El jefe (1956)

Hay hombres que pareciera que la vida les concede todo lo que se les antoja: éxito, poder, propiedades, dinero, mujeres… Todo lo que ofrece este mundo terrenal se pone a su alcance de manera expedita, y cualquiera que los mire a distancia, pensará que son los hombres más felices del mundo, siendo posible que, por ellos, llegue a sentirse envidia. Pero, cuando se consigue ver adentro de las casas (perdón, mansiones y/o haciendas) en las que habitan, y cuando se alcanza a conocer un poco de sus emociones y sentimientos, en muchos de ellos es fácil percibir el fatuo, impropio y descompuesto ambiente en que realmente viven. Es apenas un velo muy sutil y una pared muy delgada, lo que separa su imponente imagen externa, de su deprimente y azarosa realidad.

Dominados por sus ambiciones; incapaces de poner límites a esas pretensiones con las que esperan llenar sus vacíos interiores; y rodeados de la peor pelambre humana a la que se hayan atados por la complicidad de algún momento, para ésta suerte de individuos pareciera no haber salida, y quizás, el desenmascaramiento y la deshonra sea lo único que ponga fin a su miserable destino.

Tras haber sido recibido con honores en su pueblo por los logros obtenidos durante la guerra, el capitán Matt Brady, comienza a dar pruebas de que le falta sensatez para manejar su vida y esto amargará profundamente a su hermano Tim, el político más influyente de la ciudad. Quizás sea, ésto, lo que termine con su vida… y entonces, Matt va a heredar un poder para el que no está preparado ni intelectual, ni moralmente. Su fuerte carácter y su falta de escrúpulos le servirán para aumentar sus caudales, y como con gran claridad le dice, Stanley Millard, el hombre puesto por el Fatum como su gran oponente, “en el pueblo hay más bares clandestinos que escuelas, más casas de juego que iglesias, y además tenemos la más alta tasa de criminalidad del país”. ¿Qué puede, entonces, guardar la vida como compensación para un hombre así?

En la línea de la magnífica, “All the king’s men” (Robert Rossen, 1949), <<EL JEFE>> es de esa suerte de películas que dan cuenta concienzuda de ciertos procesos existenciales que llevan siempre hacia el mismo abismo. Ofrecérnoslos, es tarea encomiable de sus autores… Verlos, es elección nuestra y del destino porque, sin duda, los estamos necesitando… y aprender de ellos o volver a trasegar por los mismos floridos, pero, luego espinosos caminos, es decisión ¡absolutamente nuestra! Más no puedes olvidar que, si en la tierra siembras semillas de azucenas, verás surgir un precioso y colorido jardín; pero si siembras cardos… hasta tú mismo podrás pincharte con las espinas.

Un acertado guion de Dalton Trumbo, que aparece firmado por, Ben L. Perry, sirviendo de testaferro, fue la base para este filme que dirigiera, Byron Haskin, logrando con él uno de los puntos más altos de su carrera.

Como protagonista, John Payne, nos brinda un magnífico carácter, dando a Matt Brady un potencial emocional que nos permite mirarlo con más consideración que desprecio; y es, precisamente, éste logrado equilibrio el que hace que, las historias de Trumbo, tengan un sentir y una calidad humana de la más alta refulgencia.

P.D.: Atención a la escena de la masacre en las escalinatas de la estación, pues, fue allí mismo donde, años después, Brian De Palma, rodara su memorable homenaje a Eisenstein en, “The Untouchables”.

Título para Latinoamérica: LA CAÍDA DE UN CAUDILLO

"- La moral está bien, salvo cuando afecta a los negocios".

Interesante film, más sobre el papel que en pantalla, que tiene entre manos una buena historia que, no sé porqué motivos, no se logra llevar con la eficacia necesaria.

Al comienzo parece que será ambiciosa, como el personaje protagonista, pero durante buena parte del metraje más parece un melodrama que una historia de corrupción política, aunque este tema esté siempre presente.

El guion no es redondo, a pesar de estar escrito por Ben Perry y, nada menos, que el gran Dalton Trumbo.

La narración e interés es irregular, va para arriba y abajo, asentándose con eficacia y rotundidad en la última media hora, con mucha tensión dramática y ganando el género negro sobre los demás. A este apartado pertenece la excelente escena de acción en la estación de trenes, que, en efecto, tomó de referencia Brian de Palma en "Los intocables".

Bien interpretada, contiene un gran esfuerzo interpretativa por parte de John Payne, encarnando a un personaje incapaz de amar verdaderamente a nadie, aunque el sentido de la amistad sí lo tenga desarrollado, amén de ambicioso, que no duda en emplear métodos oscuros y sucios con tal de subir en el escalafón y adueñarse de cuanto pueda.

Muy buena fotografía en blanco y negro y a toda pantalla a cargo de Hal Morh y estupenda banda sonora de Albert Glasser.

No está nada mal, pero podría haber sido mejor.

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