- Sinopsis
- Largometraje sobre los gitanos establecidos en los alrededores de París. (FILMAFFINITY)
- Género
- Drama
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 1983 / Francia
- Título original:
- Les princes
- Duración
- 100 min.
- Guion
- Música
Premios
"Convincente y sentido drama de modales contenidos"
Luis Martínez
[Diario El País]
El aire y el caballo
29 de marzo de 2024
Nómadas. Bohemios.
Kaurismaki (perdedores desastrosos líricos), Kusturica (aquel ritmillo, la música, el viento; la celebración de la existencia en la precariedad y la diferencia), West Side Story (tragedias, bandas, amores), Pasolini (lo sórdido y lo bello), Ripstein (suburbios y hecatombes y horrores, flores en el estercolero) y El discreto encanto de la burguesía (paseantes solitarios en medio de la nada camino de ninguna parte).
Ni los miserabiliza ni los exalta, los romantiza, coge el tópico (gordo) gitano y lo maneja manipula y lo echa al barro y lo eleva, un sí es no es.
Falla cuando aparecen los payos y se intenta (hacer) una especie de denuncia de alpargata (burda), una mirada pedestre y ruda sobre el racismo y la xenofobia, acierta cuando es libre y asociativa, imagina, juega, cuando priman la música y el movimiento y pasa poco o menos, yerra en el estrépito y la violencia (estúpida), tanta golpiza, gana en la calma chicha y la observancia y el detalle, en los espacios y las caras y los cuerpos y el dolor encarnado y el absurdo, mejor Gaspar Noé, ya puestos, que Documentos TV, ni modo.
Hay una escena o secuencia que refleja bien la dualidad de esta película u obra, cuando van los cuatro por la carretera, uno detrás de otro y con él imprecando, cagándose en todo, en ese deambular es hermosa, no así cuando aparecen los tontos de las fotos o la periodista cuando serás mía que ahí se vuelve obvia y más bien cochambrosa zarrapastrosa.
Por todo ello, es una película descompensada que alterna potencia poética narrativa de un contador con talento y un mundo propio visual sonoro con deslices socavones sabañones chabacanos demasiado gruesos.
Es (o hay) un desgarro que se ha perdido, bulle o late una vida que ha pasado a ser hoy día de plástico fino, una suciedad/crueldad de arrabal, unas pasiones y odios que ahora son poco más que pedos de monjas de luces pocas o soplamocos de curas tan cortos.
En fin, ahí está su mayor virtud, en ese realismo tétrico grimoso precioso alucinado de bajos fondos que rezuma atractivo (los protagonistas lo son) y clase como de Fassbinder o Gonzalo Suárez, mira tú por dónde, del primer von Trier, de El odio de Kasowitz, del Klaus Kinski escritor más loco Maldoror a dolor, quitado el calzón, Antártida de Huerga, Salto al vacío de Calparsoro, el primer Ulloa, La madre muerta, Alas de mariposa.
Basta. Vale. De acuerdo.
Kaurismaki (perdedores desastrosos líricos), Kusturica (aquel ritmillo, la música, el viento; la celebración de la existencia en la precariedad y la diferencia), West Side Story (tragedias, bandas, amores), Pasolini (lo sórdido y lo bello), Ripstein (suburbios y hecatombes y horrores, flores en el estercolero) y El discreto encanto de la burguesía (paseantes solitarios en medio de la nada camino de ninguna parte).
Ni los miserabiliza ni los exalta, los romantiza, coge el tópico (gordo) gitano y lo maneja manipula y lo echa al barro y lo eleva, un sí es no es.
Falla cuando aparecen los payos y se intenta (hacer) una especie de denuncia de alpargata (burda), una mirada pedestre y ruda sobre el racismo y la xenofobia, acierta cuando es libre y asociativa, imagina, juega, cuando priman la música y el movimiento y pasa poco o menos, yerra en el estrépito y la violencia (estúpida), tanta golpiza, gana en la calma chicha y la observancia y el detalle, en los espacios y las caras y los cuerpos y el dolor encarnado y el absurdo, mejor Gaspar Noé, ya puestos, que Documentos TV, ni modo.
Hay una escena o secuencia que refleja bien la dualidad de esta película u obra, cuando van los cuatro por la carretera, uno detrás de otro y con él imprecando, cagándose en todo, en ese deambular es hermosa, no así cuando aparecen los tontos de las fotos o la periodista cuando serás mía que ahí se vuelve obvia y más bien cochambrosa zarrapastrosa.
Por todo ello, es una película descompensada que alterna potencia poética narrativa de un contador con talento y un mundo propio visual sonoro con deslices socavones sabañones chabacanos demasiado gruesos.
Es (o hay) un desgarro que se ha perdido, bulle o late una vida que ha pasado a ser hoy día de plástico fino, una suciedad/crueldad de arrabal, unas pasiones y odios que ahora son poco más que pedos de monjas de luces pocas o soplamocos de curas tan cortos.
En fin, ahí está su mayor virtud, en ese realismo tétrico grimoso precioso alucinado de bajos fondos que rezuma atractivo (los protagonistas lo son) y clase como de Fassbinder o Gonzalo Suárez, mira tú por dónde, del primer von Trier, de El odio de Kasowitz, del Klaus Kinski escritor más loco Maldoror a dolor, quitado el calzón, Antártida de Huerga, Salto al vacío de Calparsoro, el primer Ulloa, La madre muerta, Alas de mariposa.
Basta. Vale. De acuerdo.
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