Saeta rubia (1956)

Di Stéfano como galán. Miguel Muñoz y Luis Molowny en los vestuarios. Un empiece con vigor y sobre todo, ese Madrid de aceras vacías, extraño, fantasmal, sin coches aparcados; de carros por las calles; de niños jugando al fútbol en descampados. Pues sí, así era el mundo, no sólo Madrid.
Unos golfillos roban una radio de una escaparate y van derechos al Reformatorio. Tiempos de pobreza, sin móviles ni nada y niños con ganas de hacer algo. Pero Di Stéfano, que los conoce, intercede por ellos ante el juez y éste los pone bajo su tutela. El famoso futbolista creará una escuela de fútbol para ellos con la finalidad de reeducarlos para que el día de mañana sean gente honrada.
Creo, que como película, no va más allá, es aleccionadora sin más, de buen corazón, con un inicio de gran clase.

Así es, un ejemplo del fútbol como medicina para salir de la pobreza y de la posible delincuencia. En Brasil saben mucho de esto.
Buen inicio con una cuadrilla de golfillos que trabajando en equipo se dedican a hacer pequeños robos. Estamos en Madrid en los años 50 y hay todavía mucha miseria por las calles. Mucha miseria y pocos coches, aunque los que gastan los futbolistas son todos "Mercedes".
Discreto neorrealismo con toques amables como los milagros de San Expedito.
Pero ahí está Alfredo Di Stéfano para encauzar deportivamente a esa muchachada creando para ellos el equipo Saeta Club de Fútbol.
Historia sencilla a la que posiblemente le sobre el lío sentimental, con muchas imágenes del futbolista y de partidos del Real Madrid. En uno de ellos, cuando el equipo blanco debe jugar con el sol delante, se alude a la conocida jota del segador que no le importa que le dé el sol cara a cara.
Guion y dirección subordinados a mayor gloria de D. Alfredo, mejor futbolista que actor.
Con todo se salva el arranque, las vistas del Madrid de la época con el ambiente de las zonas más pobres que improvisaban campos de fútbol en los descampados.
Cinta sencilla que no pasa de regular pero que disfrutarán los merengues.