El genio alegre (1939)

Entre mis muchos defectos, corren atolondrados y hambrientos como manada de hermosos bisontes americanos, el más grave e imperdonable es, din duda, el de no haber nacido en tierras andaluzas, qué pena. Desgraciadamente, soy más bien ruso, frío y descastado, esa gran desgracia que a todas partes me acompaña.
Y de ahí quizás provenga mi gusto y añoranza, mi anhelo y nostalgia, paraíso perdido y nunca recuperado, la debilidad mía por esta hermosura, por esta antigualla tan bonita.
Basada en una comedia de los hermanos Álvarez Quintero (muy famosos, exitosos y prolíficos hace un siglo), esta película tiene el sabor de las cosas bien hechas, hogaza horneada, como ya no se hacen, con calma chicha, gracia y mimo; ejercicio delicado y bien compuesto.
El cortijo andaluz como el edén donde todos son buenos y felices, los conflictos, de chichinabo y el amor, el timón, todo lo puede. No se tiene noticia de la lucha de clases y el mal es escaso y perezoso, como si le diera vergüenza al pobre afear una fiesta tan primorosa, es rápidamente eliminado, de un plumazo, por el poeta pujante y enamoradizo.
Mínima historia, sostén para una sucesión de viñetas que son pura ricura, miel derramada, mi mamá me mima, que cuenta la llegada del pimpollo bonito (¡déjame que te coma!) al susodicho cortijo, la niña de tus ojos, de los amores de todos, la sangre en las venas, coqueta (sin olvidarme, claro, de la Coralito, ay... ), simpática, lista, buena y generosa a rabiar (una especie de predecesora, sin cante, de la Marisol tan rubia y santa como ella, igual de picarona y zascandila), que trae una revolución de felicidad y alegría y que proclama la nueva ley, la del bien como única bandera y la hermandad humana como horizonte y pan nuestro de cada día.
De fondo ñoño, cursi y muy naíf, te gana en sus diálogos cuidados y llenos de requiebros y sabiduría popular (recreada y extasiada a través de un lenguaje dulce, incisivo y amable en su humor cariñoso); o mil giros y deleites para nombrar las cosas y celebrar la vida; una mirada tierna y guasona que se ríe de toda afectación impostada o seriedad ridícula y que niega angustias, melodramas o desafueros.
Sentido del humor sutil, elegante y caluroso. Un esmero luminoso y tarambana para una pequeña e ignota joya pedida en el baúl del tiempo.
Simpáticos actores, alguna canción deliciosa y mucha cháchara y benevolencia. Cualquier parecido con la realidad es ignorado, se trata de otra cosa, de una esperanza animada y candorosa.
Vale.