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Viva la libertad (1931)

Viva la libertad
79 min.
7,2
849
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Película completa (VO con subtítulos en ESPAÑOL)
Sinopsis
Dos presidiarios deciden fugarse, pero cuando están a punto de alcanzar la libertad son descubiertos. Uno de ellos decide sacrificarse por el otro, que llegará a convertirse en un gran empresario gracias a una imponente y moderna fábrica de fonógrafos. Cuando el segundo logra salir de la carcel, ambos vuelven a encontrarse. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Musical Amistad Realismo poético francés
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
À nous la liberté (Freedom for Us)
Duración
79 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1931: Oscar: Nominada a Mejor dirección artística
1932: National Board of Review (NBR): Top películas extranjeras
1932: Festival de Venecia: Sin carácter competitivo. Audiencia: Film más entretenido
8
En busca de la felicidad
Tercer largometraje sonoro de René Clair, escrito por el realizador a partir de un argumento original propio. Se rueda en estudio con algunas tomas de exteriores y de escenarios reales. Es la primera película de habla no inglesa que es nominada un Oscar (decoración interior). Producida por Frank Clifford y Alexander Kamenka para Sonores Tobis, se estrena el 18-XII-1931 (Francia).

La acción dramática tiene lugar en Francia. Louis (Cordy) y Emile (Marchand) son dos amigos que cumplen condena en prisión y comparten celda. El plan de evasión que conciben sólo permite la fuga de Louis, que pronto se convierte en un próspero e innovador hombre de negocios. Cuando Emile sale de prisión, años después, encuentra trabajo en la factoría Lo, de Louis, dedicada a la fabricación de gramófonos portátiles de cuerda. Tras varias peripecias, reemprenden su historia de amistad y compañerismo.

El film suma comedia y musical. Constituye un sólido producto de entretenimiento y reflexión y, al mismo tiempo, presenta una aguda y deliciosa sátira social. Explora las condiciones de vida de los asalariados, que compara con las de los presos condenados a trabajos forzados. Analiza el grado de deshumanización que impone la mecanización industrial, que convierte a los trabajadores en autómatas, como demuestra el funcionamiento de las cadenas de montaje industrial. Muestra cómo la mecanización progresiva de la producción industrial, motivada por las aspiraciones de mejoras de la productividad, impone sistemas de trabajo cada vez más simples, repetitivos y despersonalizados. La fabricación de caballos de juguete en una cadena industrial inicial deja mayores márgenes de autonomía personal a los obreros, que la fabricación posterior de gramófonos y otros productos. Cuanto más sofisticado es el producto, más estricta ha de ser la cadena de montaje y más exigentes son sus requerimientos de uniformidad, estandarización y despersonalización. Las sociedades industrializadas con sus producciones masivas de bienes hacen posible la prosperidad, pero hacen difícil o imposible la felicidad, basada en el ejercicio, uso y disfrute de la libertad.

La superación de la fase de mecanización industrial por la etapa posterior de la automatización de los procesos productivos suprimirá puestos de trabajo a causa de la disminución de la cantidad de trabajo humano necesaria par producir bienes. Los trabajadores dispondrán de más tiempo para el ocio (jugar a los bolos, a las cartas, pescar, bailar, etc.), pero no tendrán garantizada la felicidad, porque ésta depende de la amplitud de los márgenes sociales de la libertad. Éstos dependen, a su vez, de los compromisos adquiridos o impuestos, las ataduras sociales, las normas y las leyes. En un mundo de ocio y prosperidad los grandes enemigos de la felicidad van a ser la ambición insaciable, la codicia humana y las ansias de poder.

(Sigue en el spoiler sin revelar partes del argumento)
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27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La suerte y el destino
Esta es una historia de amistad, del valor de la amistad, y también de las jugarretas que el destino se obstina en tener con los seres humanos, incluso por encima de la apreciada libertad. Uno puede no creer en él, pero en el filme de René Clair su presencia es determinante. Dos presos bien joviales, que hasta cantan mientras trabajan en la cárcel, intentan fugarse, sólo lo logra uno de ellos y el otro se queda al interior del muro ayudando al escape de su amigo mientras ve que su destino será ser atrapado. El hombre que sale tiene toda una historia aparte, llena de suerte y astucia, en la que logra escalar posiciones hasta hacerse a un emporio de las vitrolas con sucursales en diferentes regiones. Todo le sale muy bien, la suerte está de su lado.
Por esas cosas del destino, el hombre que no pudo fugarse obtiene un buen día su libertad y divagando da con un trabajo en la empresa del viejo fugitivo. Lo encontró sin buscarlo. Pero el recien liberado, que parece que todo lo que toca lo daña, trae también consigo ese aire de mala suerte que hará que incluso el millonario hombre que le ayuda tenga una vez más que huir.
En medio de todo, un canto a la amistad que no se ve empañada entre estos dos hombres. Abrazos, miradas y juegos de manos acompañan la relación de estos dos hombres. Llamativa ausencia de diálogos, o al menos de conversaciones que alienten la confianza de estos amigos, sin duda porque apenas salimos del cine mudo. Eso sí, en tono de comedia, hay persecuciones de multitudes y situaciones que llaman a risa como siempre con las clásicos del cine cómico.
También, si se quiere, el melodrama hace lo suyo con canciones que siempre quieren hacer ver el mejor lado de las cosas o proclaman con nostalgia la libertad.
¡Libertad! Libertad que no depende tanto de las rejas de un cárcel como de los muros qye la sociedad y nosotros mismos nos vamos construyendo.
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11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
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