Here (2003)

Un grupo de soldados situados en algún punto cercano a la Krajina tratan de pasar el tedio impuesto por el impasse de la guerra como buenamente pueden. Todo el episodio gira en torno a los desesperados y conmovedores intentos de Kavi por salvar a un pequeño gorrión que ha sido herido por un ataque serbio con morteros, lo cual simbólicamente representa un noble esfuerzo por salvar lo único que ha conservado la inocencia ante la locura de la guerra: el pobre animal indefenso. El episodio terminará de forma traumática y está claro que marcará a sus protagonistas de un modo indeleble por su potencial simbólico, porque tras una discusión entre Kavi y Karlan (el primero trataba de salvar al animal bajo una lluvia de bombas) será un gato quien se lleve al indefenso gorrión. Mientras el gato es un depredador que lucha por instinto con el fin de sobrevivir el hombre caza al hombre sin un motivo racional aparente, sin que pueda reportarle una utilidad vital.

Lo que el film trata de mostrar en esas historias perfectamente entrelazadas es que en cierto sentido, de algún modo u otro todos los croatas tienen cerca de sí algún conocido afectado por la desestructuración, la marginalidad, los traumas post-bélicos o la soledad (hay una frase del bartman del último bar al que entra Boris Curic que es muy reveladora: "Son los clientes los que hacen el bar", de lo cual podemos extraer que "Son los ciudadanos los que hacen el país", una crítica aguda y mordaz que trata de expolear a la sociedad croata para mejorar, para implicarse de un modo más activo en los asuntos sociales y políticos).

El final lo que resulta apoteósico según mi punto de vista, la crítica más dura contra la Croacia contemporánea tanto social como políticamente hablando y que, una vez más, vuelve a mostrar ese abandono sufrido por los veteranos. Volvemos a ver a Lala, uno de los soldados del principio, quien padece insomnio y depresión a causa de sus experiencias en el conflicto. Como decía es estremecedor observar como éste consume su cigarro (igual que la guerra consumió su vida), visiblemente traumatizado, con la mirada perdida en el horizonte y la mano temblando mientras suenan los compases del himno croata que canta las glorias de los valientes que lograron la independencia de la hermosa Croacia, una loa a la guerra de independencia. Es paradójico el precio que han tenido que pagar todos esos miles de héroes por la guerra: vivir sumidos en las tinieblas para toda la eternidad, tal y como muestra simbólicamente el apagón del final.

La sinfonía que acompaña a todas estas historias es esa promesa de felicidad a través de la meditación por sólo 50 kunas (precisamente el hijo de Lala, quien ni tan siquiera es capaz de entender a su padre), un discurso que suena en casi todas las historias del film y que muestra la desesperación de una parte importante de la sociedad croata, incapaz de escapar de los fantasmas del pasado y de rehacer un presente consistente.