Los peores años de nuestra vida (1994)

Hay momentos duros en la vida de toda persona, especialmente en la adolescencia, sobre todo si no eres el guaperas de turno y necesitas respuestas a la vida. De repente y casi por sorpresa, encuentras un islote en ese mar de angustia y dudas existenciales, algo tan tonto como una película que no te da respuestas pero que al menos te hace ver que no estás solo en ese mundo de incomprensión que te rodea.

Así pues siendo no especialmente guapo, tímido y un loser completo es inevitable sentir una devoción absoluta por este film. Ver que hay alguien que consigue retratar tu vida te reconforta. Es verdad que mal de muchos es consuelo de tontos, pero me sentía como Gabino Diego, ese tío era mi dios, ver sus fracasos amorosos era sentir los tuyos, ver que ir salido no era incompatible con cantar canciones y escribir poesía, que odiar al guaperas no te convierte en mala persona sino que es un instinto de supervivencia.

Quién no ha odiado a las mujeres porque sólo eres "simpático" o "mono"? Quién no ha deseado matar a esa chica de la que estás enamorado porque siempre acaba llorando en tu hombro, se lamenta de lo malos que son los hombres pero siempre acaba con el chulito de turno?

Por eso este film me pareció magistral, porque combina la épica del perdedor con un humor amargo, porque es realista y no recurre al almibaramiento facilón, porque cada uno de sus actores y actrices están magníficos y sobre todo, porque no estás viendo un film, estás viendo un documental sobre tu vida.

13 años después.......(sigue en spoiler)

“Los peores años de nuestra vida” es una comedia original, divertida y con el sello inconfundible de David Trueba en el guión. Gabino Diego lleva todo el peso de la película, dejando al resto del triángulo amoroso que se forma –con Ariadna Gil y Jorge Sanz– prácticamente en fuera de juego.
Lo que más destaco de la cinta son los detalles de comedia delirante que nos conceden, no de forma gratuita, sino de una manera muy ingeniosa. Es el caso de los monólogos de Gabino Diego, las gallinas de Agustín González en el piso o el cameo en un cine del propio Trueba al más puro “Annie Hall”. Porque esta película es muy Woody Allen y también posee un toque francés.
Una lástima que lo peor sea ese “ménage à trois”, al que parece faltarle salero. Y su transcurso parece más bien forzado para sacar la historia central a flote.
Aún así, es una película con gracia y buen gusto, que ya quisieran hacer muchos.