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Osen de las cigüeñas (1935)

Osen de las cigüeñas
87 min.
7,0
88
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Sinopsis
Sokichi Hata se traslada a Tokio con la esperanza de estudiar medicina, pero no tiene el dinero suficiente para sobrevivir. Allí conoce a Osen, la sirviente de un traficante de antigüedades sin escrúpulos, Kumazawa, quien acoge a Sokichi. Kumazawa maltrata a Sokichi y Osen, mientras estafa a unos monjes budistas para conseguir los tesoros de su templo. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Melodrama Prostitución Cine mudo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Orizuru Osen (The Downfall of Osen)
Duración
87 min.
Guion
Fotografía
Compañías
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10
Una película tierna y emocionante
Una de las películas más bellas y tiernas que he visto nunca. La encontré por casualidad en internet y no pude dejar de asombrarme a cada paso. La historia, terriblemente emocionante y triste, los actores, sublimes, el retrato del ambiente en Japón a inicios del siglo XX, inmejorable.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
En un santuario de Kanba...
Se elevan las hojas secas por encima de las estatuas de los leones del santuario de Kanba, y el ulular del viento se cuela entre ellas abriendo brechas hacia un tiempo pasado ante los ojos de un hombre que lo habitará abandonando su estado de conciencia presente.
En este viaje enfrentará la melancolía, el dolor y la añoranza...

Este hombre es uno de esos personajes masculinos arquetípicos de la literatura trágica de Izumi Kyoka, quienes, afectados por una existencia miserable, se encuentran bajo la inesperada protección de una mujer, con frecuencia una artista o prostituta, que sacrifica su vida en un proceso de degradación físico, espiritual o mental, para ayudarles a ascender socialmente, con el conocido giro del fatal reencuentro, donde toda esperanza para ella ya es inútil. A Kenji Mizoguchi le fascinaba el estilo de aquél por su audaz descripción de los bajos fondos de la sociedad nipona de la época y el espíritu popular de rebelión que impregnaba sus obras.
El cineasta volverá a trasladar a la pantalla otro relato del nativo de Kanazawa, "Baishoku Kamo-nanban", y lo hace desde el seno de la recién fundada Daichi Eiga, por el productor Masaichi Nagata, tras separarse de Nikkatsu; allí, filmando por contrato por última vez, descubrió a una joven de 17 años de nombre Mitsu Yamada (más tarde Isuzu), quien también seguirá a Nagata, y encuentra en ella una nueva inspiración, convirtiéndola en el paradigma de su cine centrado en mujeres. Se estrena en la nueva compañía, donde goza de total libertad creativa, asumiendo arriesgadas innovaciones técnicas.

En una secuencia inicial nocturna, de multitud, en una estación de tren y bajo un clima tempestuoso, la cámara se posa en un tipo elegante que desvía su mirada hacia el lejano arco de entrada del santuario de Kanba; la sentida narración del benshi Suisei Matsui y la bella puesta en escena quiebra toda la situación presente penetrando en la mente del individuo. La audacia del director consigue unir los alardes en el plano formal a las sensaciones íntimas del personaje, como si las imágenes agolpadas en su inconsciente se extrapolasen a la realidad.
Comienza así el gran "flashback" sobre el cual se construirá la trama, que sigue sus pasos años atrás, cuando era un joven abandonado a su suerte y a punto de quitarse la vida en una Tokyo despiadada. La fuerza mística del santuario actúa y aparece el ángel Osen, perseguida por unos tipejos; Yamada, de delicado, alargado rostro y ojos hipnóticos, un retrato de belleza femenino, se presta cual veterana a la melodramática tragedia de una mujer cuya existencia se debate entre la bajeza moral y la resignación, típico de Kyoka y Mizoguchi, de ser incapaz de huir del yugo de un bastardo (Kumazawa) dedicado a la estafa, el robo y la prostitución.

Al verle desvalido, Osen decide ayudar al joven Sokichi, pero introduciéndole en la infernal casa donde malvive y es maltratada; por tanto la historia se articula y crece en su fatalidad debido a terribles decisiones sobre la vida de otros tomadas en base a la emoción y la creencia subjetiva propia. El nipón logra establecer, como siempre en sus melodramas, un clima sofocante donde germina la rabia, la humillación y una perturbadora y rara violencia, cruel en su exposición tanto hacia la chica como el recién llegado; se produce una transferencia de sufrimiento acallada por el menosprecio. Sus invenciones estilísticas y puesta en escena hacen brotar las más fuertes y amargas emociones en pantalla.
El uso enérgico de planos-secuencia en movimiento lateral acompañando a los personajes, lo abrupto de las elipsis o las frecuentes rupturas de ritmo mediante variaciones de cadencia en el montaje realzan la oscuridad lírica del conjunto, por no hablar del inteligente uso del "flashback" y la suspensión del tiempo presente. De este modo Mizoguchi obtiene una síntesis de sus búsquedas estéticas sin difuminar la violencia del tema tratado; al mirar en la intención de Kyoka, impregnada de mística sin humanismo moralizador, esboza el engranaje de la prostitución estableciendo la crítica de todas las opresiones y represiones de esa terrible era Showa en la que él vive.

Un logro del film es la dinámica del "flashback"; de hecho otro interior nace escudriñando en el pasado de Sokichi al evadirse un instante de la realidad. Es una vuelta atrás dominada por la nostalgia del hogar, planteándose algo así como el reverso fatídico de "Furusato no Uta" pero persistiendo el contraste entre la atmósfera bucólica del campo y la frialdad malévola de la ciudad; el mayor problema de Sokichi y Osen es la ausencia de fuerza y voluntad, lo que les hace unas criaturas heridas, débiles e insoportablemente cobardes, criaturas acorraladas en un entorno miserable hasta las últimas consecuencias (ni la figura respetable del monje se salva de la ruin descripción).
La segunda parte, más elaborada en la novela pero resuelta demasiado pronto, demasiado rápido, en la película, se centra en el crecimiento personal de Sokichi una vez liberados de la maldad de Kumazawa. La mujer no, claro, ella debe mantener su condición sacrificial como expiación por el sufrimiento que por su culpa padeció el chico (vuelve así el tema de la prostitución, y curiosamente sugerido por una vecina, una mujer, tal vez otrora prostituta); éste y el episodio del dinero que le ofrece el estafador a Sokichi ("¡Es dinero sucio y no puedes aceptarlo!", responde él) son grandes ejemplos de la visión del personaje de Osen, que actúa conforme a sus ideas en favor de otro.

Pero sus decisiones son erróneas y sus actos de sacrificio innecesarios (aunque necesarios, por supuesto, para obtener la compasión del espectador).
Por otro lado "Orizuru Osen", logro formal y estético temprano en la carrera del maestro, termina siendo un extraño fracaso de público y crítica...anunciando un poco halagüeño futuro a su estancia en Daichi Eiga.
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