El desafío de Hercules (1983)

Es evidente de que no hace falta seguir al pie de la letra las hazañas de los héroes y dioses de la mitología griega pero de ahí a pergeñar este batiburrillo en el que aparecen un montón de personajes pero sin ton ni son, hay un trecho. Concretamente con Hércules respetan muy a su manera alguna de sus aventuras pero con el resto es que no dan pie con bolo. De todos modos esto no es lo peor de la película sino su insistente esfuerzo en deleitarnos en unos efectos especiales pésimos, de los que te hacen dibujar una sonrisa. De entre las muchas paridas creo que lo más conseguido son los monstruos que Dedalos fabrica, el abejorro, el dragón y el centauro, unos mantas de mucho cuidado, especialmente el primero que no hace más que chillar y ya está.

Desgraciadamente "El desafío de Hercules" no es más que la exhibición del muy musculoso Lou Ferrigno, pero dentro de una historia de lo más confusa y falta de interés. Liugi Cozzi no acierta en construir un relato mínimamente estructurado, ni siquiera en rodar secuencias de acción que te llamen la atención, salvo por la manía de poner chispazos y otros efectos visuales cuando se daban una castaña. Bueno en lo que si da de pleno el director es en el elenco femenino. A parte de los modelitos que se marcan, ahora setentero, luego de lucha libre y más adelante con unos vestidos que no tapan nada, de todo, menos siguiendo la moda griega, en dicho reparto destaca una bastante guapa Ingrid Anderson (Cassiopea), actriz que pese a su belleza apenas se dedicó al cine y sólo algo a la televisión. En esta ocasión, merece la pena fijarse al final cuando está con el Rey Minos, pues tiene una torta impresionante, no estoy muy seguro si por imperativos de guión.

La sombra alargada de Conan y Star Wars se cruzan con la más alargada sombra del Batman de Adam West y los mamporros de Bud Spencer y Terence Hill. Como comedia no es buena, eso sin duda. Pero no hay menos duda que a los Golem, a la Canon, o quieran llamarles se les fue más de las manos y les salió más una comedia de culto (que no comedia buena) que otra cosa.

Voy a confesar que me he quedado viendo los títulos de crédito en un estado casi hipnótico. ¿Motivo? Esperaba ver si en los créditos habían dejado en blanco espacios como guión o efectos especiales. ¡Qué efectos! Madre mía, a la Canon se les fue todo de las manos menos el presupuesto. No se puede ser tan cutre, por Dios. Y luego va la Warner y unos años más tarde les deja a estos amigos hacerse cargo de Superman. ¿Qué podía salir mal?

Con todo el cariño del mundo para aquellas personas que participaron de semejante crimen (de culto): enhorabuena por haber sido capaces de hacer de la caspa una obra de culto.

Son tan cutres que tardaron solo dos años en estrenar una secuela y somos capaces de ver en la secuela maravillas como la siguiente: de 128 minutos solo 8 son los créditos iniciales donde no se ven más que imágenes de la película anterior. Así ya se puede ahorrar en el rodaje de una película. Pero no contentos con eso, en la segunda parte vi dos cosas que me llamaron la atención (y hablo de los créditos iniciales). Primero, que además de volver no guardar en el anónimato a los pertrechadores de los efectos especiales: se permiten el lujo de poner al responsable de vestuario. ¿Alguien recuerda los pezones en los trajes del Batman de Joel Schumacher? Pues vean las atrevidas pezoneras que llevará Cassiopea en esta película. Menudo vestuario. Y la otra curiosidad: Pino Donaggio está metido en las dos películas, en su primera y segunda parte. Pero de forma desigual: en los créditos de la segunda parte dicen que es música o temas de la primera parte. Eso suena a: ¿para qué pagar al señor Donaggio cuando podemos reutilizar lo hecho hace dos años? Y gratis.

Lo dicho. Solo hay un motivo para verla. Es una película y es cine: de culto. Luego, si la ven, a lo mejor se preguntan por qué hay tantas bazofias que son cine de culto.