Riff-Raff (1947)

Una hora y cuarto. Es suficiente para contar lo que esta película cuenta. Una entretenida historia de un director del que no he visto más que cuatro película pero todas me parecen interesantes, de este estilo. Típica de Serie B para acompañar a otra de mayor fuste -presupuesto, estrellas, director, etc.- que se proyectaba en segundo lugar en las sesiones dobles de la infancia de hace setenta años.
Una trama entretenida, una mezcla de aventuras, detectives y tesoros... Interesante. Bien trazada, resultona.
Por cierto, no recuerdo a Pat O'Brien en un papel distinto al de policía, detective, o similar...

Y seguimos con la RKO, seguimos con la serie B y seguimos con el noir...¿No es un noir esto?, entonces, ¿qué leches es?.
Vale que la trama transcurre en Panamá y no en Chicago, vale que el negro asfalto se sustituye por carreteras llenas de baches y vale que los coches no son tan sofisticados como los de las metrópolis yanquis pero, si Bogart hubiera tenido que exiliarse, habría plantado su oficina justo allí, donde lo tiene O'Brien y si no, que se lo pregunten a éste que parece haber visto todas sus películas sin saltarse una.
Porque eso es lo que me ha parecido esta película de principio a fin. La hermana pequeña de todas las que nos regaló Bogart y !ojo!, que no lo digo en plan desdeñoso, muy al contrario, creo que eso puede ser una recomendación en sí misma.
Comenzando por ese soberano arranque. Dos hombres suben a un avión. Uno de ellos agarra un maletín con fuerza. El otro se sienta frente a él. Se miran con desconfianza y sonríen con nerviosismo. Sólo uno de ellos descenderá del avión. Y, por supuesto, también lo hará el maletín.
Acto seguido nos presentan a O'Brien en su oficina. Sus modales toscos y desenvueltos y sus réplicas mordaces y lacónicas ya nos dejan entrever la clase de tipo con el que nos topamos.
Detective, guardaespaldas, chanchullero, agente y fullero, qué más da lo que sea, no le hace ascos a nada si está bien pagado, el billete es su ley y por cierto que se las apaña muy bien porque cobra comisiones hasta de su propia madre oye. El enredo comenzará cuando el tipo del avión contrate sus servicios de protección al tiempo que una empresa petrolífera haga lo propio para que localice un mapa con la ubicación de pozos petrolíferos aún sin registrar, !qué descuidados son algunos!.
Ese mapa resultará ser más valioso que el de la isla del tesoro y pondrá tras sus talones a toda suerte de personajes, algunos más educados que otros, para tratar de hacerse con él.
O'Brien se cabrea mucho cuando le desordenan la oficina porque dice que no le gusta el desorden pero, creo, que si fuera un poquito más meticuloso y hubiera mantenido más limpia su oficina, no se hubiera visto metido en todo este fregado. Y hasta aquí, puedo leer.
Un guion bien elaborado, que de eso se preocupaban mucho entonces hasta en las películas más humildes, unos intérpretes que juegan bien sus bazas y propician buenos momentos de acción e intriga. Gotas de humor que lo aderezan, a cargo sobre todo del taxista y su loco cacharro. Un perro guardián que tiene más de perro que de guardián y una rubia entre dos mundos que deja huella, sobre todo de pintalabios, modelan una película bien realizada, de ritmo rápido, escenas tensas, ajustadas, cuidados y brillantes diálogos y una trama que te lleva en volandas hasta su ingenioso y humorístico final que también tiene su aquel.
En fin, ya saben, un film de esos, sin pretensiones, de los que hacían miles por entonces. !Y pensar que estas películas aquellos profesionales las hacían casi sin querer!. !que no hubieran hecho queriendo!