Casadentro (2012)

En una casa de campo vive una anciana llamada Pilar, acostumbrada a la vida calmada y a las actividades rutinarias de la soledad y los espacios hogareños. Convive junto a la servidumbre en un ambiente de pasividad y lentitud en la vida rural. De pronto, un antagonista llega para romper con eso: la civilización contemporánea; es decir, la descendencia de Pilar: su hija, su nieta y su bisnieta. Ellos ingresan al ambiente calmado para llenarlo de preocupación, cansancio y tensión.

Planteada esta introducción, se espera encontrar el desarrollo de una historia solvente. ¿Cuál es la voluntad de Pilar, su camino, sus retos y objetivos dentro de esta historia?

Lamentablemente, esta pregunta no tiene respuesta en la película, algo que enmarca el error del cine peruano en general, que se olvida de los ingredientes principales de todo guión consistente: un personaje principal con un objetivo que otorgue al público una ruta clara para dirigir su atención. Las acciones de este personaje dentro de la trama son obsoletas, y la historia, cargada de una comparación generacional valida, no se desarrolla nunca.

Joanna Lombardi ha desprovisto a Pilar de un discurso propio y de una necesidad por contar algo. Ni se le ve afectada, ni se entiende con claridad sus temores, ni mucho menos se establece con claridad un conflicto entre ella y los demás personajes. Ella solo está ahí, inmóvil, estática, intrascendente. ¿Qué interés puede generar en el público?

Sin una línea narrativa, la película es aburrida y tediosa. Carece de diálogos y pretende una estructura lírica que nunca llega a cuajar, porque jamás se genera una expectativa. El resultado es un experimento insípido. Si de lirismo se trata y las evocaciones e introspecciones pretenden trasmitir los mensajes a la audiencia, estos elementos se han perdido en el vacío de un argumento explicado sin eficacia. Elementos como la esperanza con los rayos del sol, la oscuridad absoluta en el momento de alta tensión o los gestos silenciosos son promesas aisladas unas de otras sin punto de interés que se desvanecen en el prólogo y derivan en la nada. Con producciones así, el cine peruano sigue siendo sólo una promesa en la forma –fotografía, edición y sonido muy bien logrados–.

¿Por qué tomarnos tan en serio el experimento de una joven cineasta que está descubriendo los matices de su cinematografía en esta película personal? Pues porque Casadentro ha gozado del financiamiento del Estado peruano, un beneficio que solamente reciben cinco de entre ochocientos proyectos cinematográficos cada año. Asimismo, fue una de las veinticinco películas menos vistas del 2012, recaudando menos de treinta mil soles en taquilla local.

Si el público peruano está, hace mucho tiempo, peleado con las producciones nacionales y no le brinda el apoyo económico necesario, ¿podemos darnos el lujo de invertir en productos incompletos, experimentales y personales que no otorgan nada para reconciliar al espectador con su cine? Si las películas carecen de un guión que establezca mecanismos de narración que den puntos de interés al público, vamos muertos, desde el inicio.