Terror en la Antártida (Whiteout) (2009)

No sé vosotros, pero a mi me da la impresión —de un tiempo a esta parte— que ciertos directores y guionistas deben creer que los consumidores de thrillers y pelis de terror somos auténticos gilipollas. Porque, vamos, una cosa es ser condescendiente con los inevitables puntos débiles de un producto hecho única y exclusivamente para entretener al personal y otra cosa muy diferente es hacer la vista gorda ante un hecho incontestable: sus autores se han pasado el guión por el forro de los cojones. Así de claro.

Y es una lástima, la verdad, porque con una historia algo más consistente y menos adrenalínica “Whiteout” hubiera podido ser un thriller cojonudo. O si no cojonudo, sí al menos más equilibrado, más sensato y, sobre todo, más inteligente. Una cualidad, esta última, de la cual no va especialmente sobrada la peli de Sena.

Cuatro generosas estrellas, pues, para un thriller bastante tontorrón que sólo merece la pena ver por su despiadada y glacial estampa antártica y por dos o tres momentos puntuales de alta tensión. En resumidas cuentas, que la bola no entró. Y a eso, en terminología tenística, se le llama out. Tal cual. Sin el White delante. Que conste.

Como sitio inhóspito, desde luego frío, desde sus desiertos blancos y esa desoladora imagen la Antártida ha servido y servirá para ubicar en contexto cualquier peli que se autoproclame asfixiante y claustrofóbica. No puedo menos que pensar en The Thing, de Carpenter.
Lamentablemente, y si bien en este caso el lugar adquiere el verdadero poder que se merece, Whiteout no engancha desde ningun lado.

Las causas para este fracaso saltan a la vista, hay demasiado blanco de fondo y cada bache queda muy expuesto, valga la ironía. En principio, la trama nos capta desde el suspense. El misterio más básico se encara con efectividad: uno quiere saber lo que demonios está ocurriendo. El problema surge cuando, desde esa expectativa, la narración sólo se limita a perseguir pistas, o a enemigos silenciosos que aparecen y persiguen a la prota y ya para entonces adivinas el carril obvio que la peli ha decidido tomar, carril descafeinado a más no poder. En síntesis, la historia está "muerta", no atrae desde ningun lado, a nadie le importa lo que pase allí.

Sena se compró el pasaje del olvido por mérito propio, por dos cuestiones sencillas, de manual para estudiantes: 1. La historia es mínima 2. la narración opera desde ese mismo minimalismo.
Es lógico entonces que todo el tiempo se esté haciendo mención al ambiente antártico: es lo único con verdadero poder, y aún así tampoco basta.