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El baile de los sicarios (Pistol Opera) (2001)

El baile de los sicarios (Pistol Opera)
112 min.
5,7
145
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Sinopsis
Miyuki, una bella mujer, es la número tres en la jerarquía de asesinos a sueldo en un organismo criminal. De repente, estalla una lucha interna entre los distintos asesinos, cada uno de ellos queriendo convertirse en el número uno. Miyuki, para conseguir a lo que aspira, se ve obligada a combatir con los contrincantes del organismo uno a uno, encontrándose también en el camino con excéntricos oponentes. (FILMAFFINITY)
Género
Acción Drama Crimen Remake
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Pisutoru opera
Duración
112 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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6
El colorido imaginario de los gángsters de Seijun Suzuki
El mundo de los asesinos a sueldo no sólo está lleno de romances efímeros, peligrosas misiones, sangre y balas, a veces deja al descubierto su aspecto más colorido, más fantasioso, más teatral, por decirlo de algún modo.

Es el mundo donde la implacable asesina Miyuki Minazuki, apodada "Stray Cat" y categorizada como la número 3 del Gremio de Asesinos al que pertenece, debe enfrentarse a los diferentes criminales también miembros de la misma organización cuando entre éstos se desata una guerra para alcanzar la primera posición arrebatándole ese honor al misterioso "Hundred Eyes", el temido asesino número 1 del Gremio. Así, Seijun Suzuki elabora la trama de la que fue la penúltima película de filmografía.
Y es curioso, realmente, porque se trata de nada más y nada menos que de una especie de extraña secuela/"remake" de "Marcado para Matar", aquel film que hizo en 1.967 y que le convirtió en un director de culto al mismo tiempo que su productora, la Nikkatsu, le incluyó en una lista negra que le cesó como director de cine y le apartó del negocio por diez años. Hay que recordar el impacto que tuvo en su momento una película como aquélla, aunque supusiera un gran patinazo en la taquilla; aquel film rompió esquemas en su época, exponiéndose como una parodia de las películas de asesinos a sueldo, agentes secretos y yakuzas, con un sentido del humor muy absurdo y satírico a más no poder y una puesta en escena experimental de una imaginación desbordante.

La que fuera la obra más redonda de Suzuki (con permiso de la inmensa "Historia de una Prostituta") terminó siendo una gran influencia para un sinfín de futuros directores, entre ellos Quentin Tarantino, John Woo o Takeshi Kitano. Y de algún modo quiso revivir viejos recuerdos cuando decidió adaptar el guión de Kazunori Ito y Takeo Kimura, reestructurando la historia como una nueva versión de su clásico de los '60 pero contando, y muy orgulloso por ello, con un gran despliegue de medios bajo la producción de la inmensa Shochiku, que nada tenía ver con los bajos presupuestos a los que estaba condenado cuando trabajaba para la Nikkatsu.
Aquí se aprecia que el director hace lo que quiere, lo que siempre deseó, y todas las ideas que tiene en su mente por fin pueden ser plasmadas en pantalla. "Pistol Opera" cuenta, efectivamente, la misma historia que "Marcado para Matar", solo que esta vez el personaje que encarnaba Joe Shishido cambia de identidad (ahora Goro Hanada es el asesino n.º 1, lo que da pie a creer que esto sea una secuela) y se añade una mujer también como la protagonista, la cual va rondando por todo el film intentando averiguar quien es el tal "Hundred Eyes" mientras va esquivando a los demás asesinos y se cruza con los más extravagantes personajes en los lugares más indescriptible y extraños que se puedan imaginar.

Así es "Pistol Opera": un canto al arte, en todo su esplendor. Suzuki mantiene todos los principios del absurdo, pero sustituye el blanco y negro y los tonos oscuros y elegantes adscritos al "noir" de la obra de los '60 por un ambiente colorido, repleto de intensas tonalidades, y el nivel de extrañeza es superado con un compendio de ensoñadoras secuencias de gran poder visual y espíritu teatral de raíces kabuki. El director se lanza totalmente a experimentar, a prestar mucha atención a las formas, a los tonos, a las luces, a la imagen, creando para nosotros una especie de función esotérica que va más allá de los muros de lo ilógico, todo salpicado de grandes dosis de violencia, humor negro de doble sentido y mucha acción, dejando las paranoias fílmicas de Sion Sono y Takashi Miike a la altura del betún.
Y más aún en ese último cuarto de hora de metraje, que es cuando asistimos a la caza que emprende Miyuki contra Sayoko, donde todo se desborda y se convierte en un espectáculo plagado de delirantes sin sentidos. Aunque eso no quiere decir, ni mucho menos, que esté bien estructurado. En "Marcado para Matar" tanto la historia como el aspecto creativo estaban bien equilibrados, pero aquí gana lo segundo, porque la trama es algo más que un laberinto argumental; el sentido de la narración queda sepultado bajo la atención que el realizador le presta a lo visual, que es mucha, y eso hace que sea todo un desconcierto intentar seguir el hilo de de la película, si lo hubiere, y más durando casi dos horas, que en ciertos momentos se hacen bastante tediosas.

Makiko Esumi, Sayoko Yamaguchi, Mikijiro Hira, Masatoshi Nagase, y Hanae Kan son los protagonistas, y ninguno de ellos está a la altura de los de la antigua versión. Lo que esta vez se pone por encima del reparto es el aspecto técnico, la fotografía de Yonezo Maeda, el montaje de Akira Suzuki, el cuidado diseño de producción, los efectos visuales y la banda sonora tan ecléctica de Kazufumi Kodama, de tonos similares a la que compuso Naozumi Yamamoto.
Todos los ingredientes necesarios para que el colorido imaginario de Seijun Suzuki, cobrase vida por penúltima vez, aquél que llevaba creando y expandiendo desde que rompió todos los esquemas del cine japonés en sus primeras obras y se alzara como uno de los pilares de la Nueva Ola.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Una ópera aburrida
El recientemente fallecido cineasta japonés Seijun Suzuki (1923-2017) dirigió, nada más comenzar el siglo XXI, su penúltimo largometraje, "Pisutoru Opera", cuyo título internacional en inglés es "Pistol Opera", y que, en España, en su edición en DVD al menos, se ha retitulado como "El baile de los sicarios". "Pisutoru Opera" viene a ser un "remake" de un film previo de Suzuki, "Koroshi no rakuin" (1967), más conocido como "Branded to Kill", y la verdad es que no me ha gustado, pues el pulso narrativo que existía en "Koroshi no rakuin" se desdibuja aquí en una serie de secuencias en las que gana el Suzuki del surrealismo, de la pura y libre creación con colores, espacios, escenarios y textos, y pierde el Suzuki narrador de historias, el Suzuki con una voluntad clara de subvertir el cine de género japonés, y el Suzuki capaz de sorprender al espectador en cada secuencia, en cada plano.

La libertad de la que no disponía en la Nikkatsu no le sienta nada bien aquí al veteranísimo realizador: su ópera de asesinos resulta aburrida, aunque se cite a Mishima, y aunque se mezcle el teatro con el cine de asesinos y "yakuza", porque todo se queda en un brillante ejercicio de estilo, en un ensayo cinematográfico en el que importa mucho más el cómo del asunto que el asunto en sí mismo, sin que ello logre involucrar apenas al espectador. Una pena.
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