Luciérnagas (2018)

Varados en Veracruz

Se nota que la directora Bani Khoshnoudi tira de su propia experiencia personal para enriquecer el realismo de Luciérnagas. Es una película pequeña, intimista, con menos de 90 minutos. No pasan grandes cosas, ni hay giros de guion espectaculares. La historia se centra en tres personajes en un momento de su vida en el que se sienten desubicados en el mundo. Tanto física como emocionalmente.

Son tres personajes que huyen de su pasado, pero que son incapaces de echar lastre para deshacerse de él. Eso les impide avanzar. La ciudad de Veracruz se convierte entonces en una especie de purgatorio. Un puerto donde quedan varados. La necesidad del otro, de comunicarse con los demás, les lleva a encontrarse. Son breves instantes en los que se sienten con fuerzas para aprender, ya sea un idioma nuevo o la forma de afrontar unos sentimientos reprimidos.

Metáforas y certezas

Luciérnagas son seres que emiten una luz propia. Puede parecer tenue, pero brillan en la oscuridad. De meros insectos a la belleza de su luminiscencia. El título de la película podría ser una metáfora que equipararía a sus personajes con esos seres. De todas formas, según parece, el título se inspira en un texto del poeta y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini. Ahí se utilizaba a estos bichos de luz como una alegoría política sobre la supervivencia ante el neofascismo.

Eso nos descubre una capa más profunda de la película que también se muestra con la misma sutileza que el resto. La persecución que sufren los homosexuales en algunos países de Oriente Medio. Un vistazo a las cicatrices que tiene en la espalda el protagonista es suficiente. Sabremos que ha pasado un tiempo en la cárcel en una breve conversación, no le hace falta nada más a Bani Khoshnoudi para exponer la situación y que el espectador comprenda todo el sufrimiento que le ha obligado a emigrar.

*La belleza de lo sutil

Luciérnagas está realizada con mucho mimo y delicadeza. Se la puede catalogar casi de minimalista por su planteamiento naturalista de la acción. Sus imágenes nos muestran el día a día de unos personajes, nada más. No hay un hilo argumental que busque contenido dramático gratuito. Incluso la resolución carece de un clímax como tal. No es lo que busca la película.

Luciérnagas es bella. Tal vez, demasiado fugaz para transcender. Una historia humana donde lo que importa es la psicología del trío protagonista, excelentemente interpretado por Arash Marandi, Flor Eduarda Gurrola y Luis Alberti. No necesita mucho más para alcanzar al espectador paciente. Sí, tiene un ritmo lento y contemplativo, es lo que requiere para explicar la rutina del migrante errante. Alguien que no pertenece al país donde vive, ni tampoco se siente parte del país del que huye.

Conclusión

Luciérnagas es un drama bello y evocador sobre la inmigración. También plantea cuestiones políticas como es la persecución que sufren los homosexuales en algunos países de Oriente Medio como es Irán. De allí es precisamente la directora Bani Khoshnoudi que ubica su película en Veracruz (México).

Sencilla e intimista, Luciérnagas tiene su mayor virtud en la naturalidad que transmiten sus imágenes y en el realista trabajo que ofrece el trío protagonista formado por Arash Marandi, Flor Eduarda Gurrola y Luis Alberti. Es una película para ver sin prisas y sin expectativas. Desde la sutileza, transmite sus reflexiones y éstas llegan al corazón del espectador.

Escrito por Daniel Farriol

Viernes 27 de septiembre, 6:00 pm, Cinéteca Nacional. La iraní Bani Khoshnoudi trae bajo la manga una historia poco convencional sobre migrantes compaginada con discriminación en cuestiones de preferencia sexual y la tierra desconocida con la oportunidad brindada hacia quienes llegan, transitan y la cohabitan Veracruz. «Luciernagas» coproducción multinacional focaliza su trama en un joven de origen iraní que ha llegado en buque al puerto, donde el trabajo no es fijo y las jornadas laborales son rudas, situación que no le convence y desea emprender a un país que le resulte más familiar con respecto a su cultura como Grecia o Turquía.

Aquí conocerá a Leti, una mexicana encargada de un hostal quien también vive incidentalmente la migración como fenómeno y desde el punto de vista de una mujer que nunca tuvo noticias de su prometido. El tercer encuentro se da con Guillermo, otro inmigrante salvadoreño que huye de las bandas de su país, con quien irá formando un lazo amistoso que podría vulnerarse al mínimo intento por expresarlo.

Con un pausado desarrollo, la película nos muestra un puerto y sus diferentes ámbitos, desde el parsimonioso que ofrecen las playas posterior a las duras jornadas laborales, hasta aquel en donde la algarabía del famoso y alegre carnaval les permite mostrar su esencia como individuos y que por cuestiones de prejuicio se ocultan. Pero no sólo Veracruz ha resultado ideal para llevar a cabo el rodaje, también es un acierto la participación del protagonista, quien ajeno a la realidad mexicana da con lo necesario al mostrarnos un hombre extraviado, tímido, en proceso de adaptación que se reprime así mismo antes de permitirse movimientos en falso.

Aunque la trama se mantiene sin cambios repentinos, la autora da indicios de un título muy personal, el cual se nutre de actualidades tanto locales, como de los sitios que indirectamente referencia.