Un vampiro para dos (1965)

Tras un año de casados (José Luís Lopez Vazquez y Gracita Morales) y en vista de que apenas coinciden en casa, debido al diferente horario en que realizan sus respectivos trabajos (Pablo pluriempleado, como revisor de metro y guarda en una obra y Luisa como taquillera del metro), deciden liarse la manta a la cabeza y parten hacia Dusseldorf en busca de un trabajo que les permita una vida matrimonial por su camino.
Tras fallarle el contacto que allí tenían y gracias a la recomendación del encargado de la casa de España en Dusseldorf, van a parar como empleados de servicio de un inquietante barón de Rosenthal (Fernando Fernán-Gomez) en un siniestro castillo en medio de ninguna parte, al que les lleva un bravo taxista (veterano en varias guerras), después de haber sido rechazados por otros que ante la vista del destino, se santiguaban y pasaban de ellos.
Entretenida y divertida película de Pedro Lazaga, realizada inmediatamente después de la que cerraba su cuasi mítica trilogía sobre delincuentes proletarios (Los tramposos 1959, Sabían demasiado 1962 y La pandilla de los once 1963) y que si bien no se encuentra entre lo mejor de este gran director y en ocasiones peca de premiosa (largas vistas de aeropuertos y Dusseldorf), te hace pasar un buen rato con las andanzas de este barón y su licántropo lacayo Wolf (Goyo Lebrero) a los que los nuevos criados les hacen aficionarse a la sangre encebollada, la sangría y el chinchón seco, al mismo que los aterrorizan al describirles minuciosamente las suertes de una corrida de toros, además de tener un visualmente muy atractivo comienzo ,cuando desde la Puerta del Sol madrileña y rodado con cámara subjetiva entramos en el metro, recorriendo las instalaciones hasta llegar al vagón donde se nos presenta a José Luís Lopez Vazquez.
Recomendable.

Frente a algún acierto puntual en la recreación del ambiente tétrico del castillo del barón, el film, como suele ser habitual en las parodias, adolece de trazos de humor zafio y facilón; sirvan como ejemplo los eruptos provocados por la sopa de ajo que ahuyentan a la vampira o las recreaciones burlescas de canciones tradicionales: así Asturias, patria querida se transforma en Hungría, patria querida y Desde Santurce a Bilbao vengo por toda la orilla se ha convertido en Desde el Báltico al Mar Negro vengo por todo el Danubio. Lamentable. También a lo largo de todo el filme se nos dice machaconamente que como España no hay nada, que en Alemania serán más ricos y más eficientes, pero llueve mucho y no tienen paella, sangría ni toros (!) y varias veces se repite la expresión "¡Qué bonita es España". Y es que, aunque pobres y atrasados, en nuestro país no había vampiros y encima estaba la Guardia Civil para protegernos. Que éramos la envidia de todo el mundo, vamos. En fin, cosas del cine español de la época y del triunfalismo franquista. En el fondo una joya.