diálogos. Y todos hablan con una dicción perfecta. Las actuaciones están muy bien, salvando tal vez al actor que hace de hijo de los Alzaga, que es un poco panoli. Pero los demás, hasta el que hace de último lacayo que se ve en lontananza en algunos maravillosos paisajes, lo hacen de cine.

La podría haber filmado perfectamente Ford o Wellman, pero no; firma Manuel Mur Oti, un olvidado vigués de vida pícara y apasionante que emigró a Cuba y volvió para desparramar su genialidad en obras como ésta. Hay escenas que realmente es de lo mejorcito que puede ver uno del cine español. Impresionante.
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55 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Gazpacho western
Que películas como el maestro de Esgrima o esta tengan la misma nota media que Torrente dice mucho sobre la cultura cinematográfica de este país de pandereta. Luego oímos los lamentos de la industria, cuando la política de subvenciones y la gestión del cine en la televisión pública vienen gangrenando al público desde hace más de una década.
Lo que hay es desconocimiento del buen cine que tenemos y hemos tenido. Y si alguien me dice que aquí no sabemos hacer cine, le remito inmediatamente a esta película.
Una superproducción (sí, aquí también hemos tenido de eso) rodada en los bellos parajes leoneses de Riaño (lugar que conozco por veranear muy cerca), con una exquisitez técnica e interpretativa pocas veces vista en la historia del cine español.
De hecho, si no fuera por la fisonomía de los protagonistas, cualquiera diría que estaba rodada en Wisconsin.
A los mandos tenemos a Mur Oti, un director que desde ya pasa a mi lista de cineastas a descubrir. Su despliegue técnico a lo largo de la película es sobrecogedor: primerísimos planos, picados, contrapicados, travellings horizontales...
La fotografía es asímismo alucinante, destacando el juego de luces del final con la pareja abrazada, la llegada de los campesinos al lago o el rostro lloroso de la protagonista al descubrir que ha llegado "tarde" a casa.
Interpretativamente, todos los actores brillan a una altura descomunal, tanto por dicción como por interpretación. ¡Qué manera de representar el odio la de Cándida Losada (la madre)!¡Qué metamorfosis la de la hija pijilla (Marisa Prado) a mujer implacable!
Le priva de ser una película redonda la relación amorosa entre los protagonistas, que resulta empalagosa al principio y poco creíble al final.

Una joya absoluta que una vez más descubro gracias a Gilbert. Me quito el sombrero, compañero.
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33 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
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