Hemoglobina (Herencia de sangre) (1997)

Parece mentira que los autores de los libretos de Alien y Muertos y enterrados (los otrora grandes Dan O'Bannon y Ronald Shusett) hayan escrito semejante basura. Podría achacarle todas las culpas al director, incapaz de plasmar con un mínimo de estilo el guión que se trae entre manos, pero aunque su trabajo sea realmente lamentable, la chorrada de la historia y, sobre todo, su sonrojante final son fruto únicamente de la labor de los guionistas, capaces de secuestrar un muy interesante relato de Lovecraft (con incestos, islas malditas, catacumbas, monstruos...) y remozarlo por la vía de la chorrada y el romanticismo de brocha gorda: asistir a los últimos minutos de Hemoglobina es poner a prueba nuestra propia capacidad de aguante, incluso nuestra credulidad.

Tampoco es que pidiera peras al olmo: con que me hubieran entretenido y asustado un poco me hubiera conformado. Pero es que no hay manera. Los mutantes dan más risa que miedo, la trama de amor es inane y ridícula, los secundarios dan lástima (aún muriendo en un orden inesperado), la dirección de Svatek es propia de un aficionado, el montaje es pobre, la historia está llena de agujeros y el clímax final carece de intensidad. Cierto es que no aburre demasiado, que los monstruos tienen su encanto y que salen algunos pares de tetas (no los suficientes: con endogamia de por medio podía haber salido una cinta terriblemente morbosa y erótica), pero los defectos son tantos, y tan gordos, que lo poco bueno que pudiera tener pasa inadvertido. Lo peor es intuir que con un material así gente como Alexandre Aja hubiera rodado un peliculón del quince.

Lo mejor: los monstruos, aunque estén muy desaprovechados.
Lo peor: Roy Dupuis y su look de vampiro glam para el arrastre.