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Keyhole (2011)

Keyhole
93 min.
5,2
172
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
Según palabras de Guy Maddin, "Keyhole" es un relato paralelo a "La Odisea" de Homero donde un ganster retorna al hogar tras una larga ausencia regresa llevando consigo a una chica ahogada que ha retornado misteriosamente a la vida, y un atado y amordazado rehén, que en realidad es su hijo adolescente, Manners. (FILMAFFINITY)
Género
Fantástico Drama Cine negro Surrealismo Casas encantadas Fantasmas Sobrenatural
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Canadá Canadá
Título original:
Keyhole
Duración
93 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2011: Premios Genie (Canadá): Nominada a Mejor vestuario.
7
Espectros distorsionados
Canadá ha sido la cuna de grandes personalidades del mundo del cine, o al menos de algunos de los realizadores más personales, con mundos propios e ideas incomparables. Sirve pensar en David Cronenberg, quizá el más famoso de todos ellos, y yendo a círculos minoritarios, en Guy Maddin. Este currante nato lleva 25 años ofreciendo al cine una visión única en la que la pesadilla se confunde con el sueño, habiendo sido comparado innumerables veces con David Lynch aunque su cine se acerque más al surrealismo primigenio y al avant-garde de un Buñuel, un Cocteau o una Maya Deren. Nos ha contado historias autobiográficas, ha hecho de guía en hospitales psiquiátricos e incluso se ha atrevido a convertir el mito de Drácula en un ballet extrañísimo. Con "Keyhole" va más allá ofreciendo un relato de fantasmas y casas encantadas en el que dos planos de la realidad se mezclan entre sí para presentarnos a varios personajes que deambulan perdidos en el entorno y en si mismos, intentando salir del fondo del océano y tomar aire, sin saber que en al superficie la cosa no está más despejada que cuando estaban sumergidos.

Con elementos de cine negro y mucho de sobrenatural, sigue así la historia de un hombre que lidera una banda de criminales y que con la ayuda de una joven ciega se adentra en una casa para buscar a su mujer. La premisa es sencillísima y la ejecución de Maddin puede parecerlo, pero nada más lejos de la realidad. El realizador vuelve a dar muestras de su talento y aliado con el director de fotografía Benjamin Kasulke crea una ambientación malsana que llena cada fotograma, convirtiendo la experiencia en una especie de sueño lúcido en el que nos vemos introducidos y tratando de investigar los porqués de lo que ahí está ocurriendo. De pronto dejamos de ser espectadores pasivos y asumimos un rol, Maddin nos mete dentro de la cabeza de sus personajes e incluso considerando la distancia que se crea a nivel narrativo (cuya regla máxima es que no hay ninguna en absoluto) es imposible despegar los ojos de la pantalla. Cine único e intransferible, tenebroso e inquietante, pero al mismo tiempo bellísimo, impagable. Es una película difícil pero si consigues entrar, te va a costar salir. Una de las mejores producciones del pasado 2011, para deleitarse y perderse en sus imágenes atemporales una y otra vez.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Abrir la puerta del inconsciente.
Guy Maddin, el protegido de Atom Egoyan y último enfant terrible del cine independiente canadiense hasta la fecha, compone con Keyhole la culminación de su personal y perverso estilo cinematográfico, el zenit para alcanzar a tocar el cielo de su particular cruzada de planteamientos eclécticos, rupturistas y anti convencionales.

Con una puesta en escena histérica y voluptuosa, no tan revolucionaria si tomamos las representaciones lynchianas y buñuelescas más arriesgadas, adapta las características del montaje emocional soviético para impartir un curso avanzado de efectismo y manipulación de la imagen, un recurso que se ve potenciado por su peculiar impronta visual basada en una bizarra cascada de imágenes causticas y elocuentes, una planificación compositiva fragmentaria y disociativa que conjuga desenfoques, iluminación discontinua e intermitente, sonidos estridentes arbitrarios y las rupturas bruscas y continuas del discurso narrativo articulado como un sentir creativo que bebe más del impulso daliniano que del proceso creativo racional clásico.

Estos elementos son algunas de las trampas del lenguaje interno de Maddin que, en definitiva, busca alternar talantes orgánico-distantes y crear un marcado distanciamiento brechtiano que es provocado concienzudamente por el autor para romper la identificación del espectador con algo que considera cierto y guiarle en la toma de conciencia de que está viendo un espectáculo de luces, imágenes y sonidos.
Otros componentes brechtianos que el canadiense pone en práctica con frecuencia son la observación distante del entorno social, la alusión metafílmica tomada de géneros, estilos y tendencias clásicas pero manipulados y actualizados, así como el comportamiento, en muchos casos, muñequizado de unas creaciones que se sostienen de forma más artificiosa y unidimensional que tangible.

Maddin se revela como un realizador muy dotado para radiografiar emociones con una narrativa sin cohesión interna y para otorgar un inefable sentido estético a la hora de representarlas. Esto se demuestra en su uso conjunto del filme concebido como elemento de manifestación y exploración expresiva libre y radicalizada, función que revela la emoción íntima de su creador como autor inconformista a través de las posibilidades psicotécnicas de la cámara. También a la hora de granjear consistencia a sus concepciones onírico-fragmentarias que actúan como atajo laberíntico enraizado y de incomprensible raciocinio.

Keyhole, siendo su primera película de narrativa locutada y filmación digital, rompe con las estructuras lógicas de un texto, explicitando la condición de confesión íntima (en este caso por La Odisea como inspiración literaria) y no de ficción cinematográfica con pretensiones naturalistas. Sus guiones están concebidos como un activo intangible donde representa las tormentas y los vampiros interiores. Un desarrollo surgido del subconsciente o de las obsesiones de Maddin por caricaturizar y deformar la realidad a su antojo. En el caso de Keyhole, manipulando hasta la histeria un planteamiento de género con raíz en el cine negro hollywoodiense más estandarizado. Pretensión existencialista de plasmación de autoconciencia que se transforma en opaca literatura de espíritus cuadrangular y geométrica.

Su cine, libertario e insobornable, es claro heredero de la síntesis creativa daliniana y de las proporciones abstractivas de la danza contemporánea: planteamientos que no se sujetan a la lógica, germen motivacional basado en el impulso más que en la composición, tosco desarrollo de fábula egomaníaca intransferible en su emotividad que busca pretendidamente el asombro y el impacto antes que la interacción con la audiencia.

Es un cine, decididamente, concebido como expresión libre de prejuicios e intereses comerciales, a contracorriente de planteamientos comerciales, cuya implicación artística provoca la suficiente elocuencia e hipnosis como para mostrar un pérfido interés hacia las propuestas de Maddin, a pesar de que estas se muestren simplemente como un valiente e interesante logro para su director sin pensar demasiado en la existencia de un público activo.
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6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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